Quizás, muchos de mis amables lectores albergan la idea de que el imaginario de la globalización inició con el ensayo El fin de la Historia, del politólogo estadounidense Francis Fukuyama, donde analiza el fin de las ideologías y un mundo unipolar atrapado en una aldea global. Sin embargo, la crisis financiera del 2008 que tuvo su epicentro en los Estados Unidos nos dejó como legado, una escalada deflacionaria, baja productividad, ingresos estancados, aumento de los movimientos populistas y una reacción violenta en contra de la globalización: si todo esto le suena familiar, puede ser que no se encuentre tan lejos de la realidad.
En realidad, la primera ola de la globalización inició con la llegada de la segunda etapa de la Revolución industrial, con la introducción de las líneas de ensamblaje, que permitieron masificar la producción, y, por ende, les permitió a los países diversificar sus economías, brindándole cabida al sector financiero como catalizador de los medios de producción, dando paso así al capitalismo salvaje. Durante esa etapa de la segunda Revolución industrial, existió un período que es denominado en la historia como la Depresión Perpetúa, que abarca los años entre 1873 y 1896. Este período de la historia guarda mucha similitud con el momento que vivimos actualmente.
Por ejemplo, los Estados Unidos estuvo en recesión desde octubre de 1873 hasta marzo de 1879, para un total de 5 años y 5 meses, en este lapso la economía estadounidense se contrajo un 33.6%. Hasta el momento, sigue siendo la recesión más larga registrada en la historia, y le siguieron cuatro períodos más de recesión, para un total de 161 meses, o más de 13 años, en contracción durante ese período de tiempo (1873-1896). En dicha época, el PIB real estadounidense se contrajo por un 165.6%, de acuerdo con datos ofrecidos por el Buró Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés).
Sin dudas, el pánico de 1873 fue posiblemente la primera gran crisis financiera internacional durante la primera ola de la globalización. Todo comenzó en Europa que era el centro financiero mundial, con el colapso de la bolsa de valores de Viena, luego se extendió a los Estados Unidos después del fracaso de la casa bancaria de Cooke and Co. por su inversión en el ferrocarril del Pacífico Norte. Esta crisis financiera global trajo como consecuencia una caída de los niveles de productividad en Reino Unido, por lo que, si hacemos una comparación de los niveles de productividad de los últimos 300 años, este es el único período en la historia comparable a los niveles actuales.
Otro de los grandes efectos de esa Depresión económica fue la deflación. Si bien es cierto, que la mayoría de los analistas coinciden en que los efectos de la globalización, la innovación tecnológica y el cambio a una economía orientada a los servicios fuera de la manufactura se han combinado para mantener la inflación a la baja, estas presiones deflacionarias fueron aún más fuertes a finales del siglo XIX, produciendo un período sostenido de precios bajos. El Reino Unido, experimentó una inflación promedio de -1.4% entre 1873 y 1888.
Otra característica del período denominado como Depresión Perpetúa, fue la rigidez del mercado laboral, causada por un cambio tecnológico brusco que neutralizó al segmento de la fuerza laboral con salarios medios. Esos cambios tecnológicos ocurridos a finales del siglo XIX incluyeron la invención del teléfono, la bombilla y el automóvil. Un símil de lo que estamos viviendo hoy en día con la Cuarta Revolución industrial que ha traído consigo la Inteligencia Artificial y el Internet de las Cosas como (microondas que se conectan a Internet y cámaras que rastrean cada uno de nuestros movimientos).
Dada esta coyuntura económica, para finales del siglo XIX inician a surgir los movimientos populares. De esa manera, surge la palabra populismo en el año 1891, en honor a un movimiento lanzado por agricultores y trabajadores del medio oeste y el Sur de los Estados Unidos. De esa misma forma, la mayoría de los partidos políticos de corte socialista empezaron a surgir en la última década del siglo XIX.
La organización política de los movimientos obreros alrededor del mundo, especialmente en Europa y en los Estados Unidos, jugaron un rol determinante en el aumento de los salarios de los trabajadores y en el mejoramiento de sus condiciones laborales y de vida. El movimiento obrero y la “amenaza del socialismo”, dieron al traste con la creación del Estado de Bienestar y la organización de los trabajadores en sindicatos. El temor por el surgimiento de una Revolución socialista en Europa occidental y en los Estados Unidos, causaron un efecto poderoso en la mejora de la distribución de las riquezas que perduró hasta la década de los 70 del siglo XX con el desmonte del Estado de Bienestar, que le dio paso a la segunda ola de la globalización y al neoliberalismo.
Si partimos de la tesis hegeliana de que: la historia se repite dos veces. La izquierda tiene la historia de su lado para causar una transformación profunda del sistema, que aniquile de una vez y por todas las estructuras anquilosadas del capitalismo salvaje del siglo XXI, que mantienen al mundo en una esclavitud imperecedera.