Según referencia autobiográfica, el poeta y artista visual Néstor Barreto nació en Santurce, Puerto Rico, el 24 de mayo de 1952. Estudió literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras, entre 1968 y 1972. Entre 1976 y 1979 estudia en la School of Visual Arts, en New York.
Como poeta ha publicado Eva. Romances, Seudoromances y seudoseudoromances metropolitanos (Quimera, Editores, 1984); Imago. Sicoramas, mensajes y aforismos (Quimera, Editores, 1986); Alas de Perro Cocido (Quimera, Editores, 1995); Legión. Poema Pánico (Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2001).
En el año 2006 Néstor Barreto publica Sí (Terranova Editores, 231 págs.), libro de poemas, prosemas, prosopoemas y otras invenciones semiopoéticas (ver, pp. 1-2). Las partes del libro se presentan como una dramaturgia gráfico-verbal soportada por una actitud intencionalmente irónica, radical, semioextualista, expresivamente focal y a la vez transgresora en cada espacio de división. Los marcos (frames) poéticos principales de este libro son: Emblema futurizo, Deimos, El Titulista; Crítica de la nación pura, Omen (AJ) JES; EL Antizellig, Eventohorizonte, Poema griego y Coda.
Las características gráficas asumidas con cuidado y particularidad, nos conducen al entendimiento de un libro que es farmacia, traducción, cuerpo ideal, laboratorio artístico-verbal, summa poética, lenguaje de irrupción y ruptura intuitivo-racional. Los caminos expresivos asumidos por Néstor Barreto se fundamentan en una nueva poética digital y editorial, donde el elemento visual y espacial articula el espacio textural y textual. Pero además, gesticula una ontología del deseo y de toda trama composicional y funcional de la poesía.
Para Barreto importa más lo poético y la poeticidad que la poesía misma. Como se puede observar en textos tales como “Aquel Hombre” (pp. 4-11); “Gajes de la conducción” (pp. 12-14); “El jodido sonido blanco” (pp.14-15); “Virtuoso” (pp. 15-17); “Los dueños de la colina” (pp. 18-19), y los “Poemas silábicos” (pp. 20-21), entre otros, se justifican en la poética misma del poema. Se constituye y afirma en Néstor Barreto el mundo como una trama de caminos espaciales y temporales que remiten, por su invención y reversión, a una construcción memorial guiada por la movilidad y la fijeza.
Sin embargo, a nuestro autor le obsesionan los límites, la caída de los mismos, las entradas sigilosas en espacios de alteridad y rebelión. De ahí que su poesía se niegue a ser verbo miriphico, verba dicendi o simple signatura. Todo lo que hemos leído hasta ahora de Néstor Barrero es un marco de resistencia y de lenguajes; una decisión de romperle el cuello a la retórica puroverbalista y la respuesta de una fundación-refundación del sentido poético en contextos ontológicos y figurales.
El proceso de semiosis poética, en cuyo abrazo podemos advertir los tonos del hechizo furibundo y mordaz, implica un “más allá” de la lectura de situaciones e imágenes que van creando un marco verbal expresivo, sustituciones semiopoéticas propias de una cardinal múltiple de sentido. El hablar poético de un libro como Sí, nos advierte, a propósito de su alteridad, sobre horizontes y aperturas textuales infusas y difusas. Icono y palabra, teleología del poema y de la imagen, conducto expresivo y tensión imaginativa, van conformando algunos puentes de comprensión del poema, en la ruta de una negatividad expresa en cada parte del poemario.
Justamente en la primera página numerada del poema, asistimos a un proceso de semiosis simbólica, en cuya propiedad sintáctica, semántica y pragmática, podemos ver la necesidad babélica, postlectural y desmitologizadora. Los variados nacimientos y cimientos del poema se resisten desde el momento mismo en que la semiosfera visualizada por el poeta crea sus tensiones logográficas y semiográficas.
En efecto, los transcursos verbales del poema en Sí, conducen a un desajuste, a la vez que a un reajuste poético en cuyos ejes leemos lo que es la textualidad pulsional y sentiente de lo poético, lugar donde las líneas de significación reproponen otro espacio, otro contra-orden significante y, sobre todo, un marco poemático desde el cual todo gesto traduce, es decir, induce, transfiere, reconoce los mundos posibles del poema en su extensión de sentido.
En este caso, el proceso de diseminación y por lo mismo de inseminación poético-verbal o poético-figural, crean sus grados y niveles de comunicación en un ritmo que el poema y el poeta motivan en cada secuencia del espacio de significación. El poeta irónico y crítico activa un poema de la misma manera irónico y crítico.
Se trata de una respuesta a la tradición colonialista y poscolonialista del poema-garganta y del poema-narración que tanto la épica y la lírica han textualizado en Latinoamérica y el Caribe como fin y mediación. Y así, en “poemas silábicos”, el lector, desde un asombro que no puede ser más conjuntivo, pronuncia gravemente en su acto solitario los siguientes poemas-aforismos:
El tiempo
Es una
Ópera
La cultura
Es
El coro
En la acera
Tirado
Está el corazón de alguien
Un poemario
Sobre unas fuerzas especiales
Y sobre todo, llovizna fina
La ventana
Puede ser
La puerta
(Op. cit. p. 20)
La transformación, la magia, pero ante todo el acento conjuntivo, resignifica en la figura de Pigmalión el cambio de cuerpo, de palabra, de eje significante; de calidad del poema que se convierte en forma enunciativa directa en la que el yo se des-acepta para asumir otro trazado poiético dentro del poema:
Alborada en
Tus brazos
Árbol y hada
Ya apareció
Nada
Sin nadie buscarla
En el alma del árbol
Un dulce gravísimo
Lastima, suerte
Congoja,
Para muestra
Un nardo
No por no ser un patán
Pigmalión
Deja de ser un necio
El sentido del aforismo se vuelve haiku y viceversa, pero el poema no se inscribe en género ni en ninguna oferta retórica, neorretórica de la vanguardia o la posvanguardia.
“Crítica de la nación pura” empieza con un listado semántico-lexical que es, ante todo, una crítica al diccionario colonial y poscolonial guiado por la noción de archivo. Indudablemente, en la letra F de dicho listado-diccionario, encontramos que la “Fasci Nación”, implica políticamente de Festi Nación, seguida por las letras G y H: Germi Nación, Gober Nación; Haci Nación, Hiber Nación, Hiper Nación e Hipo Nación. (p. 49)
El reajuste crítico y taxonómico del poema lo encontramos en la S de Sí, donde los ejes lexicales son traductores de la nación como: Sa Nación, Sobre Nación Subordi Nación y Supra Nación. Por último, y, en un eje transmisor del concepto-concreto Nación, encontramos que la combinatoria léxicosemántica conduce a la Termi Nación, la Tras Nación y la Trepa Nación. (p. 50)
Se trata de una travesía establecida mediante frecuencias, donde el sentido se nutre de un speculum poético instruido por elementos concluyentes en la poeticidad-textualidad. La combinatoria asumida, no como juego o universo lúdico, sino como orden-desorden-contra-orden, “elementariza” y produce un simulacro de la lengua-lenguaje, pero además, un tejido visional mediante el cual el poema extiende sus bordes y ejes de sentido, amarrado, sin embargo, a los gestos fundamentales del nombrar-acentuar la sustancia-forma de lo poético.
La diseminación espacio-temporal y auditivo-fraseológica de Sí reclama, sin embargo, la conjunción de una dicción cuyas cardinales ayudan a consolidar los tiempos enunciativos de lo que hemos llamado el fraseo poético-elíptico o agrupamiento sintáctico-poético sintético, el fraseo analítico, el fraseo poético o agrupamiento sintáctico-poético fragmentario.
La resignificación poética de Sí promete límites y horizontes donde el verso desaparece como categoría preceptiva diacrónica o sincrónica. El poeta reconfigura entonces los tímpanos de una audición secreta y de una dicción diseminada, encaminada como tensión y volumen verbal. Los ecos de una concentración de especies poéticas semiográficas y semioverbales se conjugan en su articulación semántico-poética, donde asume el directismo contextual y textual, por cuanto los núcleos poéticos amarran el sentido como expansión textual y movimiento épico-irónico, desacralizante y desacralizado, en tanto que presentificación de la mirada crítica.
El autor, el destructor de sombras y espacios sociales hablan desde un registro donde el poema codifica sus miembros y perfiles, distancias y cercanías en el punto de espejismo y borde, centralidad del vínculo y la cópula que no exime el mundo de la obra, el autor de la palabra como apertura y diseminación.