En psicología se dice que la gente tiende a comparar lo que hizo con lo que pudo haber hecho y que, aunque es irracional, pero también tendemos a atribuirle específicamente a un tercero hechos y decisiones que según nuestra imaginación pudo perjudicar a todo el grupo a pesar de saber que hay hechos que son imposibles prever.

A continuación expondré mis observaciones sobre las ideas contenidas en un artículo del  columnista de acento.com, el señor Miguel Ángel Cid Cid, publicado el día 19 del mes en curso, con el título: De cómo morir la vida y vivir la muerte. Adelanto que en absoluto estas observaciones o consideraciones pretenden defender al profesor Juan Bosch ni al doctor Leonel Fernández. Pues un hombre del estatus intelectual, moral y político de Bosch, aún muerto se defiende solo. Y como todavía Leonel vive y “colea”, y además se cuenta entre los pocos líderes latinoamericanos con una mensurabilidad política y académica a prueba de perdigones y punzones de adversarios, pues no necesita que un simple ciudadano salga a protegerlo de los afilados dardos lanzados contra su costado.

Si Miguel A. Cid, autor de la columna Cultura y Municipio fuera un “chivito”, pues no gastaría “pólvora en garza”, pero él es uno de los santiagueros que sabe escribir retrospecciones acertadas. Y como he dedicado 60 años de mi vida a la enseñanza de jóvenes de todos los orígenes sociales, sé que el bienestar de toda la sociedad no solo depende de la racionalidad económica que asumimos, sino también de las elecciones que hacemos dentro del inmenso bosque de valores y creencias que nos circunda. Por eso, y dado que nuestro país ha sido por mucho tiempo un terreno fértil para la propagación de retorcidos decires, ideas extravagantes y las creencias más desafortunadas sin que contemos con un potente sistema inmnopsicológico y cultural que nos proteja de tales plagas, pues siempre que una persona del nivel de Miguel Cid publica opiniones que podrían llevar confusión o un aprendizaje inexacto al lector común, procedo a exponer lo que creo es lo racional y verdadero.

Aunque hasta gente educada,  por muchos años ha dicho y escrito que la conspiración contra el gobierno de Bosch del 1963 empezó con los mítines y marchas de reafirmación cristiana patrocinados por la jerarquía católica, lo cierto es que aquellas acusaciones del cura Láutico García y los mítines [disfrazados de fervor cristiano] llamando al derrocamiento de un gobierno legítimo constituyeron solo el envoltorio del “pan con mantequilla” del golpe de Estado ya que la faena golpista la iniciaron y mantuvieron hasta hoy día los grandes ricos y terratenientes, la Oligarquía, decía Bosch,  cuando a través de la dirigencia de la  Unión Cívica Nacional difundieron por todo el país la falacia  de que Juan Bosch era un hombre malvado que no merecía ser el presidente porque cargaba con la culpa de sembrar en la República Dominicana la “lucha de clases”. Esa falsa atribución dimensionaba la categoría política e intelectual de Bosch hasta ponerlo parejo con Marx, Engels y Lenin, pero en ese momento la Dirección política del PRD no se percató de que los ‘cívicos’ le chubaban a Bosch una manada de hienas de largos colmillos al tiempo que financiaban generosamente los mítines y marchas de reafirmación cristiana, recurrían, para ocultar la cara, a una práctica  que los psicólogos conocen como “mecanismo de sustitución de culpables”, el cual consiste en tolerar o auspiciar que un individuo o un grupo se proclame autor de un hecho o una idea que es hechura mía aunque se trate de un hecho vergonzoso, una infamia o de una canallada.

Entonces, si ahora mismo cualquiera de los adversarios del expresidente Fernández concluye que este es responsable de traer al país, o de haber encabezado el primer gobierno dominicano imbuido de la ideología del neoliberalismo, lógicamente hay que admitir que ese adversario tiene una creencia contrafáctica sobre Leonel ya que todo cuanto este ha escrito y dicho acerca del neoliberalismo lo coloca a buena distancia de dicha ideología. Además, talvez Leonel sea el único estadista y líder dominicano que aun estando fuera del poder como ahora, ha defendido sin reservas el modelo económico keynesiano sin tomar en cuenta que la flor y nata de los economistas nacionales y no pocos conspicuos empresarios y banqueros  prefieren no tocar ese tema porque en medio de la presente pandemia se han dado cuenta que ciertamente el dinero como sed  nunca se sacia, y como amigo jamás nos acompaña bajo la losa yerta el día en que la flor más perfumada sobre el ataúd no nos huele a nada.

Los mismos economistas que fueron críticos tenaces de Leonel y que todos conocemos como militantes del dogma neoliberal, consistente en quitarle protagonismo al Estado en la dirección de una economía de mercado, y ahora en cargos prominentes del Gobierno, guardan silencio porque saben que el Estado no puede en estos momentos confiar en la Providencia y menos en el dios-mercado ante la majestad de una incertidumbre no mensurable que nos abruma.

La burladora ironía para los verdaderos partidarios del Neoliberalismo y enemigos interesados de la intervención del Estado en la economía, le ha permitido a éste último decirle a los neoliberales algunas frases muy semejantes a las que les decían los indios guaraníes del Paraguay a los misioneros jesuitas “evangelizadores” a mediados del siglo 17, según lo relata el sacerdote, etnógrafo y cartógrafo de esa Orden José Cardiel, en su obra Relación de las misiones jesuíticas de Paraguay (1975): No entendemos  –decían los aborígenes guaraníes a los misioneros jesuitas— cómo ustedes pueden comer a Dios todos los días y no nos permiten comer a un enemigo de vez en cuando. Ustedes faldas largas [refiriéndose  a los curas], nos prohíben la chicha y el vino, pero si el vino es malo ¿por qué lo beben en misa….?

Es decir, la queja de los guaraníes era que mientras los misioneros durante la celebración de la eucaristía, al iniciar el ritual de la ostia y simbolizar el cuerpo de Cristo con un mendrugo de pan, dicen “este es el cuerpo de Cristo” antes de llevarlo a la boca,  rito que los guaraníes  no compendian, se asombraban que a ellos les dijeran que no debían comerse al enemigo que mataran, sin embargo, en la misa le decían que comieran el “cuerpo de Cristo”.  Ahora, con la paralización de casi el 60%  de la economía global, los neoliberales no se han atrevido a decir que está muy mal que el Estado estimule a los banqueros a triplicar el crédito  y que le ayude a pagar las costes de producción a los grandes empresarios. Al contrario, quisieran que el Estado Benefactor sea un súper benefactor pero solo con los que más tienen y pueden. Incluso anhelan que el Estado haga una reforma fiscal “completa” [“integral” la denominan los técnicos neoliberales] y con este adjetivo quieren decir que también paguen impuesto sobre lo renta los mendigos, chiriperos, las y los trabajadores sexuales, las damas de compañía, los delivery y las que sirven el café en las empresas e instituciones públicas ya que obtienen un dinerito extra al servir de correo discrecional llevando los papelitos de citas entre empleados de alto rango y las empleadas de rango inferior y medio.

En resumen, que Miguel Cid, al culpar a Leonel  de aplicarle el dogma neoliberal a las empresas del Estado porque  traspasó las más deficitarias de ellas al sector privado, agalletió  ‘la máxima de forma’, lo que consiste en decir o atribuir expresiones o acciones vagas y confusas a terceros o a una institución.