Imagínense que les pregunto el nombre de diez de sus directores favoritos. Asumiría que un largo listado les vendría a la mente: Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, David Fincher, Steven Spielberg, George Lucas, Gaspar Noé, Asghar Farhadi, Pedro Almódovar, Iñárritu, Cuarón, Spike Lee, Tarantino, Robert Redford, Sidney Pollack, Billy Wilder, Fellini, Rosellini, Olivier Assayas, Godard, Dennis Villeneuve, etc., etc… pero, ¿y si preguntara el nombre de tres directoras favoritas? ¿dos? ¿una? ¿nos vendrían a la mente tan rápidamente como nos llega el nombre de los hombres?
Hace apenas unos días tomó lugar la premiación de los Globos de Oro, que en sus 77 años de existencia solo había nominado a cinco mujeres en la categoría de dirección, habiendo ganado solo una, Barbra Streisand con Yentl, en 1983. Este año se sumaron tres excelentes propuestas, Emerald Fennell, con su provocadora comedia negra Promising Young Woman, la actriz Regina King, con su debut directorial, A Night in Miami y Chloé Zhao, quien terminó siendo la gran ganadora con su hermosísimo Nomadland. En la trayectoria de los Oscar, por su parte, solo cinco mujeres han sido nominadas en 91 años, y únicamente Kathryn Bigelow resultó ganadora en el 2009 por Hurt Locker, (aunque mi favorita, a propósito, sea Strange Days). El asunto de las premiaciones es que aunque para el arte resulten triviales, desde un punto de vista comercial, una nominación puede hacer una gran diferencia en las posibilidades taquilleras de una película, y la inclusión de historias diversas y relevantes de modo que lleguen a una audiencia masiva.
Aunque dentro de la mentalidad patriarcal que nos rige, la excusa de tan limitada presencia es que a través de los años ha habido poca participación de directoras, lo cierto es que siempre ha habido mujeres cuya cinematografía ha traspasado las trabas de una industria que durante décadas se ha negado a escuchar nuestras voces. “Las historias de mujeres no venden” parecían decirnos, hasta que de repente la televisión venía a demostrar lo contrario, como cuando una guionista llamada Jenji Kohan creó dos shows con temáticas feministas que rompían el molde de lo establecido. Las primeras temporadas de Weeds tuvieron rotundo éxito, y más adelante, en el 2013, Orange is the New Black, la segunda serie producida por un recién forjado Netflix, con un diverso elenco de mujeres, resultó ser una sensación mundial. Trabajando como actriz en la misma fue cuando realmente comencé a notar la carencia de roles interesantes y me surgió una inquietud que durante largo tiempo se ha venido expresando: ¿por qué hay tan pocas perspectivas femeninas en el cine?
Durante el inicio de la pandemia, hace exactamente un año, comencé a navegar diferentes plataformas en busca de filmes dirigidos por mujeres. Fue pura casualidad que la búsqueda coincidiera con el mes en que se conmemora el día internacional de la mujer, razón por la cual encontré la filmografía completa de fascinantes cineastas. Por curiosidad e interés personal me adentré profundamente en un historial cinematográfico cuya visión, sentido de narrativa y lenguaje visual resultaban complejo y único.
En ese entonces el Canal Criterion presentaba un gran número de películas de Andrea Arnold, incluyendo su reconocida Fish Tank, y quedé impresionada con su manera visceral de contar historias, incluyendo una magnánima adaptación del clásico de la literatura Cumbres Borrascosas, que además contaba con una espectacular interpretación actoral. Heathcliff a cargo de un actor negro, el británico James Howson, le agregaba una capa racial a la ya claramente relevante división social propuesta por Emily Brontë. Y me quedaría corta tratando de expresar las emociones que me hicieron sentir los cortometrajes Milk (Leche) y Wasp (Avispa) también dirigidos por Arnold. Dato interesante: Wasp ganó el Oscar a Mejor Cortometraje en el año 2003. Y con toda razón. ¡Es brillante!
Lo relevante de estos films es que la perspectiva femenina añade profundidad a temas que, aunque universales, no son tratados muy a menudo. Así pues, en su film autobiográfico, Things Behind the Sun, Allison Anders trata sin tapujos el trauma del abuso sexual, y en Un Bello Sol Interior, Claire Denis nos presenta a una vulnerable Juliette Binoche interpretando a una artista divorciada que en sus cincuenta anhela encontrar amor verdadero. Pienso en Argentina, y de inmediato me llegan a la memoria tres películas de directoras con gran peso: XXY de Lucía Puenzo, Una Novia Errante de Ana Katz y por supuesto La Ciénaga de Lucrecia Martel, todas con un sello inigualable en el cine latinoamericano. En este terreno, hará poco más de un año que tuve la oportunidad de ver Las Niñas Bien, de la mexicana Alejandra Márquez Abella, una excelente película que explora la pretensiosa vida de un grupo de mujeres de clase alta en México de los ochenta cuyo mundo se derrumba cuando llega la gran crisis financiera, y en el 2009, Claudia Llosa nos hacía somatizar a través de su visionaria película La Teta Asustada, una dolorosa historia que escribió y dirigió en la que cuenta los temores de mujeres que fueron violadas durante la época de terrorismo que vivió Perú a finales del siglo XX, con una impresionante interpretación de Magaly Solier, actriz de origen indígena.
A un nivel más astronómico, Patty Jenkins se convirtió, hace apenas cuatro años, en la primera directora en traer a la gran pantalla una historia de super héroes con La Mujer Maravilla, a la que dio una ligera dosis de feminismo subversivo, sin obviar las limitantes al tratarse de un producto Hollywoodense. Jenkins fue también la guionista y directora de Monster, con una magistral actuación de Charlize Theron, en la que presentaba una interesante propuesta sobre la vida de Aileen Wuornos, una prostituta que tras matar a siete hombres recibe la pena de muerte. Con su manera introspectiva de ver a Wuornos y una desgarradora puesta en escena, Patty Jenkins nos hacía reflexionar y hasta sentir compasión por una persona que fuera víctima de abuso sexual desde temprana edad. Ese es el asunto de la diversidad mientras se presentan distintos puntos de vista; nos permite analizar y sentir más allá de lo evidente. Es el gran regalo del arte, expuesto desde diferentes panoramas.
Muchas otras películas me vienen a la mente. Tantas que he decidido dividir este escrito en dos partes. Mientras conscientemente descubro y exploro el trabajo de más cineastas, les invito a irlas añadiendo a la larga lista de mujeres directoras.