Larraín no nos deja de sorprender en su pretensiosa caótica estructura fílmica. Esto suele pasar cuando el creador quiere exponer muchos elementos no coincidentes en el espacio y en el tiempo narrativo. Por ejemplo, En el acto de clausura, cuando la transitada calle en Santiago se alternan los paisajes montañosos que separa a Chile de Argentina, la película comienza a tener un aspecto melancólico invernal parecido a los filmes del lejano Oeste. En ese momento el tiempo de la narrativa fílmica se desacelera, cuando realmente debería intensificarse para alcanzar el climax ó gradación.

La fotografía de Sergio Amstrong son incansables movimientos externos de la cámara sujeta al steadicam girando en torno a los actores y en desplazamiento de hasta 360 grados. Si la intención fue dinamizar la narración con estos movimientos, pues atinó muy bien para presentarnos largas secuencias sin alternación de planos que no evoca ninguna apreciación estética, mas sólo una sensación de histerismo visual parecida a algunos videos clips de MTV. La imagen confusa de una cámara en constante movimiento circular induce a una sobre-exposición provocada por el contra luz a una sub-exposición como consecuencia del cambio brusco de los ángulos de iluminación, aún más cuando no existe una iluminación regulada. Estos movimientos de cámara los vemos prácticamente durante toda la película sin importar el contenido de las escenas.

La fotografía del filme Neruda de Larraín nos recuerda aquellos mediocres pintores que sin haber demostrado que dominan la perspectiva, la composición, la luz, la sombra, las veladuras, el Alla Prima, etc. ya están deformando la imagen; pues es más fácil pintar garabatos y calificarlos como una obra abstracta ó posmoderna, y a quien no le guste se le considera un ignorante por no ser capaz de apreciar, por estigmatizar la supuesta obra.  Es más triste catalogar una supuesta obra de arte como excelente sin entenderla y sin tener una experiencia estética con ella, solamente por sumarse a una opinión colectiva concertada por el esnobismo.

Es posible que no inventemos nada nuevo dentro del lenguaje de la estructura fotográfica de la narrativa cinematográfica. Empero, eso no significa que no seamos creativos. También en la música solo hay 7 notas básicas en el pentagrama, así como los colores primarios de la luz son tres (rojo, azul y verde). Sin embargo, el espectro, las tonalidades, las variaciones, etc. pueden ser infinita, tan sólo depende de la creatividad y el ingenio del artista. Hay reglas que se tiene que respetar. También están en la gramática. Si no obedecemos esas reglas, entonces no podremos expresar una idea coherente e inteligible.

Calderón y Larraín inventaron su propio Neruda para que éste invente al agente policial, Óscar Peluchonneau, que lo persigue noche y día. El Neruda (inventado) inventa su antagonista para que su vida se transforme en un drama de acción.  Podría ser original esta ficción. Pero el tema está mal trabajado. El contexto y la forma de presentarlo hace que se pierda el propósito.

Hay dos momentos culminantes en la vida del verdadero Pablo Neruda que influyeron y marcaron su obra poética. El asesinato de su amigo Federico García Lorca por los camisas negras de Franco y su escape clandestino al exilio. El segundo momento, es  culminante en la vida del poeta y es cuando precisamente transcurre la historia ficticia del filme de Larraín. También es durante ese tiempo, mientras huía al exilio cabalgando tres meses por las crueles montañas de los Andes, cuando escribe la sección EL fugitivo del décimo poemario Canto General.

A pesar de que, la historia sobre Neruda en el filme de Larraín es una ficción no se puede tolerar una imagen bochornosa del poeta; y menos cuando nos referimos al artista más humanista y más consecuente en la lucha social que ha dado la humanidad.  Pablo Neruda vivió intensamente su vida y fue un verdadero testigo de los acontecimientos más transcendentes de la historia del siglo 20. Son tantos los episodios palpitantes de la vida del poeta, que sólo la falta de fantasía y de conocimiento en el cineasta hace  proyectar cualidades superficiales en una ficticia historia sobre un poeta de la magnitud de Pablo Neruda. 

La retroproyección durante el viaje en automóvil, el uso del claroscuro – Le Noir– y algunas secuencias inundadas de una iluminación purpura, sugieren que nos hemos encontrado en un mundo inspirado, no por la realidad, sino por películas antiguas. Del mismo modo, la ilusión de un espacio ficticio coherente rompe la alternancia de la perspectiva de una forma enajenada, incluso en la ubicación de los diálogos. La película no nos da una respuesta clara sobre quién fue realmente Pablo Neruda y qué estaba haciendo exactamente en los años 1948-1949. Si la verdadera intención de Larraín con su filme Neruda, fue enmugrecer al poeta retratándolo como un bohemio promiscuo y que no le importaba el bienestar de su pueblo, entonces Larraín logró su cometido.