La desigualdad de género, a pesar de los avances que ha habido, sigue siendo, en sentido general, un asunto de primer orden por lo menos en las agendas de los países, desarrollados y no desarrollados.

La cultura machista que impera en nuestras sociedades, impide aún que la mujer pueda efectivamente asumir un rol protagónico en las conquistas sociales y políticas. Tal y como ya ha sido señalado, no se trata de conformarse con tener reconocidos ciertos derechos, sino de, como colectivo, continuar una lucha que no debe ser descuidada, la lucha por la efectividad de la igualdad.

República Dominicana, por ejemplo, es uno de los países de la región donde se comete el mayor número de feminicidios íntimos al año y esto a la sociedad no parece inmutarle. Hemos aprendido a ver la violencia contra las mujeres como algo natural, como algo normal. Por demás, es uno de los pocos países donde se prohíbe todo tipo de aborto, sea terapéutico o no, en franca violación a los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres.

Si hablamos sobre el tema de la inserción de la mujer en el sistema educativo, nuestro sistema ha sido muy exitoso matriculando estudiantes, pero presenta resultados muy inferiores en cuanto a la retención, lo que a su vez es un reflejo de los altos niveles de ineficiencia del mismo, afectando en mayor medida a niñas y jóvenes mujeres.

En este aspecto, se requieren de políticas educativas que mejoren la pertinencia del contenido académico y técnico-vocacional de la educación (sí, para ello el reclamo del 4%). Es importante destacar que, en las mujeres, la repitencia y deserción escolar están asociadas a causas no económicas tales como el embarazo o matrimonio temprano, las que responden a su propia condición de género.

En cuanto al acceso y uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), aunque el desempeño educativo de las mujeres es mejor en comparación a los hombres, existe una brecha digital por género en el uso de estas tecnologías, sobre todo del internet. En Santo Domingo hay más hombres usando la computadora (48.3% en comparación a 39.8% de mujeres) (ENHOGAR, 2005).

La promoción de políticas para un mayor acceso de las mujeres al uso de la tecnología, por ejemplo, contribuiría a la reducción de la brecha digital por género, además de que tendría un impacto a más a largo plazo al permitir mujeres más y mejor informadas y, por ende, con mayores posibilidades de aprovechar las oportunidades que el mercado laboral les pueda presentar.

Estudios realizados apuntan que las mujeres participan con mayor frecuencia que los hombres en cursos de entrenamiento, motivadas por las posibilidades de mayor progreso, sin embargo la elección del tipo de curso o entrenamiento parece reforzar la segregación ocupacional en el mercado laboral. Tejada Holguín y Lizardo (2004) encontraron que las mujeres tienden a elegir cursos tradicionalmente catalogados como femeninos: belleza, costura, secretariado técnico comercial, manualidades o repostería, entre otros. Por su lado, los hombres tienden a elegir en una mayor proporción cursos relacionados con la electricidad, mecánica, manualidades y técnicos en áreas profesionales.

Sobre el importante tema de la paridad en la participación política, República Dominicana ha votado dos leyes en ese sentido, las cuales nunca se han podido cumplir a cabalidad: la ley 12-2000 que instituye la acción afirmativa en favor de las mujeres, al establecer que el 33 por ciento de las postulaciones a los cargos congresuales y municipales de las organizaciones políticas deben estar reservados a mujeres, y la ley 13-2000 que dispone la inclusión de una mujer como síndica o como vice síndica en la boleta electoral del nivel municipal.

Solo me resta decir que todavía hoy la sociedad dominicana no puede presumir de que la igualdad de género y los derechos de las mujeres son temas de primer orden en la agenda política, económica y social.