No sé si alguien de mi generación –nací en 1948– se acordará del eslogan de Cachafú –una irreverente publicación de humor político nacida al calor de la destrujillización– y que era la institucionalidad de la chabacanería de los hombres y mujeres de estos lares caribeños: el irrespeto a todo lo decente. Pues bien, a mí me llegó a la cabeza ese humor en clave de “vergüenza ajena” con motivo de la experiencia de las elecciones chilenas del pasado 19 de diciembre del año que finiquita próximamente.

Y es por el experimento de lo mucho que se jugaba  en las elecciones en segunda vuelta o “ballotage” entre el neo-fascistoide Kast y el advenedizo “líder estudiantil” Boric; o, más coloquialmente, entre Gabriel vs. José Antonio. El carácter pugnativo no se manifestó entre los extremos que representaban: por un lado, José Antonio Kast era un regreso al pasado, literalmente, porque se oponía al proceso “constituyente” para redactar una avanzada Carta Magna, pretendiendo rescatar la herencia pinochetista; por el otro, Gabriel Boric, un líder surgido de la protesta estudiantil «por una educación universal gratuita de calidad», que ha llegado a ser el presidente más joven de la historia chilena, que prometió revertir la “privatización extrema” de la sociedad chilena.

Aún ante este dilema, en Chile, la sangre no llega al río. Los dominicanos, al contrario, tomamos partido por los extremos, creemos que Boric va hacia el polo “bolivariano” sin darse cuenta que asumió una posición socialdemócrata y que va sin un partido preponderante; es decir, sin una fuerza que lo lastre con la “vieja izquierda”, pudiendo situarse en la posición de ser un gobierno… ¡manco!, de acuerdo a Cachafú.

La juventud de Boric ¿podría seguir la prudencia del abuelo de la izquierda, el venerable “Pepe” Mujica? No hablo en el vacío, porque hace tiempo que he argumentado siguiendo a Norberto Bobbio, que debe existir un espacio común, que es el «centro» donde las diferencias no eliminen el dilema entre “igualdad” y “libertad”, para lograr una sociedad pluralista y solidaria.

Por lo tanto, este gráfico como una brújula, nos divide el campo en cuatro cuadrantes donde combina el eje de la autoridad (el vertical que se mueve entre los extremos autoritario y el libertario) con el eje del mercado (el horizontal, que se mueve el liberalismo económico y el centralismo planificador), que nos produce el espacio de la izquierda autoritaria (planificación central y estatismo comunista) y la derecha autoritaria (fascismo totalitario), en la parte superior, mientras que en la inferior, produce la izquierda libertaria (regímenes anarquistas) y la derecha nihilista (individualismo anti-estatal).

El ideal es un hipotético centro de “comunión” de criterios para la “tolerancia” de las diferencias para la convivencia humana. ¿Podrá lograrse en el laboratorio de Chile?

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¿Por qué Chile? Evidentemente, porque se pudo dar la vuelta a la “arepa”. En el gráfico tomado de la BBC, podemos constatar que durante la Primera vuelta, Kast ganó controlando el centro y el sur del país, mientras que Boric logró en el extremo sur y parte del norte chico. El norte fue casi enteramente de otros candidatos.

En la representación de la Segunda vuelta, Boric logró atraer el voto del norte y expandir el control del sur; mientras que Kast mantuvo su control metropolitano y del centro del país. Lecciones para comprender: que cuando el  miedo se instala, el que más teme, sale a espantar los fantasmas: Kast atemorizó más con una vuelta al “pinochetismo” sin Pinochet que el temor que pudo producir con el espantapájaros a la inversión extranjera que le achacaban a un gobierno de Boric.

En consecuencia, ¿habrán aprendido los votantes tales sutilezas económicas para hacer un análisis de riesgos de los “potenciales” gobiernos entre los que escogían?

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Para el caso dominicano: debemos aprender a revisar la historia en profundidad para no seguir a los hagiógrafos de los líderes de nuestros gustos, ni a sus bocinas, ni a sus voceros. Debemos entender que los países latinoamericanos tenemos una historia en común y así aprender unos de otros, para, ¡por fin!, distinguir entre los lobos disfrazados de “corderos”, o. quizás, de revolucionarios vestidos de “patriotas”. Nos urge conocer la diferencia porque por ahí viene, al doblar de la esquina, el 2024…