Comunicar a través de los textos y su interpretación es hoy, tanto una obligación, como una necesidad. Numerosos especialistas de las diferentes áreas del saber entienden que el texto escrito y el discurso oral son manifestaciones de la comunicación pública y privada, siendo ambos modos experiencias desde las cuales construimos el lenguaje y la significación social.
El gran problema de la escuela actual y de la cultura occidental es la interpretación de los textos dirigidos por empresas diversas que se reconocen, además, como empresas del sentido común y, lo que es más, del sentido interindividual. Actuamos, trabajamos y funcionamos en la reconocida era de los discursos públicos, institucionales y en los espacios de la comunicación especializada en contexto.
En este sentido, el estudiante, el sujeto público en su extensión y las redes accionales que involucran personas en situación de leer y escribir e interpretar mensajes, necesitan del acto y la práctica constructiva de la lectura para afirmar los diversos compromisos sociales y conocer el orden de las manipulaciones políticas en la esfera pública. Pues la lectura no es más que un acto de unificación de lo social en sus diversas instancias de lengua y discurso.
El objeto de la lectura es el conocimiento de los órdenes que integran lo social y sus comunes significaciones que se aceptan como educativas y culturales.
La escuela impone consciente o inconscientemente la lectura como método y práctica, fuera de los cuales ella misma no puede existir; pues el aprendizaje y la enseñanza se materializan en la relación pensamiento-lenguaje-realidad y estos tres componentes se actualizan y funcionan en la lectura o interpretación de los sujetos sociales y culturales.
Así las cosas, leer significa saber reconocer y transmitir lo social en toda su amplitud, siendo así que lo social es un conjunto que se traduce en 1- correspondencias comunicativas, 2- Relaciones familiares, 3- Relaciones empresariales, 4- Relaciones humanas, 5- Relaciones comerciales, 6- Conocimiento interindividual, 7- Inter-comunicación pública, 8- Intercomunicación política, etc.
Estos determinantes empíricos del acto de leer conforman la sociedad a través del lenguaje y sus convenciones, pero además, facultan al sujeto para una acción organizada, codificada y polivalente en el ámbito de las relaciones públicas y privadas. La lectura particularizada como orientación influencia lingüística y como construcción de mensajes, establece la base de conocimientos que necesita el sujeto en lo social para ser reconocido, entendido y particularizado en la comunicación.
Desde la familia y la escuela es mucho lo que se puede hacer a partir de la lectura. Una biblioteca digital o física es un medio útil para que cada familia o núcleo humano se ponga en contacto con la cultura a través del escrito, pues éste ayuda a desarrollar el pensamiento, el lenguaje y el conocimiento desde la vida misma.
El esfuerzo por adquirir libros se hace necesario en este tiempo de crisis y de grandes manipulaciones sociales, donde hasta la vida del sujeto público depende del lenguaje, la lectura y la escritura. Las palabras en contexto dicen más de lo que expresa su sentido de diccionario. Trabajamos más con palabras que con instrumentos manuales y técnicos. Nuestra cultura-sociedad es parte de la civilización de la palabra y de la imagen. Esto quiere decir que debemos leer la imagen y la palabra como formas activas de comunicación y lenguaje.