Y ¿con qué fin toda esa dialéctica en historia?

¿para qué ir al paraíso estando muerto?
¿para qué alcanzar la gloria estando vivo
si la gloria esta muy lejos de este huerto?

Todos juntos, afirman los que saben de distancias
llegaremos al final de la cultura
escultura de cadáver y concreto
a posarnos al final de la cultura

Hay también quien afirma que tan sólo es sufrimiento
soportable nada más en el olvido
el que canta va buscando algún sediento
para echarle encima su vaso vacío

Yo no sé hasta dónde se reciente lo vivido
pues saberlo es simplemente estar ya muerto
seguiré siempre cantando a lo prohibido
y gozando de los frutos de este huerto

(Cancion el Huerto / Jaime López / Roberto Gonzalez )

(*) 

Ni quieres dormir, ni quieres andar, como en el viejo Olympo, has comenzado el largo viaje, entre vapores y recuerdos confundidos, pero con el olfato alerta de los afectos encendidos, en el corazón de tu nave.

Nacerás con nosotros en  larga  marcha luminosa de  humanidad ascendente  y tu canto será el guía absoluto, en ese valle de alegría y grandes silencios.
Ni quieres dormir, ni quieras andar, no has despertado ayer, no despertarás nunca, ahora estás más despierta que siempre, caminando por la calle Meriño, para  que nuestro Carlos Simó, nos cuente sobre Cien años de Soledad, en aquella vieja librería de la calle Meriño y del  Boom latinoamericano, nombre que tanto odiaba Julio Cortázar.

Ni quieres dormir y mucho menos andar, ahora que atraviesas la calle el Conde, desciendes por las escaleras del Edificio Prota (¿350?) donde Danilo Ubrí, hace una de sus anécdotas exóticas, con su falsete de voz y tus carcajadas, llenan las escaleras y el aire citadino nos embriaga, reírnos de  vida y  sueños en el aire, era una tarea de todos los días.

De repente, aparece Henriette y sus gatos, y esas largas historias entre los paquitos de Marge Blanquita Hernández y la pequeña  Lulú: en  esa  calle del inventor francés que miraba hacia un mar, que nunca fue más brilloso  en su verde esperanza, salobre de contento entre hojas de almendras perezosas.

Sonia Silvestre, con su sonrisa de siempreSi por alguna razón olvido algo tan querido, tus Bergman y Fellinis, tu pasión por la Anita Ekberg, tu Gradisca fascinante y su rojo universo de luces y burdeles  acartonados entre cámaras y extras mal vestidos, será sencillamente porque no todo lo de nuestro Cine Club podría ser recordado. Los largos paseos hacia tu calle Galván, la Pizzería Roma, la eterna sonrisa de Jocelyn Caminero y las largas carcajadas de su madre Yolanda Naranjo. Las preguntas curiosas de Doña Estelita, los pasos cortos de Don Manolo y la terraza repleta de nosotros y un chorro de música, con largos hilos de ilusiones.

Sonia Silvestre y el gran poeta René del RiscoNo quieres  dormir, no puedes andar, el proyecto de la noche como viaje largo y la necesidad de llegar, te advierto, tendrás que aplazarlo, porque falta mucho por contar: las llamadas de René Del Risco y mis poemas en el suplemento del Caribe, el humor y las risas en una complicidad que aún recuerdo, con el manto de la timidez de aquellos días de literatura incipiente y deseos irrefrenables de asumir nuestro tiempo.

Contigo de largo viaje y sin tregua, y entre brillosas estrellas renegadas, de repente, todos somos época y un largo adiós a los Beatles, a Jorge Luis Borges, a tu fascinación por los poemas de Miguel Alfonseca, tu aferramiento a Susana Rinaldi y la Argentina, se resume en una voz de trueno con sabor metileno, aparecido entre lo azul y el misterio: Joaquín Basanta, que nos haría sentir a Pablo Neruda y a España, como rompiéndose de modo exquisito en calendarios de sangre y llanto.

Ni quieras dormir, tampoco andar, llevas en aquel viaje millones de corazones insólitos, incrédulos de tu viaje, porque ya eres mito y fuerza de un tiempo conquistado.

Sonia Silvestre y el gran poeta Norberto JamesRumor suave,  eco del río  Potomac, que llega desde Coyoacán hasta Campestre Churubusco, distrito federal, México, tolquequismo a fondo, tu mirada mexicana llena de curiosidad y afecto por un pueblo que nos acogió a todos entre sus volcanes casi despiertos, desde  penachos de nubes y danzas de cuerpos arqueados y desnudos. Te ganaron el alma, les ganaste el recuerdo vivo de tu presencia amable con tu Pili y tu gozo desde el balcón mirando a las Marías y sus trenzas entre verduras y colores de mercado, era nuestro México, el mismo de Arturi Cipriani, rey de todos los autobuses, dicho por ti con desparpajo y extrañeza, mientras Maritza Hued se secaba lágrimas de risas, era nuestro México.

Ahora, al filo de luz de esta pena, un ejército de corazones quiere ir a tu rescate con adargas y espadas de lágrimas en ristre, existe un miedo terrible en estas tropas del alma, al maldito vacío infinito, a la clara orfandad de generaciones, alguien ha dicho sin aliento en la voz: "Esto ha sido demasiado… Nos tocó allá en el fondo "Carmen Imbert Brugal.

Un gigante pelotón de corazones, multitudes con memorias despiertas, no han podido cumplir la misión sagrada de tocar tus finos dedos Sonia Margarita, para traerte al centro del escenario iluminado.

Mudos acuden a la escena, idos en el temor de la eterna soledad que nos anuncias desde el largo viaje.

Ni quieres partir ni mucho menos andar, revoloteas gigante en la magna conciencia de esta nación.

Te juramos,  que nunca tendrás toda la muerte para dormir.

Junto a Víctor Víctor y Nueva Forma en 7 días con el puebloTe juramos, "que huele a noche y huele a mar", que sabremos siempre dónde encontrarte siempre, porque lo que alguna vez añoraste, con larga sonrisa desplegada, arrobada en tus mejores designios, asombro incluido, aún no ha concluido, aún no termina.

Te lo repito otra vez, te lo diré hasta el cansancio necio de mi voz: te quedarás aquí, ni quieres dormir ni quieres andar: este viaje de largo batallar, que es lo tuyo, aquí no termina y sin ti Sonia Margarita, no lo haremos.

Tropezaste ahora con millones de cariños, llevaremos tu equipaje y  nos guiarás con el dulce trino de tú voz. (CFE).

(*) En México hacia final de la década del  70 e inicios de la del 80, del siglo XX, Sonia y quien escribe, conocieron esa canción por medio de Arturo Cipriano el ex lider del grupo Nopalera.

La escuchamos una y mil veces, la perdimos de vista y de oído, la recuperamos al volver a República Dominicana, en nuestra conversaciones de teléfono, las últimas siempre hubo espacio para hablar de esta canción que nos parecía muy mexicana en su existecialidad, su forma de ver la vida.

El Huerto, versión de Roberto Gonzalez. Del album, Roberto y Jaime, Sesiones con Emilia.

Canción Quiero andar De Luis Días