El ciberespacio es, así, un entorno en sí mismo en el que se deben tener en cuenta tanto su componente tecnológico –esto es, las vulnerabilidades inherentes a su empleo y las amenazas que pueden afectarlas – como el factor humano, al ser las personas los usuarios de dicho entorno. Se debe prestar especial atención a las personas que acceden al ciberespacio, con sus diferentes culturas y motivaciones, para poder entender adecuadamente su funcionamiento y sus riegos. (Estrategia de la información y seguridad en el ciberespacio. Madrid: Ministerio de Defensa, 2014, p. 15.)

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La cibernética de primer y segundo orden (1) se articula al pensamiento y ciencia de la complejidad para dar como resultado el espacio y el ciberespacio. No es que el ciberespacio, lo virtual (cibermundo) vaya a nulificar el espacio de lo real (mundo), sino que forman un híbrido planetario.

Luego de la creación (Gibson, 1989) y la declaración de independencia (Barlow,1996) del ciberespacio, se fue expandiendo la idea de que este no es obra exclusiva de programadores y diseñadores de hadware y software,  sino de los sujetos cibernéticos que lo habitan y que van conformando el cibermundo .

Para esa época  la Realidad Virtual (RV) entra como parte de ese espacio cibernético, haciendo vivir al sujeto en diversos escenarios que van desde lo psico- terapéutico, la simulación quirúrgica, simulación de vuelo, la cibereducacion hasta los juegos interactivos. Al sumergirse en ciberespacio a través de la RV parecía que la vida de muchos sujetos cibernéticos estaba  “hecha de experiencias vicariales y evanescentes”, que como espacio se convertía en refugio virtual de “los aquejados del síndrome de Peter Pan, que se niegan a afrontar sus responsabilidades adultas” (Gubern, 2000:205) como si fuese un “espacio psicótico” de acuerdo a Peter Weiber y  la  “droga electrónica del tercer milenio” según Claude Caroz (autores citados por Gubern, ídem).

Pero además el ciberespacio y RV daban señales de gran valor pedagógico en el “aprender haciendo”. Donde la simulación quirúrgica” aparecía como un campo de futuro “para ensayar operaciones difíciles y ahorrar vida” (ibid.:204). En ese tiempo salió a relucir el proyecto humano visible (2) por parte de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Este consintió en darle 1870 cortes al cuerpo de Joseph Paul Jernigan, un asesino de Texas que fue ejecutado mediante inyección letal en 1993. Este “fue congelado y cortado luego en rodaje de un milímetro de espesor para ser fotografiado” (ídem) en lo analógico  y convertido en  15 gigabytes de datos digitales e imagen 3D en el ciberespacio. “De modo que este primer cadáver digital fue bautizado como Adán y utilizado para impartir clases de anatomía”(ídem).

Pensar el ciberespacio implica abordarlo desde la ciberepistemología. No caer en el plano de la doxa u opinión (información vaga e imprecisa) es más bien remitirse a los postulados filosóficos de la episteme (conocimiento no difuso ni profuso) reflexionado  desde la filosofía que data de los tiempos de Platón y Aristóteles. Hay que comprender que este espacio virtual produce, reproduce millones y millones de datos, información y conocimiento explícito. Estos se dan por la compleja relación entre sus productores y reproductores y sus diversos componentes, como las redes computadoras y el internet de la cosa (cibercosa) que procesa y generan entre sí  información. Hay pues, un I Yotta-byte de información disponible en el ciberespacio (3).    

El confundir el ciberespacio como si fuese el Internet, contribuye al reforzamiento de poder cibernético (industria de software y hardware) el cual tiene como estrategia al sujeto cibernético para que este piense que el mundo virtual se ha estado construyendo como simples dispositivos tecnológicos, el cual siempre hay que cambiar y consumir. De este modo, se escamotea al propio sujeto como artífice de ese cibermundo.

En este siglo XXI, el  cibermundo va configurando un orden global, de control virtual, estructurado en un poder cibernético con una ciberseguridad en los principales Estados del mundo. Estos como tales, no pueden darse el lujo de las imprecisiones conceptuales. Los intelectuales orgánicos del Estado Mayor de los Estados Unidos y el Ministerio de Defensa de España, así como otros países del mundo cibernético, dejan bien claro que el Internet, el ciberespacio, la ciberguerra y lo cinético y lo cibernético no son las mismas cosas.

Los que trabajan en la ciberdefensa de esos Estados saben muy bien que el ciberespacio es un dominio virtual importante, igual que los reales, como son: espacio, tierra, aire y mar. El Documento de Seguridad y Defensa60, de España, que define la “Estrategia de la información en el ciberespacio” dicen que “el ciberespacio ya ha sido definido y aceptado como el quinto dominio, en el cual se llevarán a cabo operaciones militares específicas y que ya apoyan actualmente las operaciones militares que se desarrollan en el resto de dominios”, (2014:16). Además, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) reconoció el ciberespacio como un ámbito operativo, semejante a la tierra, el mar y el aire, declaró su secretario general, Jens Stoltenberg (2016).

Hay que entender que la poca formación en filosofía de la tecnología e investigación en el ámbito de la cibernética, así como en el conocimiento de los entornos virtuales para el aprendizaje, refuerza la creencia de que navegamos por internet y no por el ciberespacio. Cuando estamos navegando, los motores de búsqueda y las redes sociales nos inundan de datos e información, no de conocimiento tácito(4). Este este último se fundamenta en la crítica, se intensifica con la sistematización, la experiencia que va adquiriendo el sujeto cibernético en el transcurso de su vida. La epistemología cibernética, como disciplina en el ámbito del pensamiento complejo, puede contribuir a la invención de un pensamiento ni si quiera imaginado por otros. 

Navegar por las profundidades del ciberespacio nos sitúa en el plano de sujeto investigador e innovador amante del saber y el conocer. Dicho espacio virtual, por ende, global, descansa en la red de redes: internet y en otras redes privadas que no están en su ámbito, así como otros componentes tecnológicos de la información y telecomunicación.

Para el Ejército de Estados Unidos el ciberespacio contiene tres capas: La primera sería una red de capa física que es el espacio geográfico de la red de Internet u otras redes: en tierra (red de servidores), mar y aire. Las redes están compuestas por hardware, el software de los sistemas y la infraestructura tanto alámbrica, inalámbrica y los diversos conectores físicos como los cables, radiosfrecuencias, enrutadores, servidores y ordenadores (Quintana, 2016). Estas fluyen en ondas de radio, de cables de cobre y de fibra óptica

El espacio físico de la red está marcado por un tiempo de vivencia histórica, independiente del espacio virtual, en el que se encuentra la segunda capa lógica y la tercera capa integrada por ciberpersonas, de acuerdo al Ejército Norteamericano. En ellos entra en escena el sujeto cibernético que navega por los confines del ciberespacio y construye sus múltiples modalidades de sujetos virtuales (avatar), donde no hay vivencia física como tampoco una esclavitud de lo temporal (Wajcman, Esclavos del tiempo. Vida acelerada en la era del capitalismo digital (2107).

En estos escenarios se delimitan las tácticas y estrategias de la guerra y la ciberguerra (Merejo, 1999). En lo geopolítico, la guerra entra en el espacio físico entretejido de red de redes (Internet) y en la cibergeopolítica (ciberespacio) entran la segunda y tercera capas de lo virtual.  En este aspecto, las fronteras geopolíticas (tierra, espacio físico, aire y mar) “se pueden atravesar fácilmente en el ciberespacio a una velocidad cercana a la luz (…), todavía hay cuestiones de soberanía vinculadas a los dominios físicos”. (Quintana citando al Estado Mayor Norteamericano, (ibid.:47).

Pues en este espacio virtual se produce una desrealización de la materia -espacio-tiempo. Se ha puesto en práctica una constante cosmológica –3.000.000 km/sg– que representa el tiempo reducido al presente, a lo que ocurre en el instante. No sabemos cuándo es pasado, presente o supuesto futuro. El instante real prevalece, con intensidad, sobre la densidad de la extensión del espacio real. Lo que ayer ocurría aquí o allá, acontece en lo sucesivo en todas partes a la vez. (Virilio, 1995; 1999, Merejo 2007).