La leída columna A. M. del Diario Libre que firma su director Adriano Miguel Tejada no tiene punto de desperdicio en tanto define con nítida claridad el ejercicio de una prensa independiente.

Ciertamente como señala Adriano Miguel en un medio tan polarizado como el nuestro, donde todo se define como blanco y negro, gobierno u oposición, ejercer ese tipo de periodismo que el define como “justo medio” comporta un  continuo riesgo de arbitrarios etiquetados.

Basta que uno exalte como un logro positivo, pongamos por caso el servicio de asistencia 9-1-1, para que no falten necios que con una penosa cortedad de criterio le endilguen la denigrante etiqueta de “vendido al gobierno” y de inmediato lo haga formar filas en el pelotón de las llamadas “bocinas oficiales”.

De igual modo, en sentido contrario, desde que se esbozan críticas al régimen, ya sea por no actuar con la debida energía en los casos de corrupción, por citar como ejemplo, tampoco escasearán en las alturas del poder funcionarios que estiman equivocadamente que el periodismo es un ejercicio de sumisa aceptación, que lo cataloguen de inmediato como un enemigo al servicio de la oposición.

Si bien es cierto que existen comunicadores han tomado partido, ya sea en uno u otro sentido, trocando su papel por el de voceros, la verdadera misión de la prensa se asienta en tres elementos básicos: objetividad, responsabilidad y ética.  Lo primero para presentar los hechos con la mayor aproximación posible a la realidad sin recortes, subterfugios ni adornos; lo segundo, para no lanzar informaciones a vuelo  sin  estar debidamente confirmadas,  sobre todo si coloca en entredicho la moral de una persona o la imagen una empresa o institución; y finalmente, la ética para no quedar sujeto a ningún interés que no sea el de informar sin torceduras ni complacencias y opinar con criterio propio.

La propia columna que comentamos señala que en ocasiones hay quienes equivocadamente pretenden exigir de la prensa dar acogida y divulgación a simples rumores o chismes sobre determinados hechos, por lo general casos de corrupción. Tal es propio y frecuente en las redes sociales donde cada quien hace uso de las mismas en la forma que mejor le parece, que no siempre es la mejor ni la mas justa. Pero tal no puede ser el de un medio de comunicación, que ya no solo por imperativos legales, sino por sentido de responsabilidad y ética profesional, respeto a si mismo y respeto a sus seguidores está obligado a informar y orientar sobre hechos  debidamente sustentados.

Ese es el papel de una prensa realmente objetiva y orientadora.  Ni al servicio del gobierno, ni al de la oposición, ni por extensión de ningún interés espurio.  Ni bocina de nadie en particular.  Siempre en el justo medio con el más estricto apego a la verdad.