El intelecto es una condición del ser humano que lo capacita para reflexionar, entender y discernir realidades concretas de toda índole. En este sentido, llama la atención, que a pesar de la fuerza y del poder cultural que pretende pautar y, de alguna manera, limitar las posibilidades y capacidades femeninas, la mujer ha salido adelante en las diversas vertientes humanas y profesionales de nuestro tiempo.
El potencial humano e intelectual, unido a la disciplina académica y a la eficacia empresarial, ha hecho que la mujer académica contrarreste la discriminación, subestimación y menosprecio, a la cual, cierta corriente patriarcal la ha querido someter. Han sido los resultados laborables los que han determinado su rol en las nuevas estratificaciones sociales.
La mujer de vida intelectual, generadora de nuevos pensamientos, va ocupando no solo los asientos de aulas universitarias, sino cátedras y roles significativos que direccionan nuevos rumbos nacionales e internacionales. El hecho nos va sugiriendo que el futuro se tiñe de integración armoniosa, marcada por valores que no admiten discriminaciones estériles.
En este sentido, recuerdo al gran maestro y político José Martí, el cual reconoce y admite el papel de la mujer para el desarrollo de las emociones y del intelecto, cuando el referido autor hace alusión a las circunstancias sociales y políticas del siglo XIX donde la mayoría de los varones estaban dedicados a la lucha por la independencia de nuestros países.
La sociedad actual, como en tiempos remotos, posee evidencias de las cualidades competitivas de la mujer en el desarrollo social, político y económico, pues se abre paso en medio de prejuicios destacándose, con desempeño dinámico y participativo, en la mayoría de los aspectos en que se desarrolla la vida del ser humano; por ejemplo: en la educación y en la transmisión de la cultura, la mujer es el eje de la administración económica, no solo del núcleo familiar, sino de las empresas que administra y lidera, en cuyos espacios juega papeles estelares que determinan una transformación integral.
Si analizamos de una forma profunda la vida de Jesús, el Divino Maestro de Nazareth, nos daremos cuenta de que Él, no sólo supo relacionarse con todas las mujeres que la historia fue poniendo a su lado, sino que también supo valorarlas, dignificarlas y notó siempre en ellas probada fidelidad, eficiencia y empreño en todo lo que hacían.
La figura de la Virgen María, Madre de Dios, nos debe servir e inspirar para crear una postura más abierta, capaz de abrir espacios de reflexión en torno al tema de la mujer como ente social y eclesial, de manera que nos hagan encontrar los caminos que humanicen cada día más a la mujer.
En fin, con dos frases del Sumo Pontífice, el Papa Francisco, respecto al tema que nos ocupa, resumo todo lo que he pretendido comunicar en este artículo.
"La mujer tiene que tener más voz, debe ser más escuchada en el mundo y en la Iglesia".
"Todavía no hemos entendido en profundidad lo que puede aportar el genio femenino".