Jesús dijo, "yo soy la verdad".
Como pueblo cristiano que somos, el mejor tributo que haríamos en esta temporada a Jesucristo es volver al centro hablando la verdad. Porque este tiempo apocalíptico se percibe más que en otros tiempos el hedor en las calles y cloacas de lo que se dice sin filtro en la radio, la televisión y las redes sociales. Es asombroso la cantidad de neuronas muertas en el "cerebro" social producto de palabras soeces, falencias y huecas.
Decir la verdad, es primordialmente importante para todas las generaciones. Ha pasado muchos años y todavía se habla de las generaciones de los años 50, 60 y 70 dónde su principal valor está centrado en la verdad. Ya que la verdad representa el testimonio y la credencial de la persona. Cuando en una familia se habla la verdad se fortalece integralmente el ser y con ello la sociedad. Incluso, con la verdad se evita la ignorancia y se corrige el error. La verdad es un tesoro visible que habla de la formación y la creencia. Porque cuando se habla con franqueza la verdad es revelada y no puede ser separada con la utilización de ningún medio físico. La verdad es homogénea y no cambia en ninguna las circunstancias de la vida. Ella en sí misma es estable, invariable, constante y permanente.
Sin embargo, hay un sinnúmero de nubes estacionadas (temporalmente) en las cabezas de diferentes sociedades con una enorme cantidad de público cautivo, especialmente, generación "Millennial", "Z" y "Alpha" de los cuales son los principales cibernautas en que la información que reciben por medios de comunicación incluyendo las redes sociales, dista que la objetividad no suscita ningún valor emocional, espiritual o cultural, sino sólo valor numérico. Por ende, básicamente, su fuente de nutrición es la fantasía. Ante esta lamentable ¨verdad¨ se denota en el argumento la decadencia subjetiva de la verdad.
La gente -en este segundo- de alguna manera miente. Para muchos, mentir es prácticamente una moda con rango de espectacularidad. Don Mario Vargas Llosa en su libro "La civilización del espectáculo" califica como ¨la decadencia de las sociedades¨ por ir tras la conquista de lo fácil y superfluo sin importar la forma o la dinámica utilizada para alcanzar dicho objetivo aunque la verdad se reduzca o cambie su valor por presión de los consumidores. Dicho de otra manera, la esencia y lo místico de la verdad se pierde cuando se miente, y esta sociedad [totalmente] está aprendiendo a mentir.
Y por efecto de repetición, seguimos mintiendo en los medios de comunicación, en las empresas, en los hospitales, en las escuelas, en las religiones, en todas partes. De manera, estamos metidos en una burbuja gigante de fantasía.
Nunca como hoy, el hombre o la mujer se afana para que esa imagen (falsa) se vea estupenda (y se crea) como una efigie (real) irrefutablemente aceptada; y para colmo: cada día más, la fantasía gana más adeptos cuando nosotros mismos inducidos por bombardeos sistemáticos de publicidad subliminal repetimos lo que leemos, vemos y oímos sin filtro. Entonces, la mentira reproducida en falsetto se habla y se proyecta en nuestras vidas –simplemente- como colar café.
Pero, ¿cuál es su repercusión? Según Vargas Llosa en el ¨Arte, la Cultura Popular, Posmodernidad, Educación, Multiculturalidad, Erotismo, Política, Medios de Comunicación, Religión, Capitalismo, Tecnología y Literatura, todas están sensiblemente agrietadas y las grietas son enormes¨; y, sus órganos [radio, televisión y redes sociales] también hicieron metástasis.
Por otro lado, el escritor mexicano Fernando Buen Abad dice, algunos internautas mantiene a flote una mentira (que otro dijo), por no saber diferenciar ¨entre una verdad y un rumor falso¨ y, estúpidamente, le da a me gusta, lo reenvía y hasta lo convierte en viral.