Los tiempos navideños son apropiados para muchas cosas, entre ellas, reflexionar sobre el trabajo realizado en el presente año que agoniza lentamente. Por más que luche por sobrevivir, sus días están contados. En ese breve transcurrir, se puede pasar revista acerca de los esfuerzos unitarios implementados, inconclusos y los que no se pudieron materializar.
De mi parte, estoy satisfecho del deber cumplido. Hice todo lo posible en contribuir a mantener encendida la chispa de la unidad, en las redes sociales, y sostener conversaciones unitarias con dirigentes y militantes de la izquierda y el progresismo. Hasta tal punto que la misma es la comidilla en los círculos revolucionarios y progresistas. Lo que era imposible plantearlo, por las malas experiencias acumuladas, ahora es el tema obligado en abordarlo.
El tema de la unidad aglutinó a decenas de revolucionarios y progresistas que no están organizados en entidades partidarias. Se convirtieron en fuerza determinante, con poder de convocatoria e influencias en las plataformas cibernéticas. Llegando a ser tomado en cuenta por la cúpula de las organizaciones de izquierda.
El trabajo se hizo con esmero, abnegación y esperanza. Esperando, siempre, la reacción positiva de los dirigentes encargados de dirigir el movimiento revolucionario. Hasta ahora, todo se ha quedado en artículos y comentarios en las redes sociales, intentos frustrados y posiciones divisionistas, muy lamentables.
El desaliento, en ocasiones, ha tocado la puerta de los revolucionarios inorgánicos, sin partidos, llegando al extremo de intentar aglutinarse para presionar a la cúpula dirigencial partidaria, a dar los pasos tangibles, sin trucos de cámaras, que concretice el inicio del proceso unitario que culmine con la formación de un instrumento político conjunto; y enfrentar los desafíos del presente y el futuro.
A pesar de todo, hay tiempo para no dejar caer el asunto de la unidad. Y que mejor en esta Navidad, días de fiestas, compartir en reflexión permanente acerca de los desaciertos, dificultades y conductas inapropiadas que alejan el acercamiento sincero de los revolucionarios y progresistas, esperado por un amplio sector de la sociedad.
Son muy solidarios, contentos y felices con el avance del movimiento revolucionario y progresista en América Latina y el Caribe. Sin embargo, mantienen una posición divisionista, arrogante, muy bien disimulada, y sectaria, cuando se trata de tocar el asunto de la unidad entre los dominicanos. Un comportamiento que no se corresponde con la corriente política que camina triunfante en toda la región.
Los revolucionarios latinoamericanos y caribeños se unen, porque presentan debilidades parecidas a las nuestras, y consideran imperiosa la necesidad de unidad, tener vocación de poder, para sumar fuerzas. Eso sí, se ponen de acuerdo en los aspectos programáticos y relativos a las candidaturas; para profundizar el proceso democrático que mejore las condiciones de vida y trabajo de la población.
La unidad no es tan difícil, eliminando los escollos, no obstante las amargas experiencias. Las debilidades son evidentes, para continuar inventando. A esta altura del juego no es justo seguir repitiendo las posiciones ideo-políticas que han provocado terribles daños al movimiento revolucionario. Urge la unidad.
No es de revolucionarios aplaudir acciones políticas unitarias en otros países, y aquí, República Dominicana, se actúa en forma contraria, obstaculizando las mismas. Se practica con el ejemplo, si se quiere ser coherente. La unificación programática y de acción de la izquierda, los progresistas y demócratas, es una necesidad nacional.