Siempre he escuchado la expresión de cuan fascinantes son las historias que envuelven a los hombres en cualquier actividad que ellos se desempeñen. En conversaciones por triviales que aparenten, suelen surgir temas tales como “eres ingeniero y un exitoso hombre de negocios, acabas de montar una empresa y te está yendo muy bien”.

O tal es el caso de, “él es el político más respetado de todos, va todos los domingos a misa, tiene un hermosa familia, y le está y no para de hacer cosas  bien en los negocios familiares”. Pero cuando en esa misma dinámica conversatoria se refiere a las mujeres, los cuestionamientos son directos y sin ningún tipo de escrúpulos.

Ya que en medio de la misma plática surgen cuestionamientos como, “tú eres madre, profesional exitosa, diriges una empresa, ¿pero cómo lo haces?”, o “tu tiene 3 hijos, eres vicepresidenta de la nación, juegas tenis profesional, eres la líder de una fundación sin fines de lucro; ¿cómo logras balancear lo familiar, laboral, profesional y negocios?

Pero el problema de estas preguntas, es la sensación de subestimar la capacidad de la mujer y de las dudas que surgen en torno de cómo pueden desarrollarse en múltiples áreas, sin necesidad de competir con ellos. Lo destacable aquí -pienso, es que ningún hombre ha tenido que justificar su valentía a través de la historia sobre sus proezas. Y nadie le ha preguntado sobre cómo ha logrado balancear sus actividades profesionales con las personales.

Solo las mujeres están sujetas a esta condicionante, como si la capacidad de ellas fuera tema de duda en los aspectos que trascienden el desenvolvimiento. Pero la historia es quien se ha encargado de mantener oculto papel que han tenido las mujeres en el desarrollo político, económico, social, científico, evolutivo y humano. Sobre todo, por la presumible mala fe que han tenido quienes se han encargado de redactarlas.

Sin embargo, pese a que las mujeres continúan demostrando la gran capacidad en cualquier área que deciden desarrollarse, su crecimiento continúa siendo diezmado por hombres y desafortunadamente por mujeres. Pero este comportamiento tiene sus raíces y en la propia evolución del ser humano y en la necesidad de ejercer control y autoridad sobre los demás. Es decir, existen teorías que hablan sobre la evolución de la raza humana y la necesidad constante de “marcar territorio”, protegiéndose en caso de que sus vidas se encuentren en peligro; aspectos que coinciden con el proceso de evolución del cerebro reptiliano, que compartimos con otras especies y que se relaciona con nuestro pasado primitivo.

Las mujeres han encontrado la manera de transformarse continuamente, entrando en muchas ocasiones al terreno de “las superpoderosas”, ya que son capaces de emprender proyectos de manera exitosa en todo lo que deciden hacer; avanzan sin detenerse sobre quien está a su lado para interrumpir su proceso, sino por el contrario, concentradas en alcanzar las metas que se propusieron.

Es importante, que antes de cuestionar como las mujeres logran ser multitasking, balanceando todas las áreas de su vida con una precisión analítica en el desarrollo de la ejecución, debemos celebrar que son mujeres quienes deciden hacer lo que muchos hombres no hacen.

Ahora más que nunca, esta sociedad moderna debe dejar esta batalla de los sexos a un lado y permitir que las mujeres continúe avanzando hacían donde planea llegar. Dejar atrás los obstáculos que interrumpen el protagónico papel de las mujeres en la conformación de la estructura social. Especialmente en estos momentos de pandemia, ellas han reforzado el interés femenino en áreas de empoderamiento abriendo negocios, están en actividades de voluntariado, aprendiendo a sobreponerse por encima de la desigualdad que ellas experimentan.