Una de las características de la nueva narrativa latinoamericana es su apego a la creación de mundos sociales y culturales. La estructura de estos mundos está relacionada con la estructura de una situación histórica y un determinado contenido temático. El narrador latinoamericano pretende, mediante su invención imaginaria recorrer un proceso ficcional elegido y desde allí darle vida a personajes, actores y redes culturales. Desde esta perspectiva, cualquier espacio cultural se convierte en un mundo determinado por los gestos y la socialidad de la cultura latinoamericana. Tal como se puede leer en textos de Eduardo Galeano como La ciudad como un tigre (1972),La canción de nosotros(1975), Días y noches de amor y de guerra(1978) y los tres volúmenes de su Memoria del fuego (Los nacimientos; Las caras y las máscaras; El siglo del viento), la narrativa intersticial escrita en América supone los actos de fundación y revelación de sus universos imaginarios culturales.
Los mundos sociales de la novela y del cuento son espacios que implican el contacto mediante la lectura por parte de un receptor, para convertirse en trasmundo del autor y del personaje o del lector. Así las cosas: Macondo, Riohacha, Comala, La Casa Grande, Selva, El reino maravilloso de Haití, el Gaspar ilón, Jalisco, Canudos, etc., constituyen creaciones que desde el punto de vista del imaginario cultural remiten a un tiempo y a un espacio fundador.
La finalidad de estos mundos consiste en la creación y/o reproducción de la historia interna y externa de todo el bloque cultural denominado Latinoamérica y sus diversas regiones. Esto coincide, necesariamente, con la nueva crisis de la modernidad y de los signos epocales.
La búsqueda de un nuevo lenguaje y las diversas interpretaciones de la historia americana producen en la actualidad un nuevo rumbo en el desarrollo de la prosa artístico-literaria latinoamericana y caribeña. Dentro de este marco la nueva novela hispanoamericana ha desarrollado estructuras narrativas que permiten establecer una caracterización del universo cultural continental.
Las diversas formaciones literarias latinoamericanas convergen de una u otra manera en el arte de narrar y propiciar la realidad imaginaria, el sujeto histórico-social y el paisaje latinoamericano. En ese sentido, la novela hispanoamericana ha logrado estructurar una variedad de narrantes-personajes, narradores externos e internos cuyo relato principal es el continente americano.
La verdadera problemática de la novela latinoamericana se genera a partir del lenguaje, pues a través de este se perfila el horizonte mítico, así como una diversidad de pensamiento sobre la dependencia o independencia histórica del continente. Justamente ahí existe la movilidad particularizada de los mundos del autor y de los diversos estilos de narrativos.
De esta suerte, existe una configuración de caracteres, tipos y movimientos de la realidad que han logrado producir una visión de lenguaje, una visión de la sustancia narrativa y una individualidad del arte de narrar. Ciertamente la novela hispanoamericana permite una realización de los diversos aspectos del acontecer americano, tal y como lo han puesto de manifiesto estudiosos como Emir Rodríguez Monegal, Saúl Yurkievich, Angel Rama, Roberto González Echevarría, Rosalba Campra, Enrique Pupo-Walker, Seymour Menton y otros que investigan estructuras y funciones de discurso narrativo actual.
Una de las cualidades del lenguaje narrativo que se hace legible en la estructura de la novela es la poeticidad del signo narrativo. La poeticidad es un vehículo de la función estética y expresiva del lenguaje que tiene la capacidad de producir significación particular y general partiendo de la unidad del texto.
La novela poética tiene no solamente autores, sino también estilos de reproducir, crear o asimilar los elementos expresivos y particulares de la realidad imaginaria
Una acción transformadora de la novela en América es la conversión de un lenguaje constituido, establecido en la sustancialidad del significado narrativo, habida cuenta de las múltiples posibilidades de asimilación del espacio histórico y mágico.
Los principales representantes de la novela poética latinoamericana son los siguientes:
- Carlos Fuentes (“Aura”)
- Mario Benedetti (“El cumpleaños de Juan Ángel”)
- Miguel Angel Asturias (“Torotumbo”)
- Homero Aridjis (“Perséfone”)
- Adolfo Bioy Casares (“Tentativa de evasión”)
- Sereno Sarduy (“Cobra” y “Gestos”)
- José Lezama Lima (“Oppiano Licario”)
Este pequeño inventario nos informa sobre los contenidos simbólicos y poéticos de la realidad novelesca. Las obras mencionadas pertenecen a una tentativa de transformación de la novela latinoamericana, entendida como una acción creativa y presentativa. Para comprobarlo, basta con leer Respiración artificial, Plata quemada, Nombre falso y La ciudad ausente de Ricardo Piglia, o, El grafógrafo, El hipogeo secreto, Elsinore y El retrato de Zoe de Salvador Elizondo.
Lo poético en este tipo de creación coincide con los “metagéneros” de lo real-imaginario y con lo real-maravilloso, dando cuenta de un inconsciente poético y colectivo lleno de símbolos, metáforas y alegorías. La producción novelesca poética tiene relación con las estructuras imaginarias subyacentes y evidentes del acto narrativo; de tal manera que las visiones espaciales y temporales se estructuran particularmente en las acciones y los personajes.
La novela poética es una formación discursiva comprendida en el ámbito de la historia general de la novela latinoamericana. Las formas estilísticas, así como los tropos y demás licencias de construcción expresiva admiten un significado singular y plural válido para su lectura. Desde la modernidad literaria, la novela quiso ser un tipo de reflejo poético cuyas posibilidades se realizan en el texto y en los niveles de construcción de la realidad social.
Esto hace que la novela se revele también como arquetipo social y político. Con Tulio Manuel Cestero se inicia en la República Dominicana la llamada “novela de la tiranía”, siendo así que las estructuras narrativas y poéticas desde esta vertiente impulsaron la línea expresiva y retórica del modernismo.
Sangre Solar, La Sangre, César Borgia y Ciudad Romántica se articularon como textos con un significado poético e histórico revelador de toda una problemática unificada en la ocurrencia novelesca histórico-poética y narrativa
En este sentido, la obra de T. M. Cestero impulsa desde un tipo de narratividad dimensional donde la sucesión de una historia oficial de corte dictatorial pretende reproducir la decadencia de la institución política, social y moral del país. El espesor de la tiranía lilisista alcanza un grado de crueldad propio de las instancias gubernamentales, cuya historia parte de la Primera República. Lo que implica una descripción de toda una descomposición societal donde los signos intentan suplantar los usuales contenidos epocales.
El propósito principal de la novelística de Tulio M. Cestero será escamotear el significante político cuyo peso histórico y poético será revelador de todo un conocimiento de la vida pública en la época pluripartidista (Partido Rojo, Azul, Bolo, Coludos, Nacional…) a comienzos del siglo XX.
La instancia de reproductividad se reconoce como estética desde la unidad fundamental de su sentido histórico y crítico. De ahí que las relaciones internas de sus elementos (trama, acción, personaje, espacio, tiempo, voz locutorial) admiten una nueva visión de la estructura novelesca moderna entendida como estructura socio-cultural.