Hubo un personaje en el siglo II llamado Marción, un griego convertido al cristianismo en su versión católica, por supuesto. Este filósofo y teólogo no veía con buenos ojos al Dios que aparece en el Antiguo Testamento. Decía que era sanguinario y vengativo totalmente opuesto al Dios amoroso y compasivo de Jesús que aparece en el Nuevo Testamento.
Marción empezó a leer la Biblia y se encontró con tantos episodios de violencia, de misoginia, de guerras injustas justificadas porque así lo ordenó Yahvé o Jehová (como erróneamente lo nombran los protestantes) que rechazó sin más al dios que protagonizaba esas narraciones sangrientas. Por supuesto, Marción sólo vio una cara de la moneda ya que en la biblia hebrea, entiéndase Antiguo Testamento, también aparece la imagen del Dios compasivo y misericordioso lento a la ira y rico en piedad. Pero de todos modos a Marción le pareció inaceptable que los cristianos leyeran el Antiguo Testamento porque lo consideraba contrario a las enseñanzas del evangelio. Así que creo su propio canon donde sólo consideraba palabras inspiradas el evangelio de Lucas y algunas cartas paulinas. Por creer a la ligera y literalmente lo que leía en la Biblia, Marción se convirtió en el primer hereje declarado por la Iglesia.
El científico Richard Dawkins, en The God Delusion (La ilusión de Dios) describe a ese mismo dios que rechazaba Marción de la siguiente manera: “El personaje más desagradable de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo, un controlador fanático, mezquino, injusto e inclemente; un limpiador étnico vengativo y sediento de sangre; un matón caprichosamente malevolente, misógino, pestilente, megalomaníaco y sadomasoquista.” (He tomado la cita del libro “Introducción al Antiguo Testamento” del jesuita español, doctor en Sagrada Escritura, José Luis Sicre).
Tal vez estas afirmaciones resulten exageradas para algunos, pero cuando se lee el Antiguo Testamento sin ningún criterio ni formación debida de la historia hebrea, si se empieza a leer como se lee un libro de ciencia o con la convicción de que es la exacta “palabra de Dios”, estaríamos de acuerdo con la descripción que hace Richard Dawkins de ese Dios, pues ciertamente en el Antiguo Testamento encontramos numerosos problemas de carácter moral que podrían escandalizar al lector común.
Por ejemplo, la bendición que recibe Jacob (Israel) por parte de Dios se fundamenta en engaños y mentiras. Jacob roba a su hermano la primogenitura engañando a su padre (Ge 27). Esto, por supuesto, va en contra de aquellos versos convertidos en canción que algunos aprendimos de niños en la escuela: “No digamos jamás la mentira, no engañemos a nuestros papás…”
En otra parte de la Biblia un personaje oscuro llamado Jefté mata a su hija como consecuencia de un voto que hace a Dios (Jueces 11). Por otro lado, el rey David, considerado un hombre conforme al corazón de Dios, también es cruel y mentiroso (1 Sm 27,7-11). David también traicionó a un amigo y lo mandó a matar para quedarse con la mujer de este, Betsabé. La historia aparece en el segundo libro de Samuel capítulo 11.
Este David siempre ha sido un personaje emblemático y muy querido por algunos predicadores. Un hombre guerrero, próspero, poeta, músico, que tuvo muchas mujeres, profeta y rey. (No olvidemos que en el protestantismo la prosperidad y la fuerza es una señal de que Dios está contigo y que te ha predestinado para la salvación).
Recuerdo el día que una amiga evangélica me dijo: “Estoy sorprendida, en mi iglesia no hablan de Jesús, sólo hablan del rey David, de Salomón, de Job, de Abraham, etc. Pero a Jesús lo han dejado fuera”. Eso es exactamente lo que ha sucedido, las iglesias han dejado fuera a Jesús porque parece un personaje débil. Por eso las autoridades religiosas de su tiempo tampoco aceptaron el mensaje; porque amar al enemigo no suena bien, porque bendecir a quienes te maldicen suena raro, porque acoger al otro y no hacer la guerra suena a budismo o hinduismo; no es el “Jehová de los ejércitos” del Antiguo Testamento que destruye ciudades con lluvia de azufre, que destruyó su creación con un diluvio, que mató a los primogénitos de Egipto, que manda terremotos y enfermedades, que dividió el mar rojo en dos para salvar a los israelitas y ahogar al ejercito del Faraón etc. Muchas personas que se consideran cristianas siguen actuando con esa visión guerrera de un dios implacable y terrible.
Recordemos que en 1945 Estados Unidos, un país mayoritariamente cristiano en la versión evangélica, lanzó la primera de dos bombas atómicas sobre Hiroshima matando a más de 70.000 personas. Tres días más tarde lanzó la segunda bomba sobre Nagasaki y mató a 40.000. Al conocer los resultados escalofriantes, el presidente Harry Truman habló a la nación diciendo: “La bomba fue un regalo de Dios…y le damos gracias a Dios porque haya llegado a nuestras manos en lugar de a las de nuestros enemigos. Que Él nos guíe para utilizarla de acuerdo con su voluntad”.
Esta imagen se corresponde perfectamente con las narraciones y los personajes escandalosos que hemos visto y que seguiremos viendo en mi próximo artículo.