Las revueltas populares en el mundo árabe han puesto en evidencia la inadecuada política exterior de los Estados Unidos y cómo esta ha influenciado la percepción en esa región con relación a las posturas adoptadas por ese gobierno. Décadas de un accionar desacertado en diversas áreas de importancia para el Medio Oriente han creado una animadversión colectiva que, por desgracia, ha sido utilizada por extremistas como catalizador para propagar su ideología.

Al aplicar REALPOLITIK, conocida en círculos diplomáticos como trazar una política exterior utilizando de manera pragmática el poder (ya sea económico, geopolítico o militar) en lugar de trazar las mismas haciendo uso de principios morales y éticos, esta potencia mundial ha adoptado posiciones que a la larga han resquebrajado su imagen a nivel internacional.

Esta realidad no es una postura reciente, más bien, responde a una idiosincrasia regida por un accionar de conveniencia a través de la historia. Debido a coyunturas geopolíticas, gobiernos norteamericanos han creado y mantenido estrechas relaciones con dictaduras alrededor del mundo. Si nos remontamos al pasado, Norteamérica ha impuesto con su poder militar y económico tiranías hasta en nuestro propio patio, basta con mencionar a Pinochet (Chile), Trujillo (República Dominicana) y  Duvalier "Papa Doc" (Haití), para ilustrar la larga lista.

Por más que se reflexione, cuesta entender como la nación emblemática cuando ponderamos los valores democráticos en el marco internacional, termina apoyando gobiernos que violan con total impunidad los derechos civiles, muchas veces cometiendo crímenes bajo los ojos del mundo.

Al poner en perspectiva los últimos acontecimientos en el mundo árabe, los traspiés norteamericanos saltan a la luz. Las estrechas relaciones entre Washington y los gobiernos de Egipto, Bahréin, Yemen, Túnez, Argelia, Marruecos, Irak (Saddam Hussein, hasta finales de los 80’s) y Afganistán (Guerra Fría) representan un muestrario de los nexos de Estados Unidos con monarquías autocráticas, dictaduras y tribus extremistas en esa región.

Pero si bien el accionar de Estados Unidos lo ha dejado expuesto ante la opinión pública internacional, las revueltas en el mundo árabe representan una oportunidad para enmendar décadas de una política exterior desatinada. El gobierno de Obama tiene en sus manos la posibilidad de finalmente alinear su política exterior de acuerdo a los valores éticos y morales que rigen el sistema norteamericano. De ser así, la aplicación relativa del concepto democrático desaparecería de la política exterior de esa nación.

En ese sentido, Obama ha iniciado de manera apropiada, optando por tomar acción militar en Libia como parte de una coalición de naciones. Esto evidencia la nueva era multipolar que hoy en día rige el marco internacional.

Sin duda alguna, estas revueltas subrayan el momento crucial en los intereses geopolíticos en el mundo árabe. Estados Unidos puede, tras una larga lista de errores, reivindicar su postura e imagen en esa región y por qué no, en el mundo.