Una de las características más vergonzosa de algunos países de nuestra región es el nepotismo. Este mal que se presenta connota la indolencia, irresponsabilidad y corrupción existentes en los gobiernos de éstos. Creer que la cosa pública les pertenece y que es un patrimonio familiar, sin importar lo que pase y a quién o quiénes perjudique, porque piensan que se lo merecen y el país se los debe.

En Chile, por poner un ejemplo, el presidente Piñera fue acusado de nepotismo. Muchos de sus ministros y altos funcionarios presentaban nexos familiares entre ellos, especialmente el nombramiento de su hermano, Pablo Piñera, como embajador de Chile en la Argentina que causó mucha protesta, a pesar de que éste ocupó varios cargos gubernamentales en distintos gobiernos. Nueve días después de la designación, el presidente desistió del nombramiento, esto lo llevó a que en junio pasado firmara un Proyecto de Ley que sanciona el nepotismo en el Estado.

También existen casos en la Argentina con los Kirchner o Venezuela en el actual gobierno, en Nicaragua, Uruguay, México, por citar algunos, donde se presentan  las familias presidenciales y son éstas las que dominan y deciden, obteniendo las posiciones más relevantes y donde más recursos se manejan.

Pero esto del nepotismo no se queda en Latinoamérica, años atrás, en un artículo del ex Embajador de la República de Argentina ante las Naciones Unidas, Emilio J. Cárdenas, señaló este mal en Corea del Sur, por parte de la ex presidente Park Geun-hye, en Azerbaiyán con la familia Aliyev y en la India con los Nehru-Gandhi.

Nuestro país no es la excepción, por el contrario, son muchas las denuncias de nepotismo en los diferentes gobiernos. Familias completas en el tren gubernamental y en posiciones grandes. El pastel se ha repartido bien y ya parece no importarle a nadie.

Pero el desorden es tan grande que ya no basta con ser familiar de un ministro o cualquier otro alto funcionario, cuando uno ve y se da cuenta en departamentos y dependencias pequeñas que están contaminado con esto, es para uno tirar la toalla, porque ya no se puede más. Esposo, esposa, hijos, ya no importa y lo peor es cuando son personas incompetentes, que en muchos casos son o han sido sacados por no cumplir con lo que requiere el cargo y por el mero hecho de una razón política, vuelven y se quedan a lo largo de los años ahora con todo y familia.

No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, el nepotismo es corrupción y peor como se presenta aquí, con personas ineptas, que aprovechan la posición para favorecer a familiares directos, haciendo un daño incalculable en donde están designados y a la nación.