El arte siempre ha sido vanguardia social, sea por sus postulados, las rupturas con esquemas o su cercanía a la cotidianidad social de los individuos y las propias angustias del artista.La inspiración en muchos casos se ve condicionada por ese submundo creativo en que a veces se sumerge el artista.
Por lo tanto cuando el arte, sin condicionar su musa, su libertad creadora y el estado anímico en que un artista produce una obra, responde a reglas del mercado, a pedidos de coleccionistas o simplemente a pedimentos institucionales, económicos y del poder político, se distancia de su compromiso con una sensibilidad social que le ha sido inherente a su propia naturaleza.
Respetamos en todo momento la libertad del arte,por eso la reflexión. No obstante, sentimos por momento condicionantes preocupantes cuando el artista se suma a proyectos coyunturales del poder social o del poder político. No nos oponemos a que el artista viva de su obra, por el contrario, apoyamos eso. Nos cuidamos más bien de las condicionantes de esas relaciones contractuales.
El contagio surgido de un muralismo urbano en varias ciudades del país, lo celebramos, lo sentimos necesario en ciudades visualmente poco llamativos, con pocas atracciones estéticas en sus lugares sociales, con abandonos de variados tipos, por tanto la inclusión de una estética urbana que acompañe el diario vivir del dominicano, nos parece halagador y visualmente agradable.
La espontaneidad muralista en muchas ciudades, surge de movimientos artísticos a veces marginales, que encuentra en las calles y sitios públicos, sus galerías para expresar a su manera, la forma de ver el mundo, con su arte, sin que medie la censura, la condicionalidad social
Sin embargo, nos preocupa ciertas tendencias al paisajismo, al folklorismo, a la neutralidad de la obra de arte expresada en sus murales, ante tantos temas que, el artistas podría muy bien representar con la belleza, la originalidad, el colorido, la sensibilidad humana y social y el rigor del pincel que saben hacer estos hombres y mujeres del pastel, el pincel, la acuarela, el acrílico, el carboncillo.
Una ciudad que integre al artista a su cotidianidad, a su movimiento y trasiego de vida, a sus paisajes urbanos, es una iniciativa ponderada positivamente, pero advertimos que cuando se hace desde el poder político que todo lo instrumentaliza, desdice, manipula y afea la iniciativa.
La espontaneidad muralista en muchas ciudades, surge de movimientos artísticos a veces marginales, que encuentra en las calles y sitios públicos, sus galerías para expresar a su manera, la forma de ver el mundo, con su arte, sin que medie la censura, la condicionalidad social, que si bien no se hace de manera directa, aparece a veces sugerido y vemos cómo las ciudades se llenan de hermosos murales, muchos de ellos vistosos, paisajísticos, socialmente neutros en sus ejes temáticos y conceptuales y desaprovecha el artista la oportunidad dedialogar con sus gentes, de comunicar su interior libremente, sus afanes y alegrías.
Sabemos que el artista en un país que no tiene un mercado del arte dinámico debe aprovechar toda oportunidad, de acuerdo, simplemente llamamos la atención que cuando la propuesta viene desde círculos de poder, podría perder originalidad. A veces al artista no le queda más caminos que andar o enmascarar su arte detrás de estos mecanismos aunque en su adentro quiera expresar una inspiración completamente libertaría.
Rafael y Miguel Ángel, fueron lumbreras del arte en su momento, y le pintaron a la iglesia, no puso en dudas esta acción la calidad artísticas de ambos, simplemente que otro de igual estatura, prefirió no dejarse envolver de la miel del poder y pintó sin condicionamiento que tampoco disminuyó su trascendencia artísticas, hablamos de Leonardo Da Vinci quien prefirió no pintarle ala iglesia para no limitar su creatividad.
Este paralelismo a veces es con el que ha de jugar el artista, entre la tentación del mercado y la libertad creativa.