En el último párrafo de la novela El reino de este mundo de Alejo Carpentier, hay un “buitre mojado” que se arroja sobre Bois Caimán, espacio sagrado donde se originó la Revolución Haitiana. A diferencia del Ángel de la Historia de Walter Benjamin, que quiere regresar al pasado para reconstruir la historia, el buitre de Carpentier es un ángel de la muerte que se alimenta de la carroña de la historia. El Buitre de la Historia ha concitado la atención de varios críticos. ¿Cómo interpretar este misterioso buitre con las alas en forma de cruz al final de la novela, al final de la Revolución? Pero ¿por qué un buitre, qué tipo de buitre y cuál es su simbolismo? Se trata del aura tiñosa (Cathartes Aura). En su artículo “Haiti, the Home of Twin Republics”, Harry Johnston niega la existencia del buitre en la isla Hispaniola. Se especula que pudo haber emigrado desde Cuba a principios del siglo XX. Sin embargo, ya Frédéric Marcelin en su libro Choses haïtiennes, politique et littérature, menciona al buitre durante el reinado de Henri Christophe (1811-1820), es decir, a principios del siglo XIX. Algunos ornitólogos aseguran que el aura tiñosa llegó al Caribe a finales del siglo XVII.

 

Tanto en Cuba como en la Hispaniola se ha tejido una serie de mitos y creencias alrededor de esta ave. En Cuba, se dice que cuando llueve los buitres ponen sus alas en cruz. Emma Speratti cita otras fuentes, según las cuales hay un juego en Cuba donde los niños cantan “Aura tiñosa, ponte en cruz;/mira a las otras como tú” (145). En ambos países, el buitre está asociado a los orishas y loas, respectivamente. En Cuba, el buitre es considerado como sagrado. Olofi, manifestación del Dios Supremo, lo bendijo después de haber salvado a la humanidad de una sequía (Speratti 147). Aunque el buitre se asocia con la muerte, Marcelin relata que el Emperador Henri Christophe, cuando ascendía a la Ciudadela, vio un buitre, a la derecha, lo que interpretó como un buen augurio (59). Sin embargo, en el vudú haitiano, el buitre es asociado con el Barón del Cementerio, cuyo símbolo es una cruz negra.

 

El buitre se menciona dos veces en la novela de Carpentier. La primera, en plural, vinculada a la muerte de Leclerc:La muerte de Leclerc, agarrado por el vómito negro, llevó a Paulina a los umbrales de la demencia. Ahora el trópico se le hacía abominable, con sus buitres pacientes que se instalaban en los techos de las casas donde alguien sudaba la agonía” (Mi énfasis. 113). La segunda, con relación a la desaparición/muerte de Ti Noel, en el párrafo que cierra la novela, aparece un “buitre mojado”: “Y desde aquella hora nadie supo más de Ti Noel ni de su casaca verde con puños de encaje salmón, salvo, tal vez, aquel buitre mojado, aprovechador de toda muerte, que esperó el sol con las alas abiertas: cruz de plumas que acabó por plegarse y hundir el vuelo en las espesuras de Bois Caimán” (Mi énfasis. 168). El texto sugiere dos lecturas: o el buitre devoró el cadáver de Ti Noel o este último se metamorfoseó en buitre. Vacila el narrador, al decir que el buitre fue testigo (el único e, interesantemente, un animal) de la desaparición de Ti Noel: “Nadie supo… salvo… tal vez”. Metonímicamente, se menciona la casaca de Henri Christophe, apropiada por Ti Noel, al momento de morir/desaparecer/metamorfosear. La casaca no sólo está allí en lugar de Ti Noel, sino también como representante de la fallida monarquía de Christophe. Principio y fin de la Revolución, serpiente que se muerde su cola, el buitre desciende allí donde comenzó la Revolución: Bois Caimán. Es el fin de la Revolución, pero la narración de la novela se extiende más allá de la monarquía de Henri Christophe.

 

El final de la novela, que culmina con el párrafo del buitre, es de sumo interés, en tanto la narrativa se torna aforística y alegórica, como si el autor quisiera indicar que termina la historia (narración), pero no la Historia (de Haití). El último capítulo se titula “Agnus Dei” [Cordero de Dios], que en la liturgia católica corresponde a la ofrenda de Cristo como sacrificio para salvar a la humanidad de sus pecados. Es en este capítulo también donde Ti Noel, que encarna el sufrimiento como víctima de la Historia, desaparece, muere o se metamorfosea en buitre. Algunos de los cuasi aforismos del antepenúltimo párrafo son los siguientes: 1. “… el hombre nunca sabe para quién padece y espera”, 2. “… el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada”, 3. “… la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es”. 4. “En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar…” y 5. “…el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”. Aunque el narrador en tercera persona enuncia estos aforismos, desde la perspectiva de Ti Noel, usando el verbo “comprendía”, pero es el mismo narrador omnisciente quien comprende o desea que el lector comprenda o reflexione acerca de estos cinco aforismos del orden ontológico, como preámbulo del final de la “muerte” de Ti Noel, como víctima sacrificial y cierre de la novela, no de la historia de la Haití. La importancia de estas reflexiones al final de la novela se comprenderá más ampliamente en las dos siguientes entregas de este artículo.