En El reino de este mundo de Alejo Carpentier, el buitre, como emblema barroco de la historia, es también testigo de las ruinas de la naturaleza.
Si en una concepción romántico-hegeliana de la novela histórica se hace énfasis en “los individuos como portadores del progreso” (González Bolaños citado por Paravisisni-Gebert 120), Carpentier se encuentra más alineado con Benjamín, en tanto que lo que el progreso deja a su paso son ruinas. Carpentier está más interesado en el hombre como agente de la maravilla y la magia que del progreso.
El reino de este mundo (1949) se publica después de dos eventos mundiales catastróficos: la Guerra Civil Española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En 1943, Carpentier visita Haití, donde queda “maravillado” con el descubrimiento de la cultura haitiana. La Revolución Haitiana, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial se encuentran muy cercanas a las ruinas del progreso en la conciencia histórica. En 1940, Benjamín, testigo del auge del fascismo, publica Las Tesis sobre la historia. Es posible que hacia 1949, cuando Carpentier publica la novela, conociera las tesis de Benjamín, luego, el paralelismo entre el ángel y el buitre no sería una mera coincidencia. Ambos, el ángel y el buitre de la historia “ven” las ruinas causadas por el progreso. ¿Qué mejor alegoría del “tiempo-ahora” que el buitre para reflexionar sobre la historia?
Si como dijo Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon, “El estilo es el hombre mismo”, lo real maravilloso y el barroco son la cosmovisión de Carpentier. En el ya mencionado “Prólogo” a la primera edición, Carpentier afirma lo siguiente: “¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?” (“Prólogo” 57). Como se puede inferir, la historia se encuentra en “lo real maravilloso”. En páginas anteriores había planteado que “Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados” (“Prólogo” 55). Es un cuasi silogismo que vendría a ser de la siguiente forma: 1. Lo real maravilloso se encuentra en los hombres que hacen la historia, 2. Luego, la historia misma encarnada en esos hombres es lo real maravilloso. De ahí que el énfasis, más que en el proceso histórico, se encuentre en hombres como Mackandal, Bouckman, Solimán y Ti Noel con su mirada abierta al mundo de la magia y la maravilla. Como texto fundador de la nueva novela histórica, El reino de este mundo es barroca, por lo que no sorprende que termine en aforismos conceptistas, como los que señalé anteriormente, y cierre con una gran alegoría barroca: el Buitre de la Historia. La presencia del buitre, encarnando al Barón del Cementerio, remite a la catástrofe que deja a su paso la Revolución Haitiana. En la concepción de la historia de Carpentier no hay redención posible, sólo desencanto. Como Cristo, Ti Noel termina siendo sacrificado, pero su “sufrimiento” es el signo de la historia. Donde el Ángel de la Historia de Benjamín “ve una única catástrofe”, el Buitre de la Historia, con su agudo sentido de la vista, espera pacientemente la muerte de Ti Noel, el último testigo de los avatares de la historia de Haití, para devorarlo: “… el hombre nunca sabe para quién padece y espera” (167).