En el artículo anterior, decíamos que, paradójicamente, la sociedad dominicana ha sido impactada por la implementación de un capitalismo global-neoliberal que, por un lado, ha producido un deterioro y precarización de los trabajos y, por el otro, ha estructurado la ideología del consumismo, es decir un incremento de las expectativas de bienestar, placer y felicidad en los jóvenes a través del consumo.
El apogeo de las redes y los medios de comunicación y las grandes estrategias mercadológica-publicitarias, han hecho posible la construcción de una cultura del consumismo en la sociedad dominicana, pues se está produciendo la estimulación perpetúa de las demandas y la multiplicación infinita de la necesidad de consumir, sobre todo en los más jóvenes.
Con la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), los jóvenes se han convertidos en los mayores consumidores de las industrias culturales del entretenimiento, de los productos cinematográficos y audiovisuales; música, cine, videos. De las industrias de los espectáculos de diversión; fiestas, conciertos, eventos deportivos, las industrias de la belleza; las modas, las marcas, las cosméticas, los gimnasios, las cirugías plásticas, los tatuajes, los piercings, etc.
A pesar que no contamos con datos suficientes sobre el consumo cultural en el país, en varios países de la región latinoamericana se ha puesto en evidencia, con algunas informaciones básicas, el aumento de la participación de los jóvenes en espectáculos, ferias, el consumo de medios audiovisuales, internet, celulares, hábitos de lectura, como también sus preferencias, gustos y hábitos sociales, donde se deja ver la enorme influencia de los medios de comunicación y las industrias culturales transnacionales.
Con las estadísticas proporcionada por Indotel, sabemos que en el país, se ha ampliado la cobertura y uso del internet, pues para enero de 2019, se contaba con más de 6.9 millones de usuarios, con una penetración del 64% de la población. Los datos indican que de los 10.9 millones de habitantes de República Dominicana, el 78% de la población, equivalente a 8.53 millones, posee al menos un teléfono móvil y, de esa cantidad, el 77.8% tiene la posibilidad de acceder a internet a través de su dispositivo.
En el país están presentes las principales cadenas de gimnasios transnacionales, una importante industria de la belleza que se dedican a la producción de cosméticos y artículos para satisfacer las demandas de la estética personal. Una industria de la música urbana; una red de videos y plataformas digitales que se promueve a nivel nacional e internacional. Así mismo sucede con la industria del deporte, toda una cadena de programas de radio, televisión y bancas de apuestas deportivas. Se estima también, un significativo aumento de los centros de cirugías estéticas, los piercings y, tatuajes, donde los principales consumidores son los jóvenes entre 15 y 35 años.
El consumo cultural en los jóvenes, no sólo se ha convertido en un medio o recurso para la distinción de clases o de status social como se pensaba anteriormente, sino también, en una búsqueda de reconocimiento social; ser o parecer joven, andar bella (o) y a la moda, comprar los tenis de marcas, tener las pintas de modas y el último celular, se ha constituido en un activo o, capital estético, para relacionarse, comunicarse y, obtener el reconocimiento de los pares de amigos en su vida cotidiana.
El consumo cultural no se agota en el acto de consumir, sino que hace posible la (re)presentación simbólica de los jóvenes en los que podemos llamar los territorios colonizado, dominado, por lo joven; como son las playas, los parques, los malls o plazas comerciales, drinks, discotecas, las esquinas de los barrios, las fiestas callejeras o teteos, colmadones, centros nocturnos, agregándole al consumo; a su forma de vestir, comportarse y hablar, un valor significativo como medio de (re)presentación individual y de búsqueda de reconocimiento social.
La lógica del consumo se orienta al corto plazo y la búsqueda de gratificación inmediata; lo novedoso, los que está de moda, se eleva por encima de lo tradicional, lo perdurable. En ese sentido, los jóvenes están atrapado en un círculo de consumo y producción de consumo interminable, donde lo único permanente es la necesidad de consumir para estar a la moda.
Estar a la moda, en este contexto de precariedad laboral y exclusión social en los que viven los jóvenes de los sectores populares, significa incorporar la cultura del consumo del capitalismo global. De manera que, las juventudes dominicanas se ven enfrentada a las disyuntivas de montarse en el tren de la modernidad consumista o, sufrir las consecuencias de la baja autoestima y la falta de reconocimiento social en su grupo de pertenencia.
La democratización de las expectativas de consumo que ha estructurado la ideología neoliberal en la nueva generación se ha constituido en un dilema o un fuerte problema social que puede producir frustración, stress, depresión y otras consecuencias sociales como violencia, delincuencia y suicidio, pues, subjetivamente, los jóvenes aspiran a disfrutar de una diversidad de experiencias significativas, con el fin de alcanzar cierto estado de placer y felicidad a través del consumo, pero objetivamente se enfrentan a un creciente aumento del desempleo, de precariedad laboral e inseguridad social.