“Una mentira es como una bola de nieve: cuanto más se la hace rodar, más grande se vuelve.” – Martín Lutero

Expresar intencionalmente una falsedad es un acto aborrecible en prácticamente todas las culturas. Mentir bajo juramento es punible como perjurio en los sistemas jurídicos modernos. Mentir o prestar falso testimonio es un pecado en las principales creencias religiosas, sobre todo cuando la intención es sacar ventaja en provecho propio o causar perjuicio a los demás.

Curiosamente, parece que mentir es una fuente de placer para muchas personas, y, en algunos escenarios como las redes y plataformas de mensajerías sociales, la mentira compite de tú a tú con la verdad, al menos en volumen. Se amortigua la noticia cierta con el barrullo de bulos y desinformaciones, amplificados por la repetición mecánica de bocinas y “bots”. En ocasiones la moneda mala incluso desplaza a la buena, sobre todo cuando los ciudadanos con discernimiento permanecemos indiferentes y permitimos la impunidad de la falsedad.

No desmentir la falsedad, es faltar a la verdad. Permitir que la mentira campee a sus anchas, al acecho del inocente o ignorante, es faltar a nuestra responsabilidad ciudadana. Quedar callado, sabiendo que son bulos y desinformaciones que circulan, es hacer coro a los mal informados o peor intencionados. Ser tolerante con la mentira, en cualquiera de sus insidiosas y mutantes manifestaciones, es pecado de omisión. Es el “saber hacer el bien y no hacerlo” de Santiago 4:17.

Denunciar la patraña debe convertirse en una costumbre del ciudadano que posee el discernimiento para separar la verdad del embuste, porque conoce sobre el tema o es impulsado por la curiosidad a investigar el enunciado, y no solo tiene la disposición para desnudar la mentira, sino además los conocimientos para establecer y explicar los hechos. Cada día se requiere de más ciudadanos comprometidos a poner freno, con la verdad, a la libertina circulación de bulos y “desinformación”, y para ello es preciso formarse en esas competencias ciudadanas y hacer la costumbre de compartir los hallazgos con la comunidad. Si los ciudadanos no hacemos voluntariamente la labor de vigilancia de la veracidad de las informaciones, pretenderán hacerlo poderes comerciales o estatales por nosotros, con consecuencias impredecibles para nuestras libertades. En este contexto, es preciso recordar que: Dejar en manos de otro el negocio de la verdad es una vía segura hacia la tiranía." Es preferible la vigilancia ciudadana a la imposición autoritaria.

Aunque publicado como “Manual de Educación y Capacitación en Periodismo” por la UNESCO, el libro, Periodismo, “Noticias Falsas” y Desinformación, editado por Cherilyn Ireton y Julie Posetti, es una herramienta de gran utilidad para toda la ciudadanía en nuestro empeño por vigilar la calidad de la información que circula en las redes. A la vez que la obra sirve como una propuesta de “plan de estudios modelo” a ser adaptado en cada sociedad de acuerdo con sus necesidades para la formación profesional en periodismo, funciona también como guía detallada para el individuo que desea capacitarse para discernir la información errónea, la desinformación y la información maliciosa de las verdaderas noticias en el maremagno de las redes digitales, y compartir esos descubrimientos con la comunidad.

En los siete módulos de este manual, aprendemos de expertos a distinguir entre fuentes serias y sitios impostores que pretenden hacer periodismo. Conocemos herramientas como el sello de confianza de The Trust Project (El Proyecto Confianza), un consorcio que trabaja mano a mano con los grandes motores de búsqueda, las plataformas de redes sociales y más de 70 empresas de medios de comunicación en todo el mundo. Su misión es facilitar al público la identificación de las noticias que son “precisas, responsables y producidas con ética” por medio del reconocimiento de una marca de confianza."

En el módulo 5, titulado “Verificación de los hechos 101”, Alexios Mantzarlis nos introduce a las organizaciones de chequeo de hechos, su origen, evolución y la importancia que han adquirido estas instituciones desde su incepción hace menos de dos décadas en Estados Unidos.

En el módulo 6, Tom Trewinnard y Fergus Bell nos dan pautas para investigar si una imagen es lo que dice ser, con útiles técnicas como la búsqueda inversa de imágenes con Google, TinEye o RedEye, o de videos utilizando You Tube Data Viewer de Amnistia, InVID o NewsCheck.

En verdad que este es un compendio invaluable de técnicas prácticas y probadas por profesionales para evitar caer en gancho cuando recibimos de rebote los envíos de seres queridos, pero de fuentes originarias desconocidas. Como un video que circula todos los años desde 2012 atribuyendo falsamente a la NASA el pronóstico de 4 días de oscuridad total a partir del 24 de agosto (hoy), atribuido a un disparatado “eclipse galáctico” sin ninguna base científica.

La bola de nieve de la desinformación hay que detenerla en sus inicios, no dejarla que coja cuerpo rodando como chisme de boca en boca, y de dispositivo en dispositivo. Impedir que la bola de nieve de la desinformación nos aplaste es responsabilidad de todos. No tenemos excusas para no prepararnos para cumplir nuestra responsabilidad ciudadana de detectar y delatar la desinformación donde quiera que se encuentre, antes de que como un bólido de nieve nos aplaste. Esta excelente publicación, disponible para todos en formato impreso en el país por el Ministerio de la Presidencia y en el portal de República Digital, entre otros canales digitales, ayuda al ciudadano comprometido a “ser un consumidor más perspicaz de la información que se encuentra en línea, pensando sobre el amplio espectro de desinformación e información errónea", y anima compartir sus hallazgos con la comunidad.