Lo que hasta ahora ha publicado el poeta y artista visual puertorriqueñp Néstor Barreto tiene un sello fantasmal e imaginal que vale como historia mítica y como representación poética y estésica. Los ritmos de una poesía que desde el punto de vista del registro aspira a ser la más calculada y potencial transparencia, se debe a un marco de influencia literaria, artística y crítica apoyada en aquello que la modernidad y la tardomodernidad promueven como gesto y huella.

De ahí la importancia de Wallace Stevens, Williams Carlos Williams, Ezra Pound, Bob Dylan, Dylan Thomas, Los Beatles, Ernesto Cardenal, José Lezama Lima y otros para comprender la poética de Néstor Barreto. Muchas correspondencias y experiencias significativas se revelan en la poética de este creador multidisciplinario puertorriqueño.

Las intencionalidades y tropismos conformantes de su obra hacen posible los apoyos de una tradición y una antitradiciòn que paulatinamente va cobrando valor en la obra desde la fluencia grafocéntrica y textocéntrica.

Su libro es un ejemplo fehaciente de esto. Desde este continente que es a la vez simiente, encontramos una línea poética despojada de adornos, colgantes, especies cortantes, sigilosas que se conjugan como entidades tangibles del poema.

El nacimiento y el pulso de esta obra alcanzan su expresión, allí donde el elemento cualificado induce al  reconocimiento de un valor poético fundante desde el punto de vista poético-narrativo.

Toda una “especie de espacios” que al decir de George Perec asegura en el caso de nuestro autor un proceso de elaboración verbal, se percibe tematizado en la apertura imaginal de su visión poética. Retoman, en su caso, algunos modelos de la tradición moderna experimental, que ayudan a la comprensión de algunos valores estéticos y semióticos de la escritura.

En el caso de la poesía puertorriqueña contemporánea asistimos a un mapa con varios guiones textuales, teóricos, generacionales, críticos, culturales y geográficos. Lo que ha incidido en los bordes y centros de una poesía que se ha ido desarrollando paulatinamente en el orden poético-verbal y accional es justamente la problemática identitaria, metaidentitaria o postidentitaria.

A partir de estos ejes  históricos y metahistóricos asistimos al conocimiento de actos poéticos autorreferenciales e intrarreferenciales que se traducen en la expresión poética autorial y postautorial. Se trata de prácticas, movimientos líricos, textualidades y subjetividades en conflicto. Tal como se debe leer también en Postemporáneos, (1994), Para delfin (1992)  y Secretum (1993) de Joserramón Melendes ( Chemelendes) lo que sucede en la neocolonia desgarra el imaginario y crea actitudes muchas veces irónicas y radicales.

El coloquialismo y lo coloquial ordenan una poética del acontecimiento donde lo cotidiano es, en Néstor Barreto, lo que se acepta como escena de la escritura, toda vez que la visión registrada en superficie, activa los ejes semánticos de profundidad. Lo dialógico, la cita, el intertexto, lo que genera la literatura apócrifa remite en todo momento a lo estampado, la grafía como poiesis y metapoiesis. La invención, el arte regia, el ierograma, el metagrama y el poligrama, nos invitan en “Sutramán” (pp. 62-65) y en “El clan destino” y “Presagiantes”, a leer el doble de la representación, toda vez que “lo hablado”, lo poetizado, lo visual organizan la materia del sentido-sinsentido.

En nuestro autor, lo oral es un tejido que en todo momento pulsa los silencios de la significancia poética. Lo advertido como tiempo y graphia, no esquiva lo que se moviliza como intencionalidad sentiente, tal y como podemos advertir en “Ñaña”, donde la risa no es un estado ni una pulsión, sino lo que permite vivir una presencia. El giro hacia la negación. La situación de un dasein rebelado y revelado. La risa y el reír se expresan en un espasmo y una extensión de la subjetividad y la persona poética. (Vid. PP. 81-83).

Las 26 regiones de “K” constituyen un universo del sentido estimado y cualificado en las cardinales enunciativas del poema. Lo que conecta con un cuadraje opaco-transparente, es lo que justamente se desoculta en la memoria pulsada como embrión politrópico y sobre todo “decible” y posible  en el poema.

Sí, no afirma ni niega como oficio poético y noético. De ahí su relación sintáctico-semántica y polilógica con los Noemas: tratado de frenoteratologìa. La figuración gráfico-verbal no deja de pronunciar las unidades textuales o textemas en el marco de una intrusión directa e indirecta. Barreto pronuncia en tiempo y memoria su trasvase de alteridad, así como la potenciación de un pensamiento que, aunque dialógico, quiere re-inscribir la tradición de la ruptura y escrita del poema.

En el contexto de una productividad poética orientada al diálogos o a la dialéctica del poema y lo poético, la potenciación de una poética coloquial se advierte como constancia expresiva en lo que hasta ahora nos ha presentado Barreto como obra poética. En sus Noemas; tratado de frenoteratolgía y en La legión (Ed. Universitaria de Puerto Rico, San Juan PR, 2001), la relación sueño-realidad se cambia por la función realidad-impresión de realidad.

Poesía cerebrotónica, calculada y sensible a la vez, la misma se afirma en la función pragmática y conjuntiva de la poesía y lo poético. En el alcance de una impulsión polimodal, la expresión poética e hipertextual de sus poemarios amarra los ejes rítmicos y enunciativos de bloques, partes, esquemas poéticos, pautas verbales de superficie y puntos clave de referencia Tx. Los textemas, la crisis como sentido es un desfase. Por inducción, el poema se convierte en particularidad y generalidad de los elementos.

Las ruinas verbales o poéticas propias de la tradición escrita latinoamericana y caribeña, exhiben sus rizomas, núcleos y cardinales de significación.

Los pulsos del poema se reconocen en los puntos de composición de la lengua-lenguaje que se expresa en los diversos puntos fuertes del poema. En y en los Noemas…, así como en Eva, los viaductos de la significación temática y formal modalizan los estados, redes, poetemas o tubérculos metafóricos y simbólicos de la productividad poética.

Es así como Néstor Barreto moviliza las partes integrantes de una poesía que se niega a asumir una retórica de la ruina, proponiéndose, más bien, el compromiso de  lenguaje de mundo, significación y extensión de un proceso conjuntivo de emisión y recepción.