En el amanecer de la modernidad, un profesor de latín, académico, estudioso, consultor de la realeza y como tal, instructor humanístico clásico llamado Elio Antonio de Nebrija, reflexionó y construyó un edificio teórico-práctico sobre la lengua española. Dudas han surgido sobre el hecho de que su obra haya sido la primera gramática castellana. Sin embargo, la Gramática Castellana de Nebrija es, hasta ahora, la Isagogé o İntroducción a una lengua ya de uso en el espacio neo-romance y en la cultura denominada Ibero-romance.
En el mapa de la Romania, el español tiene su historia y geografía como lengua, imperio e influencia. Pero esta lengua, también colonizadora, aparte de que ha creado niveles de comunicación y desarrollo, también ha creado niveles de opresión, producción, reproducción, apropiación, desproporción, esclavismo, riqueza, manipulación y respuesta política, entre otras cosas.
Coincide históricamente la aparición de la primera Gramática castellana con el descubrimiento de América en 1492, así como con el Diccionario latino-español y dos años más tarde con la publicación del Vocabulario español-latino (1494). Nace con Elio Antonio de Nebrija la lexicografía latino-romance y la lexicografía española.
Elio Antonio de Nebrija fue el pseudónimo de Antonio Martínez de Cala y Xarava, quien nació en Sevilla en 1441 y falleció en Alcalá de Henares en 1522. Conocido como Elio Antonio de Nebrija, dicho humanista y erudito fue preceptor, editor, impresor, consultor, astrónomo y colaboró con la revisión de la Biblia políglota complutense por encargo del Cardenal Cisneros en 1502.
Así pues, Nebrija, quien fue formado también como teólogo, helenista y latinista agotó un largo período de formación en Bolonia (Italia), donde aprendió también otros oficios humanísticos de prestigio. Este humanista sabía de la importancia de la lengua en la conformación de los imperios y los Estados. Por eso puso en circulación aquel argumento en torno a la cercanía de la lengua con el poder, esto es la lengua como compañera del imperio. Precisamente tal argumento iba a tener resultados en el origen del descubrimiento de América, donde la lengua fue el mayor vehículo de comunicación en todo el trazado y la acción colonizadora. Lo que nos colonizó fue la lengua como sistema de control, represión, ocupación territorial y fuerza para el dominio económico en la isla y en los territorios de América.
En efecto, el imperio español en América llegó con su cultura, sus instituciones, con su lengua, su derecho de propiedad escrito en un idioma o dialecto romance de base latina que, en aquel momento, comenzaba a fijar algunas Reglas de ortografía española (1517), influidas en gran parte por las İntroducciones latinas (1481), ambas obras escritas por Nebrija.
Para este filólogo y gramático español estaba claro que un imperio tiene su fundamento principalmente lingüístico, político y económico, toda vez que la justificación de la dominación sociocultural tiene su fuerza en la lengua y en el intercontacto real entre el opresor que la impone y el oprimido que está obligado a aceptarla por razones sociales y de comunicación con el poder.
Siendo la lengua para Elio Antonio Nebrija la amiga, la compañera del imperio, al mismo tiempo es la lengua del Estado, pero también la lengua del sujeto esclavizado, manumitido, la compañera de base de los Estados modernos, de las nacientes colonias de América, de las religiones imperiales, de las economías, de las leyes, del derecho, en fin, de las naciones modernas.
Así las cosas, los discursos culturales y sociales se sostienen por los códigos-ejes de generación y producción de conocimientos en todas las instancias donde se construye, se piensa y se impone un imperio, una determinación de poder o de fuerza política. De ahí que las lenguas imperiales reconocidas en la Romania, la Germania, la Hispania, la İndianía en América, la Afroamericanía y otros espacios socioculturales, constituyen formas de poder, resistencia, acción cultural o intercultural, explicables a través de los aportes de la Etnolingüística, la Sociolingüística y la Dialectología en toda sus extensiones de conocimiento, acción sociocultural y práctica verbal en contexto de competencia y realización.
En nuestro caso, el español de América se ha conformado históricamente como idioma impuesto bajo el lema “la lengua es la nacionalidad”, “la lengua es la patria”. Ambos dictados de poder han constituido la mayor dictadura de la historia y, en nuestro caso, de nuestra historia colonial, nacional, política, educativa e institucional.