Ya lo sabemos/ es difícil
decir que no/decir no quiero…
y ver que un día/ pobre diablo
ya para siempre pordiosero
poquito a poco/ abres la mano
y nunca más / puedes / cerrarla.
MARIO BENEDETTI
Las estadisticas, con su tozudez, no mienten y nos enseñan que la mayoría de los dominicanos nace en la pobreza, incluyendo la eufemística clase media baja. Esa realidad aplastante hace que desde muy temprana edad los niños de este pais desarrollen el don de la supervivencia.
Si retrocedemos varias décadas, cuando eran niños o adolescentes los que en los últimos treinta años han tenido posiciones administrativas asociadas al poder politico, veremos que a esa dosis de sobrevivencia se le añadía la sensibilidad social. En aquella epoca desprovista de los subterfugios de hoy (juegos de video, internet ligero y media avasallantes), pero henchida de necesidad, era atractivo colocarse del lado de los oprimidos, en cuya imagen aquellos jóvenes se veian como en un Falso Espejo de Magritte. Esa inquietud devenía en busqueda de los conocimientos que les permitieran entender su realidad y como modificarla para el bien común.
No pasaba mucho tiempo antes de verlos envueltos, desde la secundaria, en una militancia política de corte progresista. Era el inicio de un proceso verdaderamente difícil, en que nuestros personajes atravesavan situaciones de riesgos extremos y sacrificios personales con un desprendimiento franciscano. Todo por una causa justa y sólo de generosidad armados.
Luego se enrolaban en la organizacion politica que más les parecía interpretaba sus propósitos emancipadores. Entonces empezaba una nueva fase en que la realpolitik obnubilaba todo rastro de principio ético o de reivindicación social. Surgían alianzas turbias con los representantes de los partidos conservadores en los gremios y en el congreso. Un día despertaban y se daban cuenta que sus amigos personales no eran sus antiguos compañeros de lucha sino sus adversarios politicos, con todos sus vicios de clase. Pronto sucumbían a las presiones sociales de estos últimos, que exigían necesidades creadas. De estas relaciones primarias se iba a la palestra pública, donde el discurso ya no era de enfrentamiento de principios sino mas bien de discusiones entre amigos, que esa misma noche cenarian juntos en su restaurante preferido.
A estas alturas, convencidos que los cambios progresistas son una imposibilidad en nuestra sociedad, de la estrategia revolucionaria pasan a la toma del poder político mediatizado. Ocupan un cargo importante en la administracion pública. Entonces llega el momento por el que todo funcionario del gobierno que maneja dinero atraviesa: la tentación de hacerse con el botín. Esta encrucijada no es un proceso sencillo, pues supone un enfrentamiento entre la mala conciencia y la racionalizacion. De cual de estos dos complejos mecanismos triunfe dependerá el desenlace. En términos estrictamente psicológicos, como nuestro sujeto ya ha pasado por un proceso de renegación (per se una suerte de racionalización), es probable que la balanza se incline hacia esta última. Es así como el otrora hombre honesto empieza diciendose a sí mismo que él le ha entregado la vida al oficio de la política para el bien del pueblo, pasando por una serie de sacrificios que lo hacen merecedor de una compensación económica que no le garantiza nuestro ineficiente sistema de jubilaciónes. Sabe que su futuro y el de su familia penden del hilo de la voluntad del cacique de turno o de los resultados de las próximas elecciones, y no está dispuesto a tomar ese riesgo. Entonces roba el dinero del pueblo, y es la magnitud de esa estafa lo que nos permite medir el grado de podredumbre de su conciencia. El que menos, lo hace para cubrir los gastos hasta el fin de su existencia; pero hay los otros, los "mas visionarios", que roban para asegurarle el futuro a varias generaciones de sus descendientes y así sentar las bases para una familia "de bien".