La octava carta de Leonor Feltz (LF) a Pedro Henríquez Ureña (PHU), fechada el 2 de enero de 1902, aporta un dado curioso, luego de haber pronosticado, como se vio en la entrega anterior, la caída de Juan Isidro Jimenes, derrocado por su vicepresidente Horacio Vásquez el 26 de abril de aquel 1902: «Yo les envío siempre los periódicos. En estos días no viene nada nuevo en política i lo más importante que se escribe son las Diarias, aunque no siempre tratan directamente de asuntos de actualidad. Habrán visto ustedes una que les envié por el vapor pasado, sumamente interesante (…) Nadie, en mi concepto, ha descrito á Lilís en dos pinceladas de una manera tan exacta i majistral.» (Bernardo Vega. Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña. Santo Domingo: Academia Dominicana de la Historia, 2015,  90).

¿Quién es ese periodista que escribe de manera “tan exacta i majistral”? ¿Acaso se trata de Miguel Ángel Garrido? Muy joven y activo, murió a los 41 años (1867-1908) y de él dijo Rufino Martínez, el Tucídides dominicano, lo siguiente: «Su independencia de espíritu soportó duras pruebas, y bajo el poder inmenso de Heureaux, las tentativas por doblegarle salieron fallidas.» (Diccionario histórico-biográfico. SD: De Colores, 2ª ed., 1997, p. 214). Dudo que se trate de José Ramón López, quien primero combatió a Lilís y se exilió en Venezuela, pero a su regreso a la patria se reconcilió con el dictador. Quizá pudiera ser Víctor de Castro, quien también se exilió en Venezuela y que publicaba en un periódico capitaleño una columna titulada “Interdiarias”, con la que “ganó muchos aplausos”, según Néstor Contín Aybar (Historia de la literatura dominicana, t. III. SPM: UCE, 110). Quizá LF tuvo un lapso y escribió “Diarias”, pero esto queda como tarea de investigación.

Quizá lo más señero de la carta de LF a PHU es el disgusto entre Francisco Henríquez y Carvajal y Hostos. Recuérdese que esta carta de LF es el anuncio de una calma chicha de lo que pronosticó: la caída de Jimenes, para la que apenas faltaban tres meses y recuérdese también la campaña de diatribas en contra de aquel gobierno y su ministro de Exteriores Pancho Henríquez y en contra de Emilio Prud’homme, a causa del contrato con la Improvement, para renegociar la deuda externa con los tenedores de bonos, rechazado por el Congreso, como ya se dijo: «Sin embargo, esa Diarias á que me refiero i que tiene un objeto esencialmente patriótico i mui oportuno en los actuales momentos, ha despertado en unos el entusiasmo por su autor, en otros comentarios diversos (…) Entre estos, con gran asombro nuestro, está el señor Hostos, que se ha mostrado profundamente disgustado, triste y decepcionado al ver que un hombre como Don Pancho haya podido endiosar á Lilís.» (BVega, 90).

Esta confrontación entre cofrades del positivismo armónico la explica LF a PHU y sus hermanos desbrozando las confusiones y trapisondas que la prensa y los secuaces de Horacio Vásquez lanzban cotidianamente al ruedo de la sociedad. Y LF ejerce el papel de un atraviesamuros que observa lo que sucede en la intrahistoria y en las subjetividades sincrónicas de 1902: «Te explico lo que ha pasado. El señor Hostos se ha dejado sugestionar por algunos de sus discípulos, furibundos horacistas, que en su afán de chismear i dividir, han querido demostrarle que el actual gobierno i sobre todo Don Pancho, han pactado con los caídos para triunfar en la próxima situación política (…) No sólo es eso completamente falso i absurdo, sino que nos consta que ocurre todo lo contrario i hai motivo para que el patriotismo se sienta alarmado. A eso responde la Diaria demostrando que sería imposible crear de nuevo una situación análoga (…) La mala fe i la peor intención lo desfiguran todo, sin embargo.» (Vega, 90-91).

La expresión popular “los caídos” remite a los lilisistas representados por el ahijado del dictador, Alejandro Woss y Gil, persona que goza del aprecio de los Henríquez, como se observa por el retrato que de él pinta PHU en sus Memorias (México: FCE, 2000, 66), donde dice: «En Nueva York nos encontramos á varios dominicanos: al ex-presidente D. Alejandro Woz (sic) y Gil, hombre de inteligencia sutil, grande amigo de mi padre y mi primo Enrique…» Entre monjas anda el diablo y cuando el río suena… Y a este propósito de la caldera del Diablo a punto de estallar en aquel contexto explicado por LF, Frank Moya Pons acota: «En la Capital, entretanto, Jimenes fue rodeado por muchos de los antiguos lilisistas que buscaban integrarse nuevamente a la Administración Pública. Con el correr de los días Vásquez llegó a creer que su vida estaba en peligro, y llamó a sus partidarios a las armas contra el Gobierno el 26 de abril de 1902, marchando con ellos hacia la Capital y obligando al Presidente Jimenes a salir del país el 2 de mayo.» (Manual de historia dominicana. SD: Búho, 2013, 419).

¡Ningún miedo a perder la vida! Los caudillos no se mataban entre sí. Aunque la lucha fuera sangrienta, había un protocolo de decencia y honor que ellos respetaban. Trujillo abolió ese protocolo.

La creencia de Vásquez, como toda creencia, era falsa. El verdadero motivo de la pugna con Jimenes, según se desprende de lo escrito por Moya Pons (2013: 419): era este «… las pugnas políticas en el país se recrudecían debido al interés de los lilisistas en separar a Vásquez de Jimenes, haciéndole creer al Presidente que Vásquez pensaba eliminarlo del poder en las próximas elecciones de 1903, llevando como Vicepresidente a otro candidato, posiblemente de bandería lilisista. Para reforzar la posición política del Presidente Jimenes se creó en esos días un nuevo partido político llamado Partido Republicano (…) Las intrigas terminaron distanciando a Vásquez de Jimenes. Desde los mismos inicios del Gobierno, Horacio Vásquez se había ido a vivir a Santiago para desempeñar el cargo de Delegado del Gobierno en el Cibao. Como jefe del llamado Movimiento del 26 de Julio (sic) fue rodeado allí por los enemigos de Lilís y por todos los que habían sido afectados por la política financiera de Heureaux.» Llevar don Horacio a un candidato vicepresidencial en el contexto de estos antililisistas, era un suicidio. Los enemigos de Jimenes usaron esta estratagema para desestabilizar emocionalmente a Jimenes. Alejandrito estaba más cerca de Jimenes, dada su relación con don Pancho.

He realzado en negritas los dos factores que hicieron posible la caída de Jimenes: 1) lo económico (los arruinados) y 2) lo político (las intrigas). Y con toda seguridad, si existiese el “sentido de la historia”, como creen los miembros del partido del signo, ese vicepresidente no hubiera sido sin duda Alejandrito Woss y Gil, una especie de Balaguer pálido y diletante de salón. Pero Alejandrito era un mascarón de proa para asustar a Jimenes. En el prólogo a la tercera edición de La Mañosa en 1974, Juan Bosch analiza esas intrigas que desembocaban en las mal llamadas revoluciones que paralizaban “el desarrollo” institucional del país: « … la causa de nuestras guerras intestinas era la lucha de clases, una lucha de clases que carecía de orientación ideológica y que además se llevaba a cabo entre capas diferentes de una numerosa pequeña burguesía que peleaban a muerte porque la guerra civil fue, durante muchísimo tiempo, el canal de ascenso social más seguro que conocía país.» (Citado por Guillermo Piña Contreras. La Mañosa. Estudio. Cronología, notas y variantes, 2004: 333).

¿Vio todo esto LF? En parte. Paso ahora a la carta de LF a PHU, del 25 de enero de 1902, en la que le plantea que hubo una polémica cuando se representó la obra Consuelo, drama de Ulises Heureaux, hijo, quien estudió en París bajo la tutela de Pancho Henríquez cuando este fue, a su vez, a Francia a estudiar medicina. La mayoría de estas obras de Ulisito están desaparecidas o extraviadas. Otras deben estar en manos de familiares o en algún baúl escondido.

LF le deja el juicio definitivo al autor de “la más atinada” de las crónicas: la escrita por Cyrano de Bergerac. Por supuesto, consultamos a Emilio Rodríguez Demorizi y sus Seudónimos dominicanos (SD: Taller, 1982), y no trae el nombre de quien se escondía con la máscara de la obra teatral del personaje de Edmond Rostand. El aumentar el caudal de seudónimos dominicanos que nos legó don Emilio es tarea que se impone a la nueva generación de investigadores.

La escenificación fue “un verdadero éxito”, según LF, quien asistió al teatro llevada por don Pancho: «… y nunca he presenciado en nuestro teatro una ovación más ruidosa ni más entusiasta. Se dio dos noches consecutivas con un lleno completo.» (BVega, 92).

No todo es halago para Ulisito. He aquí el juicio de la literata, no de la política, como políticos lilisistas era la mayoría de aquel público que fue a apoyar al cachorro del león caído en Moca el 26 de julio de 1899: «El argumento es vulgar, manoseado; la forma descuidada, incorrecta; pero es un drama. Drama que revela pleno conocimiento de la escena é indiscutible talento dramático en su autor.» Y digo yo: para eso le enviaron a estudiar a París.

Y vean ahora la agudeza política de LF, que columbré más arriba al hablar de apoyo al lilisismo muerto con Lilís: «Ulises emitía juicios tan erróneos ó desautorizados en sus crónicas que decían mui poco en favor suyo (…) se trató de dar viso político á la cuestión haciendo creer que renacía el lilisismo (…) De dramnaticidio lo calificó Sinsonte i trató de probar que todo en la obra es plajio, pero hizo una crónica tan trivial i tan rebosante de injusticia, que no he querido mandársela.» (BVega, 92). LF se refiere a Pedro, Max y Frank, estantes en Nueva York. Otra tarea para investigadores: determinar a cuál escritor corresponde el seudónimo de Sinsonte. Don Emilio tampoco lo trae en su libro ya citado.

¿Y cómo vio un crítico teatral de finales del siglo XX la obra de marras? Al parecer, solo dos obras de Ulises Heureaux, hijo, fueron a las tablas: Consuelo, vista por LF en 1902 y En la hora suprema, estrenada en agosto de 1925 en el teatro Colón de San Pedro de Macorís. Sin incluir a Consuelo, aunque en una nota con asterisco la menciona (Hisstoria del teatro dominicano. Santo Domingo: Editora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, t. II,1984: 91), José Molinaza documenta al menos 11 obras más de Ulises Heureaux, hijo (1984: 88, 90). Al parecer se desconocen los distintos géneros a los que pertenecen tales obras teatrales. Solo se sabe que Consuelo es un drama y La fuga de Clarita, entremés. Faltan pruebas para las demás obras.

¿Cuál es el problema con Ulises Heureaux, hijo, y los dramaturgos que enumera Molinaza desde Cristóbal de Llerena en 1588 hasta Juan García, dramaturgo número 159? La respuesta es que, en su mayoría, las obras de estos dramaturgos fueron escritas por ellos, pero no se representaron y se perdieron o están en viejos baúles de los familiares de estos teatristas.

Y de Ulises Heureaux, hijo, dice Molinaza lo mismo (II, 1984: 71): «De esta época [1901 a 1916-1922] es la mayoría de las obras de Ulises Heureaux, hijo. De las mismas solo tenemos noticias; ha sido imposible localizarlas. Quizás cuando sean descubiertas cambien un tanto la panorámica nuestra, decimos un tanto, porque en verdad no creemos que pueda ser de manera radical si tomamos en cuento las variables analizadas.»