“En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”, Byung-Chul Han-

Nos encontramos atareados individual y colectivamente en un mundo de Estados nacionales institucionalmente -tan occidentales, como orientales- en términos de interdependencia comercial, científica, tecnológica e incluso cultural.

En ese contexto la obra de Byung-Chul Han aparece vulnerable ante una serie de reparos y críticas.

I.- Claroscuros de un pensamiento. Para no romper la norma cartesiana de dudar metódicamente de todo, pues al fin y al cabo es la marca vigente de la modernidad en el presente, el pensamiento de Han cuenta con un buen número de objetores y críticos. El mínimo común denominador de los reparos que le hacen es éste:

 El autor de origen coreano se establece en Europa para disfrutar de la libertad que parecía no tener en su sociedad original y, a pesar de ello, objeta e intenta redefinir el concepto mismo de esa libertad que no hace más que criticar puesto que se asimila al estado de cosas opresivo de un mundo oriental encausado por el ejemplo chino.

Así se explica que todos los problemas de civilización que identifica en el mundo contemporáneo sean responsabilidad culposa de la libertad.

Tanto la libertad de pensamiento como la de expresión. Las redes sociales, herramientas que han puesto en conexión a millones de personas en todo el mundo, se descubren como algo que margina y aísla al individuo en sí mismo. El sexo, libre y normalizado, alejado del yugo al que lo sometió la historia y la moral religiosa, termina sendo malévolo porque destruye el amor. La libertad para trabajar, para comprar, para movernos y alcanzar nuestras metas deviene dependencia, sometimiento y hasta esclavitud. Y la capacidad de cada uno para conocer los entresijos del sistema y salvaguardarse de sus inconsecuencias e incoherencias termina siendo inexistente e ineficaz.

Pareciera ser que para Han los seres humanos, por ser libres -si no como Dios tras haber mordido la manzana que los llevó a conocer el bien y el mal, al menos sí como dioses- no gozan de libertad de acción para defenderse de todo lo que quieren, conocen y pueden. En la medida en que no olvida ni deniega su experiencia existencial en la cultura oriental, cuenta con una base a partir de la cual puede tomar distancia y criticar la del mundo occidental. Y lo hace porque reconoce en sí mismo y ahora fuera de sí en qué consiste la involuntaria coincidencia, por un lado, del mundo oriental poblado de seres humanos, inmersos gracias a su conciencia cívica en un todo más amorfo, homogéneo e indiviso; y, por el otro lado, el tradicional mundo judeo cristiano personalizado e individualizado en cada sujeto libre, moral, pensante y corporal.

De ahí su vaticinio -evidente a la luz de la experiencia de la actual pandemia- en el sentido de que el manejo del virus del Covid 19 y de sus cepas traza el camino que conduce al predominio oriental sobre el resto del mundo. Puesto que la muerte no es democrática, a sus pies, China lleva el carril de adentro para emerger como nuevo centro civilizatorio.

De cumplirse esa predicción, la conciencia oriental, más que la occidental, dará inauditos frutos de civilidad.[1] Se impondría por ende, a modo de reflujo usual, no dialéctico, la naturaleza uniforme de la disciplina frente a la insubordinación autárquica del cogito, ergo sum que solo busca reconocerse y ser reconocido.

He ahí el por qué del claroscuro del pensamiento de Han. La paradoja de paradojas. Las virtudes occidentales que añoró conducen, de la mano de regímenes liberales y neoliberales, a los vicios de forma y de fondo que son registrados desde sus albores en contra de la libertad en aquel lejano oriente que quiso superar.

Por supuesto, ante tal encrucijada cualquiera podría cambiar de perspectiva y ser más cauto con las redes sociales, administrar mejor su tiempo entre trabajo y ocio para privilegiar a este último, o mostrarse menos crédulo respecto a quienes ostentan el poder público y el mando. Sin embargo, a mi entender, esa opción no es cónsona al pensamiento de Han. Su labor al día de hoy ha sido de exposición, no de remedio. Ni siquiera se aproxima a Kant para hablar de la razón práctica[2], a Marx con su célebre duodécima tesis contra Feuerbach[3] o, más reciente y concreto, a Lenín cuando en su día y en otras circunstancias preguntó “¿Qué hacer?[4].

La concepción de Han es filosófica a la vieja usanza. Diagnostica la transparencia de la sociedad y critica su deformación, mas deja en suspenso y sin develar los intríngulis e interioridades de todo esos circuitos y programas gracias a los cuales operan aparatos tan característico de nuestra actualidad como un celular y su inteligencia.

A modo de un ejemplo de ese claroscuro que resulta de la falta de diálogo entre la filosofía y otras disciplinas del saber humano, sobresale su concepción del poder como amabilidad, pero que en la práctica ignora o desconoce la posición básica de la antropología evolutiva que bien podría avalar su afirmación. En verdad, de acuerdo a ese complemento específico de las disciplinas sociales  que colindan y hacen las veces de frontera de su pensamiento, la clave de la convivencia humana está en “la cooperación” humana.[5] Más que “el interés” económico,  el “intercambio de objetos” y “el amor propio” de Adam Smith[6], dicha cooperación hace avanzar nuestra comprensión evolutiva de la empatía más allá de la aptitud inclusiva y el altruismo recíproco; y, por tanto, explica adecuadamente los diferentes niveles de relaciones entre individuos, especies, etapas de desarrollo y de situaciones históricas.

He ahí un complemento indisociable -aunque desaprovechado hasta este momento por Han- de la amabilidad y compasión a la que se refiere al desentrañar el poder según Hegel como matriz de su concepción original. Sin embargo, al mantenerse ajeno a ese otro diálogo, lo deja en tinieblas como si su concepción fuera lo que no es, un razonamiento arbitrario e infundado.

II.-  Preguntas sin respuestas. Han achaca al capitalismo y sus formas derivadas el ser un régimen autoritario si no totalitario, violento y silencioso. Su mayor atrocidad, de acuerdo a sus detractores, es su principal virtud: la libertad y el derecho de cada persona a vivir del modo que prefiera mientras no ataque las libertades de quienes le rodean.

Ahora bien, si lo que se vive en las democracias liberales occidentales no es libertad, y puesto que no prenden alguna de las experiencias libertarias en las naciones orientales, entonces, según Han, ¿cuál es el modelo a seguir?

Un aspecto que llama la atención en su pensamiento filosófico es la aparente incapacidad que tienen los sujetos humanos, tanto en el mundo occidental como en el oriental, para vivir, pensar, tomar decisiones. Así, pues, gracias a su ingente obra filosófica, ¿no podemos al menos prevenir las deficiencias del sistema que analiza con lupa crítica? ¿Enmendarlas?

¿Acaso existimos enclaustrados, sin más acá ni más allá que la Naturaleza, la natural y la humana?, ¿circunscribirnos a un fatum romano, manifiesto y evidente en un inexpugnable destino mítico imposible de revocar? De ser así, vana sería la exhortación poética de Domingo Moreno Jimenes:

“¡Acaso Dios nos dejó en la tierra

para cruzarse de brazos ante el destino de los hombres?

Irrumpamos sobre el destino de las cosas,

y conquistemos de nuevo la vida”.

[1] Byung-Chul Han: “Por qué a Asia le va mejor que a Europa en la pandemia: el secreto está en el civismo; en El País,  24 de octubre 2020.  https://elpais.com/ideas/2020-10-24/por-que-a-asia-le-va-mejor-que-a-europa-en-la-pandemia-el-secreto-esta-en-el-civismo.html

[2] Ver, Crítica de la razón práctica (Kritik der praktischen Vernunft) (1788). Trad. de E. Miñana y Manuel García Morente, Madrid, Espasa-Calpe, 1981 (2ª edic.), 1981; y Metafísica de las costumbres (Metaphysik der Sitten) (1797). Trad. esp. La metafísica de las costumbres. Madrid, Tecnos, 1994.

[3] Ver, Karl Marx: Tesis sobre Feuerbach, orig. 1845, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm

[4] Vladimir Illich Lenín: ¿Qué hacer?, en Obras completas, vol. VI, Editorial Progreso, Moscú, 1981.

[5] Ver a ese propósito, Stephanie D. Preston & Frans B. M. de Waal: “Emphaty its ultimate and proximate bases”; en, Behavioral and Brain Sciences 25, 1-72, 2002. En el mismo sentido, Jhon Bock: “Evolutionary Studies of Cooperation. Introduction to the Special Issue”; en Human Nature 20:351–353, 2009, donde se pone de relieve el papel fundamental de la cooperación de los actores sociales en un contexto sociocultural y ecológico de progresiva evolución.

[6] Adam Smith: The Theory of Moral Sentiments, original de 1759, Cambridge, Cambridge University Press, edición de 2007. Y: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, original de 1776, Chicago, University of Chicago Press. 1977,