“No creo que haya otra cualidad tan esencial para el éxito de cualquier tipo que la perseverancia. Supera a casi todo, incluso a la naturaleza”-John D. Rockefeller.
En los primeros días de mi gestión en la DIGENOR (septiembre 2004), me visitó el dilecto amigo Ing. Hugo Alberto Rivera Santana, fallecido el 2 de noviembre de 2005. En ese momento era director de Comercio Exterior del Ministerio de Industria y Comercio y antes se destacó como uno de los principales técnicos dominicanos en materia de negociaciones de tratados comerciales; además, durante muchos años, fue profesor emérito de la UASD. Rivera Santana fue director de la DIGENOR en el período 1996-2000, institución en la que enriqueció su acervo intelectual con nuevos conocimientos sobre normalización, metrología o ciencia de las mediciones y acreditación de los organismos de evaluación de la calidad.
Cabe reconocer, que la gestión de Hugo Rivera al frente de la DIGENOR fue una de las mejores de las que tenemos noticias. En menos de cuatro años hizo un esfuerzo verdaderamente loable para modernizar al organismo nacional de normalización en términos institucionales y técnicos, además de rescatar en esos años su imagen internacional mediante su activa participación personal en los más importantes eventos regionales y mundiales en los que se ventilaban temas relativos a la calidad.
Desplegó enormes esfuerzos para establecer criterios de reclutamiento del personal y garantizar su formación técnica; logró la compra e instalación de nuevos equipos; creó y puso a funcionar el Centro de Información y Documentación y definió una serie de programas permanentes asociados a las atribuciones legales de la institución. Entre otras importantes iniciativas fueron la creación y reactivación de innumerables Comités Técnicos de Normalización; la reestructuración del Comité Nacional del Codex Alimentarius; el inicio de las gestiones para acreditar a la DIGENOR como entidad de certificación de la calidad (un objetivo realmente ambicioso e incomprendido en esos momentos); el despliegue de los primeros esfuerzos orientados a aplicar el Reglamento sobre rotulado de alimentos preenvasados (que nos costó algo de salud a nosotros), y la implementación del Programa de Seguridad en las envasadoras de GLP y de las estaciones gasolineras.
También introdujo y comenzó a ejecutar programas especiales de notable interés público. Entre los más importantes debemos señalar la Organización del Subsector Gases Licuados de Petróleo (GLP), verificación del cumplimiento de los Requisitos de Seguridad por parte de los tanqueros que transportan combustibles -programa inexistente hoy- y aprobación de modelos de instrumentos de pesar, asunto contemplado desde el año 1954 por la ya derogada Ley No. 3925 sobre Pesas y Medidas.
Además, logró las primeras membrecías internacionales de importancia de la DIGENOR (ISO, Comisión Panamericana de Normas Técnicas-COPANT, y Sistema Interamericano de Metrología-SIM) y, precisamente, desde las gradas de una institución gubernamental desconocida y sin credibilidad alguna, intentó ensayar un interesante modelo de colaboración horizontal con las más diversas instituciones nacionales, tanto públicas como privadas.
Al confesarle mi sorpresa ante el inverosímil grado de abandono en que se encontraba la institución hacia finales de 2004 y confiarle que estaba sinceramente arrepentido de haber renunciado a mi cómodo puesto en el sector privado, me dedicó aquella sonrisa que le distinguía tanto y que era una de sus más potentes armas personales. Con esa sonrisa, su humildad y su sólida cultura técnica, Hugo se ganó el afecto de toda persona que tuvo la dicha de conocerlo personalmente.
En una de las tantas reuniones sostenidas en esos primeros meses de 2005, ya muy enfermo, me entregó un valioso documento en versión original titulado “Resumen de una Gestión: octubre 1996-agosto 2000”, el cual todavía conservo. Se trata de una síntesis detallada de sus ejecutorias al frente de la DIGENOR en ese período. En las primeras páginas de esas memorias se produjo mi primer encuentro con el concepto del Sistema Nacional de la Calidad o Infraestructura de la Calidad (IC), que es como se ha dado a conocer en los últimos años. Sorprendido pude constatar que… ¡Ese sistema constituía la visión de la DIGENOR en la gestión de Hugo Rivera!
Veamos lo que escribió en el punto 2 de la página 3 del valioso documento (las negritas y las cursivas son mías):
“Una visión, normalmente, está conformada por elementos que siempre son la base de la mejora continua de una empresa. Lo lógico, lo que se espera, es que la propia visión genere una espiral que conduzca, gradiente a gradiente, a una dinámica de mejora incesante en todos los órdenes de una organización. Y, si eso es verdad a nivel de una entidad finita como es una empresa, mucho más lo es a nivel de una entidad mayor como lo es el país. Para mantener el ritmo de desarrollo de un país, una vez que se descubre el secreto de cómo lograrlo, se necesitan instrumentos que hagan menos dependiente de factores exógenos la velocidad alcanzada, solidificando las fortalezas y minimizando las debilidades”.
Y seguía:
“Tres instrumentos son claves: Sistema de Innovación y Tecnología, Sistema de Capacitación y el Sistema Nacional de Calidad… De los tres en el que más podemos y debemos colaborar es en la implementación del SISTEMA NACIONAL DE LA CALIDAD que, justamente, es una de las tareas de la DIGENOR. Este deberá establecer las bases para la gestión y desarrollo del aseguramiento de la calidad en las empresas, paralelo al control de la calidad, así como de la evaluación de la conformidad y la metrología. Asimismo, promoverá y establecerá mecanismos para que las empresas puedan incorporar Normas internacionales en sus procesos, al presentar y fomentar la calidad y los sistemas de calidad como parte de verdaderas estrategias gerenciales”.
Al profundizar en esa visión, nos pusimos a trabajar de inmediato en la “liquidación institucional” de la DIGENOR.