Soy un envidioso, lo reconozco. Tengo envidia de José Mujica, el Pepe, presidente de Uruguay. No exactamente de él, sino más bien de los uruguayos. Me explico, a los que envidio de verdad es a los uruguayos por tener un presidente como Mújica. A mi me gustaría vivir en un país con un presidente con la coherencia de Mújica o, mejor aún, que los ciudadanos de muchos países del mundo, pudieran tener a presidentes del Gobierno como él.

En política se dice, y creo que ya lo he escrito en Acento, que cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive. Y en eso Mujica es un maestro, tiene un auténtico master en coherencia. El presidente de Uruguay no oculta que es de izquierdas y que su pensamiento es progresista, defiende a los más humildes, presume de sus políticas sociales y hace bandera de la lucha por la cohesión social. Él mismo se comporta como una persona humilde, que vive de forma austera y que ejerce el cargo sin el boato ni la parafernalia de la que se suelen rodear tantos presidentes de otros países.

José Mujica vive en una humilde casita de apenas 50 metros cuadrados, con el tejado de chapa y en la trasera de su vivienda, cultiva flores y hortalizas. Mujica y su mujer, senadora del Frente Amplio, no tienen servicio, ellos mismos limpian la casa, hacen la compra y se ocupan de las tareas cotidianas. Entre ambos, y después de colaborar con su partido y con organizaciones sociales, reúnen 2.500 al mes dólares que les dan suficiente para vivir en Montevideo.

Mujica sorprende a propios y extraños por su sencillez en el trato y por su espontaneidad. Se comporta como una persona corriente que, sin embargo, hace cosas extraordinarias para ser, como es, presidente de un Gobierno. Porque, nadie podrá negar, que es extraordinario que un presidente viva como predique, sea tan campechano en público como en privado y trate igual a poderosos y humildes.

Por eso, no me extraño que el otro día, cuando el Pepe, fue a la Casa Blanca, nada más entrar en el despacho Oval, le dijese al presidente Obama que últimamente le habían salido muchas canas. No sé que le contestaría Obama, pero estoy seguro de que la conversación mereció la pena, y que el presidente norteamericano terminó pensando que es una lástima que América vaya a perder dentro de unos meses a un líder regional de la personalidad y el pensamiento de José Mujica.

Claro que la coherencia por sí misma no valdría de mucho sino viniera acompañada de los resultados a la hora de gobernar. Quizás lo más llamativo haya sido que el gobierno de Mujica ha despenalizado el aborto, legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo o el consumo de cannabis. Pero lo más importante es que todos los indicadores regionales apuntan a que Uruguay es el país con más cohesión del contienen americano, el que más gasta en políticas sociales en relación a su PIB, el que ha desarrollado un nuevo marco de relaciones laborales más justo y equilibrado, o el que tiene un sistema sanitario que proporciona atención de calidad a todos los ciudadanos.

La revista británica Times eligió a Uruguay País del año en 2013, “por su receta para la felicidad humana”. Eso también me da envidia. Lo bueno es que la receta de José Mujica para que los ciudadanos sean más felices se conoce, incluso, se podría copiar o adaptar. Pero ese es otro tema.