El mundo convulsiona con las protestas ante las consecuencias económicas y sociales de las reformas y decisiones que, basadas en el neoliberalismo como ideología y ortodoxia, conformaron el recetario que ha sido aplicado en América latina (en la década de los años 90 y comienzos del actual siglo, y más frecuentemente en Europa y otros países desarrollados.
La ola de indignación que se expresó en Túnez y Egipto, España y Grecia, Inglaterra y muchos otros países, ha alcanzado los Estados Unidos con el movimiento "Ocupar Wall Street". Se protesta por el desempleo, por la inequitativa estructura de impuestos que hace pagar más a los empobrecidos que a los millonarios, por la muy desigual distribución del ingreso, por el debilitamiento de los sistemas públicos de protección social, salud y educación, entre otros. En fin, se protesta por las reformas que han subordinado al mercado y al sistema financiero los derechos y la calidad de vida de la gente.
En América Latina estas medidas fueron implantadas 20 años antes que en Europa, y la mayoría de nuestros países vienen de regreso de esta pesadilla. Emprendiendo caminos divergentes de esta ortodoxia neoliberal que acentuó las desigualdades y la exclusión social.
Las reformas neoliberales en nuestro país, conllevaron al predominio de los intereses del sistema financiero y del comercio importador sobre la producción de bienes y servicios y la generación de empleo, y a la subordinaron los sistemas de salud y seguridad social, a los intereses de las aseguradoras lucrativas y de sus propietarios, los bancos.
La presente campaña electoral plantea una oportunidad para debatir el futuro. Si continuaremos trajinando los caminos del neoliberalismo, o si intentaremos transitar hacia un modelo de desarrollo incluyente. En el campo de los servicios públicos básicos, si continuaremos priorizando garantizar elevados márgenes de beneficio a los agentes de intermediación financiera, o priorizaremos garantizar a la ciudadanía la protección de su salud y la previsión social, o por el contrario las ganancias de las aseguradoras.
Estos son debates clave. Quienes sostienen que es necesario fortalecer lo público en el sistema de salud y seguridad social, y quienes consideran que la prioridad es fortalecer lo privado lucrativo y especulativo.
Hemos visto que algunos de los asesores de Hipólito y el PPH concentran sus energías en la defensa a ultranza del modelo de seguridad social y su marco legal, y sus ataques y denuncias se limitan a tratar de desprestigiar a SENASA, en beneficio de las aseguradoras privadas lucrativas. Tratan de debilitar al Ministerio de Salud Pública como órgano Rector del sistema de salud, y en general a todo lo que pueda significar mayor regulación del mercado.
Si estas posiciones publicas representar el sentir de Hipólito o no, corresponde al candidato aclararlo, pero mientras tanto conviene destacar que este tipo de abordajes neoliberales ortodoxos también predominan en especialistas de otros campos vinculados a su candidatura y en otros campos de la gestión pública. Alrededor del candidato del PPH parecería haberse nucleado los defensores de la ortodoxia neoliberal.
Estos enfoques que hoy son repudiados en diferentes rincones del mundo y la mayoría de América Latina, en nuestro país prácticamente ya solo son promovidos y defendidos por algunos de los más conspicuos asesores del candidato del PPH.