“Nota inconclusa de Morelli: No podré renunciar jamás al sentimiento de que ahí, pegado a mi cara, entrelazado en mis dedos, hay como una deslumbrante explosión hacia la luz, irrupción de mi hacia lo otro o de lo otro en mí, algo infinitamente cristalino que podría cuajar y resolverse en luz total sin tiempo ni espacio. Como una puerta de ópalo y diamante desde la cual se empieza a ser eso que verdaderamente se es y que no se quiere y no se sabe y no se puede ser” (Julio Cortázar. “Capítulo 61” en Rayuela, 2004:421.obras completas III. Novelas 11).

Indagar en la fosa de las Marianas  del ciberespacio, para ver puntos de estrellas y dormir sobre ellas, para trazar líneas de colores entre agrietadas cuencas virtuales que conecta con la mente en redes de causes virtuales. Pero esto no lo da un año (tampoco dos o tres), sino el tiempo real de vida que te dice cuán profundo has llegado en lo virtual, donde solo observa imberbes emprendiendo el viaje del cual no comienzan por vivir enredados en redes e hiper-redes, consumiéndose la instantaneidad del viaje que le dice: Bienvenido a Internet.

  No es lo mismo el sujeto que se consume en la porosidad de las redes del ciberespacio y se pierde en sus catacumbas que el vivir en ese espacio indagando, conociendo, aprendiendo y que, con el tiempo, siente que le cambió el estilo de vivir y compartir.

El hecho de estar pululando en el ciberespacio, sin estrategia de aprendizaje y de participación, no significa que estamos innovándonos y cambiando nuestra vida.  Si no hay cambio de conducta y formación cibercultural, no hay aprendizaje en ese cibermundo.

El sujeto cibernético que logre con una estrategia bien definida navegar por las hondonadas, los vericuetos y la porosidad de las redes del ciberespacio, dejándose llevar por sus confines y sin perderse entre sus ciberbasuras, podría decir, a su regreso que el Éter Griego no es una mitología.

Previo a esa navegación por esos espacios virtuales es importante leer el siguiente fragmento del cuento de Borges:

“Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos (…).Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos (…).Si todos los lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz” (ibíd.: 139-140).

Luego de este cuento, seguir con Dante y la Divina Comedia para no quedar atrapado en algunos de los círculos virtuales del Infierno, configurados como un cono invertido, donde entramos bien en su anchura, pero vamos lentamente moviéndonos hacia las profundidades más estrechas del ciberespacio:

“De que estaba en la proa me di cuenta del valle del abismo doloroso que de quejas acoge la tormenta. Oscuro y hondo era, y nebuloso, tanto que, aunque miraba a lo profundo nada distinguir pude en aquel pozo (…). Bajé desde el primero hasta el segundo círculo, que menor trecho ceñía más dolor, que apiada, más profundo”. (1984: 21-26).

Siguiendo estas directrices navegaremos sin perturbaciones y con la lucidez para comprender que el filósofo Platón resquebraja el concepto de redes y nos pone a reflexionar sobre ese espacio virtual interactivo con su alegoría de la caverna:

“Imagínate una caverna subterránea, que dispone de a una larga entrada para la luz a todo lo largo de ella, y figúrate unos hombres que se encuentran ahí ya desde la niñez, atados por los pies y el cuello, de tal modo que haya de permanecer en la misma posición y mirando tan sólo hacia adelante, imposibilitados como están por las cadenas de volver la vista hacia atrás”. (200: 271).

  Para navegar no hay que someterse a una ciberdieta ni vacacionar por miedo a vivir encadenado en una caverna virtual. El problema está en saber navegar y para qué se navega. En el caso de los humanistas, filósofos, sociólogos, psicologos y literatos, para que no se enreden en ese espacio virtual, navegar con un espíritu más allá de lo dantesco, revisar la Divina Comedia. Además para que no engullan las herramientas de Internet, les recomiendo el libro “séptimo” de La República de Platón y para que no se enreden en datos, ciberadicciones e informaciones y puedan descubrir otras dimensiones de significados, de símbolos y de diversos microespacios virtuales, el Aleph de Borges.

Estas obras literarias y filosóficas forman parte del preludio de la ciberliteratura, que se caracteriza por el hipertexto (no linealidad de la obra) y sus hipervínculos, sus laberintos de finales abiertos como es el caso de la contranovela de “Rayuela (incluida en ese introito ciberliterario)  y su personaje Morelli que “había pensado en un libro que se quedó en notas sueltas” (Cortázar, 2004:423). 

Si ha leído y conoce esas obras y no ha visto nada en el trascursos de sus navegaciones, siga  leyéndola, porque a lo mejor está como ha dicho  Dante, “A mitad del camino de la vida (…) en una selva oscura, con la senda derecha ya perdida”. (Ibíd.: 7). Por mi parte, digo que mis navegaciones son andanzas, tonos musicales que van y vienen, que no se pierden en lo virtual, como tampoco en lo real, pero si dialogando con esa nueva cibercultura literaria. “Mis andanzas son simples andanzas que ven pasar a los sujetos estacionarios en microespacios reales y virtuales” (Merejo, 2001).