En el medio del caos que ha sido este comienzo de década para nosotros/as. Nos encontramos ante una situación que se da todos los días ante nuestros ojos, pero que la cotidianidad, nuestros privilegios económicos heternormativos o la hipocresía e irresponsabilidad del Estado dominicano, hacen que pase prácticamente desapercibida.

En la mañana de este lunes, 2 de marzo del 2020, una persona, una mujer, perdió su vida y no sabemos cómo. Una mujer trans, una mujer que como todas es vulnerable al filo feminicida de la hipocresía dominicana. Una mujer queer, una trans, que fue víctima más de mil veces de la lengua transfóbica y heternormativa de una cultura que deseaba excluirla de una dominicanidad poco sana, repugnante, que se alimenta de la ignorancia de un pueblo que desconoce su propia identidad y se refugia en los prejuicios ilógicos que mataron a Nairobi, que a diario me matan a mí, y te matan a ti.

Yo no te conocí Nairobi, pero te quise sin saberlo. Te quise porque fuiste mi hermana sin abrazarme. Te quise porque siempre fuiste tú, tan humanamente tú, tan transgénero como tú, tan Nairobi como tú.

Pero los medios apenas le dan cobertura a tu deceso, porque a nadie le interesa un cuerpo que no encaje. Porque no fue un ser humano, fue una mujer. Y para colmo fue una mujer trans.

Pero tranquila, que contigo hoy todas somos Antígona, que contigo hoy todas somos la misma, hoy te lucharemos y mañana te protegeremos en el corazón de las otras mujeres que son como tú Nairobi, que son fantásticamente ellas, e inexcusablemente libres y mujeres.

Ni una menos. Que se sepa que el feminicidio, es una vergüenza nacional. Hoy, 4 de marzo, todavía no tenemos respuestas de las elecciones anuladas, pero tampoco de la cantidad de mujeres que han perdido su vida porque el Estado es indolente.

Pero no nos rendiremos, no nos quedaremos de brazos cruzados. Con un arcoiris y un puño con una mariposa en alto, la opresión huele su ocaso.