Cuenta que pasó su niñez vendiendo sal y verduras en el mercado. Era su forma de contribuir y ganarse su lugar en la familia. Abandonado por su madre, y sin presencia alguna del padre, fue criado en el hogar de los abuelos. Un día, para cuando tenía 13 años, la abuela enfermo. Los tíos entonces decidieron que tener bocas de más en la casa limitaba los recursos para el tratamiento de la abuela, y así echaron al jovenzuelo de la casa. Viéndose en la calle, trató de encontrar apoyo en la madre que nunca se ocupó de él, pero eso no funcionó.
El muchacho hondureño había oído de gentes yéndose a través de México hacia los Estados Unidos. Así que pensó, lo mismo daba si se iba; al fin y al cabo, estaba solo. Ante la realidad de tener que buscárselas por su cuenta, parecía mejor idea que fuera en las calles americanas. Y fue así como empezó la larga travesía de ir de país en país, hasta llegar a las fronteras mexicanas. Al cabo de unos meses, desesperado, pasando hambre y no estando seguro de que el “Coyote” lo llevaría gratis al otro lado de la frontera, hizo una llamada por cobrar a Honduras. En lo profundo de su alma anhelaba escuchar una frase de aceptación, algo así como: “Ven de regreso que aquí está tu casa” o a lo mejor, “Ese viaje es muy peligroso y no queremos que te pase nada malo”. Pero no, por el contrario, cuando la operadora anunció una llamada por cobrar desde México, el abuelo dijo, “eso debe ser fulano para pedir dinero y regresarse”. Ese fue el primer golpe a sus ya heridas emociones, entendiendo que aquel acto de debilidad lo había expuesto a encarar de nuevo el rechazo, se dispuso a cerrar la llamada, pero en eso, alguien le habló, para darle un golpe aún peor. –“mira, le dijo el tío, arréglatelas como puedas, porque aquí no tienes nada que buscar” –Puedo hablar con mamá? Preguntó queriendo escuchar la única voz que le traería consuelo. –“entérate de una vez –le dijo el hombre de duro hablar- Mamá murió tiempo atrás, casi dos meses lleva de muerta y es por eso que te digo que ya nada tienes que buscar por aquí”
Aquellas palabras fueron un detonador y un catalizador a la misma vez. El muchacho estuvo devastado por días, ante el hecho de que la persona más importante de su vida se había ido. No estuvo allí con ella, no se despidió y peor aún, se enteró después de meses. Entonces, nació en él una determinación, no se devolvería como dijo el abuelo. No, seguiría adelante, lucharía y honraría la memoria de su abuela, llegando a ser alguien, aunque fuera solo.
Con la ayuda de Dios, yo he entendido –dijo- que no soy quién para juzgar a las personas. Por qué mi mamá nunca me quiso, por qué mis tíos me echaron, Dónde está mi padre? Por el contrario, yo he entendido que, nunca estuve solo. El muchachito que vendía sal en el mercado, el que pasó de país en país a pie, el que dormía en los patios de casas y centros comerciales, ahora tiene esposa, un hermoso hijo y otro en camino, un negocio propio, casa, empleados y paz para disfrutar cada momento, tengo que entender entonces, que Dios siempre ha estado conmigo, porque de no haber sido por él, dónde estaría yo? Cuáles eran mis chances? Por eso, -decía citando Efesios 1:3-9 – hay que vivir ligero, sin una gota de resentimiento. Porque todos cojeamos de una o de otra, pero si nos enfocamos en lo que Dios quiere de nosotros, y no en lo que otros nos dicen o nos hacen, saldremos adelante.
Este humilde pero muy sabio hombre, tiene mucho que enseñarnos. Ha pasado por muchas otras pruebas y de todas sale con un corazón dispuesto a valorar más a Dios que a las cosas, la paz que a los problemas, el presente que construye futuros, que al pasado que mutila y amarga.
El que de muchacho tenía la vida vacía, ahora la tiene llena, de bendiciones como él llama a todo y a todos los que complementan su existencia. –Y tienes mamá, dijo su suegra- porque tú sabes bien que tú para mi eres como mi hijo- Ya ustedes ven! Dijo él sonriente, qué más le puedo pedir a la vida?
Dios es el que sabe hacia dónde nos lleva, y es por eso que a nosotros nos toca estar agradecidos…
Efesios 1:3-9Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Bendiciones espirituales en Cristo
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecadossegún las riquezas de su gracia,
8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
Bendiciones!