Con las investigaciones acerca de la cultura y la literatura de América, han surgido a todo lo largo del siglo XX, en la América Latina y el Caribe, nuevas tendencias y nuevas formas de inscripción en cuanto a la prosa narrativa de la América continental. Los novelistas han buscado en la historia de sus respectivos países y zonas, los elementos básicos mediante los cuales se puede narrar la auténtica realidad histórico-social y literaria.(Véase para el contexto estudios de Emir Rodríguez Monegal, Miguel Ángel Asturias, Ángel Rama, Rosalba Campra, Fernando Ainsa, Fernando Alegría y otros.)

Surgen los temas y los contextos a través de los cuales se evoca  el pasado legendario y mítico, pero además, la cotidianidad del presente. El narrador hispanoamericano justifica su visión a partir del tiempo, la forma y el personaje, de tal manera que, la lectura de las diversas realidades hace posible el surgimiento de la obra.

Tal es el caso de narradores como Mariano Azuela y su obra Los de Abajo; Mario Vargas Llosa con La Casa Verde, La Guerra del Fin del Mundo, Conversación en la Catedral, Historia de Mayta y La Ciudad y los Perros; Carlos Fuentes con Cambio de Piel, Terra Nostra,  Aura, Cumpleaños; Adolfo Bioy Casares, La Invención de Morel, Tentativa de Evasión y otros textos fantásticos.

Puede observarse, en algunos momentos en la creación cuentística y novelesca de América Latina, la importancia que le da el narrador a las posibilidades históricas y fantásticas de la ficción, siendo así que el tema o los temas se pueden manipular en la misma realidad imaginaria en sus cortes o continuidades textuales y socio-históricas.

Se crea desde el punto de vista narrativo una estilística propia de la novela escrita en América continental, con usos propios del lenguaje y con búsquedas donde lo mágico y lo fantástico motivan nuevas versiones y nuevas fluencias en la situación artística y enunciativa del cuento y de la novela; de tal manera que, podemos hablar de la influencia barroca, mítica o naturalista en la prosa  narrativa de América Latina y el Caribe.

En la América continental, el narrador ha intentado y ha logrado subvertir y al mismo tiempo desnudar la realidad, pues la misma le ha servido como sustancia: guerras, amores, historias regionales, inversiones, inundaciones y terremotos, asesinatos y lucha entre poderes, han sido por un lado temas sobre los cuales se ha constituido la nueva visión narrativa latinoamericana y caribeña. (Ver, Pedro Páramo, El obsceno pájaro de la noche, Toro Tumbo, Doña Bárbara, Yo, el supremo, Noticias del imperio, Rajatabla, Adán Buenosayres, La Sangre y otras).

Al parecer de Mario Vargas Llosa, la novela escrita en Latinoamérica está impregnada de fondos comunes y de materias que generan un nuevo campo imaginario, así como nuevas vocaciones en las que aparecen nuevos narradores y nuevas obras.

Se trata, pues, de influencias y de formas narrativas que se manejan para instituir nuevas ficciones y nuevos modos de ver la historia de América desde el punto de vista de la épica, del lirismo narrativo, las versiones que surgen de allí y mantienen la atención del nuevo narrador hispanoamericano y sus intereses con la historia epocal, creándose un contrato entre la realidad y la ficción, la verdad y la fantasía, la épica y la lírica y la imaginación y el signo narrativo.

Funcionan entonces la novela y el cuento como intenciones de la creación literaria, cuyas concepciones revisten interés social, estético, mítico, político, biográfico, histórico y antropológico. Alejo Carpentier ha mostrado cómo estos intereses se transforman en lo real-maravilloso, esto es, en una búsqueda de lo imaginario y lo ficcional que no olvida en su recorrido las historias de los diversos pueblos de la América continental.

Así las cosas, los inicios de la escritura en América estuvieron marcados por textos de corte religioso, etnográfico, folklórico y poético, entre otros, que daban cuenta, de una o de otra manera, de elementos poco comunes y de fórmulas estilísticas que mostraban y aún hoy muestran el horizonte mental de los primeros españoles llegados al continente americano.

Los primeros Cronistas de Indias como Bartolomé de Las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y testimonialistas como Fray Ramón Pené, Juan Ginés de Sepúlveda, Bernal Díaz del Castillo, El Inca Garcilaso y otros, produjeron una escritura entre realista, poética  y mágica, narrando experiencias que más bien eran impresiones y visiones del mundo alucinante americano; mitos, supersticiones y leyendas que formaban parte de la vida de todo el continente.

Tanto escribas, como misioneros y evangelizadores, testimoniaron en sus escritos un espacio de representaciones religiosas, culturales y antropológicas que se asemejaban a las creencias, leyendas y mitos del mundo clásico.

Aparece entonces una visión de la literatura que fija sus inicios a partir de la lengua y de la difusión de costumbres que realmente se encuentran plasmadas en los principales textos de Indias. Toda las exploraciones humanas reconocidas en aquellas escrituras, particularizan un horizonte realista y mágico propio de la vivienda y del contacto entre aquellos hombres y los primeros pobladores indígenas de la América prehispánica.

Más tarde la literatura continental americana habría de sentir influencias en medio de un brote lingüístico, etno-religioso, folklórico y literario. Autores como Horacio Quiroga, Rubén Darío, Ricardo Güiraldes, José Joaquín Olmedo, José Fernández de Lizardi y otros, habrían de proseguir desde la narrativa la ruta del Realismo Mágico, como un tipo especial de evocación de lo literario, donde encontramos poesía, magia y maravilla, tanto el registro de la prosa como en el registro del verso épico-lírico.