Es innegable la enorme relación que guardan los museos con la sociedad a través de sus políticas de públicos y visitantes, como de sus exposiciones, publicaciones y páginas web de interacción, comunicación y diálogos, explotando los recursos de la tecnología mediática. Es indiscutible, la estrecha relación entre los museos como industrias creativas, con el desarrollo de un país, una ciudad o una localidad particular que independientemente del tamaño poblacional, su sola presencia como espacio cultural y destino turístico, agregando beneficios económicos, movimiento a su economía y valor cultural a su desarrollo, genera un vínculo estrecho con los programas de desarrollo y un aporte al PIB.
En Europa hay ejemplos fehacientes de esta trilogía, como España, Francia e Italia, donde estos gobiernos tienen clara su política cultural y asumen la cultura como inversión, no como gasto y muy bien definido, que una parte de esa inversión, con buen un capital de retorno muy asegurado por la eficiencia mostrada por el aparato cultural en convertirlo en un bien de riqueza, autosuficiente y capaz de aportar más o igual que otros sectores tenidos como puntales de esas economías.
En Francia en el 2014 la cultura aportó 7 veces más que la industria automotriz (En Francia la cultura genera el 3,2 % del PIB, 57,800 mm de euros), tenida como uno de sus fuertes, es decir que hasta los propios mitos de la economía los puede romper ese triangulo exitoso de museo-sociedad y desarrollo porque evidentemente que sin público y visitantes no hay museos, ni rentabilidad, ni industria creativa; creando en consecuencia un dinamismo económico.
No olvidemos que, en este entramado cultural, lo más visual son los museos, son el rostro de las políticas culturales más evidentes.
Según los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo Cultural auspiciada por el Ministerio de Cultura en el 2010, el gasto en cultura fue de 13.1 % en el sector público y 86.9 en el sector privado, lo cual implica un reto enorme del estado dominicano para cambiar su visión y percepción del hecho cultural como industria creativa y generadora de riqueza. No obstante, en la encuesta semestral de empleo realizada por el Banco Central para el año 2010, cultura representaba un 10 % del total de empleos y ocupaciones del país, es decir, que impacta aun y a pesar del desconocimiento desde las instancias del poder gubernamental, de la fuerza que posee la cultura en todo lo relacionado al desarrollo económico de un país.
Sin embargo, el gran consumo lo representa el espectáculo artístico en sus diferentes vertientes, sabiendo que los conciertos y grandes concentraciones de la música popular junto al cine, se traga el por ciento de otras áreas de igual significación, pero con índices bajos en la elección de los públicos y con una desigual puntuación de 97 % música a 2,5 % otras expresiones culturales. Este desbalance debe ser un compromiso de los agentes culturales de manera que se equilibre entre un arte para la reflexión y el crecimiento espiritual, y un arte para el divertimento, igualmente importante y obviamente sin contraponerlos.
Sin embargo, notorio es mencionar que esta industria se apoya evidentemente en ejes articuladores de la industria creativa cultural como los museos, el espectáculo, la gastronomía y las presentaciones artísticas, escénicas y los nuevos centros o ciudades de ciencias y tecnologías o espacios culturales amplios de divertimento y recreación temáticos, de atracción a grandes públicos, la familia, los turistas y la gente que sale a tener un momento de ocio y relajación mental.
Los recursos tecnológicos son aliados fundamentales de estos espacios culturales, museos y parques temáticos, dado que vivimos la era de la multimedia y la imagen posee una capacidad de mimetismo, nunca alcanzado por ningún medio de comunicación, quizás en su momento la televisión y el cine como sus primeros mentores.
Por tanto, hoy tenemos en esta alianza tripartita un compromiso de relanzar la cultura con sentido dinámico que sea crítica, reflexiva, divertida, una industria del entretenimiento sano y a la vez informativa, formativa, generadora de recursos y de fuentes de empleos, de irradiación de movimiento económico en lo comercial, la turístico, el transporte, la hotelería, la gastronomía, y otras áreas de la economía que de una u otra manera puedan ser tocadas por su magia y ondas expansivas, para que pueda generar una atmosfera positiva y contagiosa, en el imaginario nacional y del extranjero que nos visita.
Todo ello bajo la convicción de que la cultura, es también una gallina de huevos de oro, como por mucho tiempo lo ha sido para algunos países, la minería, la industria automotriz, la agricultura, el comercio, las finanzas, tecnología, y otras áreas de la producción como la pesquería. Se trata de redescubrir en ese eje articulador un potencial de desarrollo que nos permita a la vez, relanzar la industria sin chimenea, que goza de gran prestigio internacional, y agregando como capital, a la cultura.
No se trata tampoco de supeditar la cultura al turismo, ni a la economía, como si fuera una empresa comercial, pero sí que tanto los gestores cultuales, actores de la cultura, creadores, gobiernos, funcionarios, sector turístico privado, y la comunidad toda, entiendan los beneficios marginales al tener una política cultual sólida, pensada como inversión y generadora de recursos, capaz de poseer identidad propia en lo económico, siempre bajo el principio de que lo cultural no es un producto meramente comercial, o una mercancía material que sirve para complacer o satisfacer necesidades inmediatas de la existencia humana, es más que eso, es catarsis interior, es dimensión espiritual del ser, es alternabilidad a la materialidad de la existencia humana y por tanto posee una necesidad propia en la cotidianidad de los individuos.
En tal sentido, esto da valor especial a la dimensión de uso y valor de cambio de la cultura como mercancía propiamente, en su concepto generador de riqueza social e individual, y por tanto la convierte en mercancía con características diferentes a las convencionales y es eso precisamente que la transforma en potencial generadora de riqueza, porque su necesidad deja de ser espontánea, que también exige una profesionalidad, una gestión del recurso y una capacidad de oferta que la obliga a planificarse, a entrar en el mundo complejo de la oferta y la demanda, de la calidad de la oferta para públicos cada vez más exigentes y evitar que siga viéndose a la cultura como una cenicienta en el concierto de las iniciativas de los gobiernos, para ser valorada como un recurso de vida, de terapia social e individual, de necesidad para la reproducción humana, de reafirmación de esencia y de su propia existencia como ser y como una bendición creativa humana que cumple una función en la sociedad, en el individuo y con un sitial en la gama de oferta económica de un país.
Si alguien tiene dudas de esta necesidad intrínseca de la cultura en la naturaleza humana, sólo debemos observar cuál ha sido una de las necesidades sentida en esta pandemia, además del natural sentido gregario, como le llama la sociología, a la inclinación social del ser humano; la otra ha sido los espacios culturales limitados y cerrados por la pandemia, cómo se exige a viva voz su apertura para alimentar al espíritu en medio de la agobiante covidianidad que nos ha impuesto el momento actual.
La cultura, una vez más ha demostrado su capacidad para mover almas, generar sinergias, esperanzas, utopías y nuevos imaginarios para seguir adelante como lo hace la naturaleza cuando es impactada abruptamente por un fenómeno natural, que emerge de sus cenizas y polvos con mayor brío, ejemplos los hay en demasía y la segunda Guerra Mundial es uno de ellos, y fue precisamente el vector cultural el que animó la mente humana para echar adelante la rueda de la historia, porque la cultura, pertenece a esos instintos que nos potencian y nos hacen creativos y desafiantes.
Los museos son en este juego de ajedrez cultural, los caballos de troya, el Ministerio de Cultura los alfiles, junto al rey y la reina, como jaque mate. No olvidemos que, en este entramado cultural, lo más visual son los museos, son el rostro de las políticas culturales más evidentes. Asimismo, podría decirse que los más sentidos, fuera del drama escénico y la música con el canto y el baile y lo más íntimo, la lectura, todos como parte del tejido cultural que ha de apoyarse, junto con la industria turística y el estado, a una apuesta al desarrollo del país, esta vez sin excusas para el relanzamiento y los retos del porvenir.