La violencia de género es un problema global y, en consecuencia, de la sociedad dominicana, en donde se violan una amplia gama de derechos fundamentales.   Se denomina así para distinguir la violencia común de aquella que se dirige a un individuo o un grupo sobre la base de su género o sexo. Esto implica cualquier acto perjudicial perpetrado en contra de la voluntad de una persona y basado en las diferencias de atribución social entre hombres y mujeres. Muchas formas de violencia de género son consideradas ilegales y actos criminales en las políticas y leyes nacionales. Este tipo de violencia se manifiesta principalmente en ataques psicológicos, físicos y sexuales contra las mujeres y niñas. Por ejemplo, el infanticidio femenino, tráfico de personas, violaciones en tiempo de guerra, ablaciones, prostitución forzada, explotación laboral, aborto selectivo y ataque homofóbicos contra personas o grupos homosexuales, lesbianas, bisexuales y transgéneros.

Cabe indicar que, si bien es cierto que esto aplica para ambos sexos, ya que tanto la mujer como el hombre son víctimas de actos violentos, los estudios demuestran que los factores de riesgo, el tipo de ataques, la fuerza usada y las consecuencias de la violencia contra la mujer difieren de la violencia contra los hombres. Toda vez que la mujer está en una posición de subordinación evidente o camuflada dentro de la sociedad. Por lo que pocas veces los hombres son considerados como víctimas. Por lo general, no suelen existir indicadores de maltrato en su contra, pues, al no recibirse denuncias,  no hay acciones para auxiliarlos. De acuerdo a los patrones sociales, los hombres son los fuertes y sea por vergüenza o porque no encuentran medios satisfactorios de respuestas, deciden no denunciar.

La violencia contra las mujeres constituye tanto una violación a sus derechos fundamentales como un grave problema de salud pública. Toda vez que es una causa de muerte o lesiones contra la mujer y además, representa un factor de riesgo para numerosos problemas de salud física y mental.

Las modalidades y tipos de ataques varían según la ubicación geográfica. Por ejemplo, en África predomina la mutilación genital femenina, a causa de factores culturales, religiosos y sociales que pretende la reducción de la libido en las niñas y mujeres para generar en ellas comportamientos sexuales que se consideran “adecuados”, como la virginidad prematrimonial y la fidelidad. Asimismo, se producen ataques contra las lesbianas, ya que consideran que la única forma de hacerles cambiar su orientación sexual es a base de la violencia. Igualmente, las niñas son víctimas de abusos sexuales, pues resultan ser las favoritas de su agresor, son consideradas limpias y libres de enfermedades de transmisión sexual como el SIDA. Además, en países como Uganda y Nigeria existe la creencia de que un hombre que tiene el VIH se puede curar teniendo relaciones sexuales con niñas vírgenes.

Por su parte, en Asia existen otras formas de violencia. Por ejemplo, en Afganistán muchas familias especialmente las que habitan en las zonas rurales, limitan la libertad y participación de las niñas y mujeres en la vida pública. Aún son frecuentes los matrimonios forzosos y en algunas partes se les niega la educación básica. Mientras que en la India, domina el dote. Esto se traduce para algunos hombres como la gran oportunidad de tener una esclava y bienes por medio del matrimonio. Igualmente, es una sociedad que está influenciada por el infanticidio, abortos selectivos y el matrimonio con niñas menores de edad. En cambio, en Indonesia son miles de niñas que están sujetas a agresiones psicológicas, físicas y sexuales a casusa de ser empleadas domésticas, sometidas a largas jornadas de trabajo y sin días libres.

Por otro lado, en Iberoamérica las cifras de violencia doméstica son alarmantes. Muchas veces este tipo de violencia termina en feminicidio y dejando niños huérfanos, que a su vez, son las víctimas colaterales. Es prudente señalar, que también se ha convertido en el destino de muchas de las mujeres víctimas del tráfico de personas para ser explotadas en el mercado sexual. Según la periodista mexicana Lydia Cacho en su libro “Esclavas de poder”, pone en evidencia que es el tercer negocio ilegal más rentable después del narcotráfico y la venta de armas.

En otra vertiente, según los datos arrojados por la Procuraduría General dominicana, en el 2015 el número de denuncias por violencia de género fue de 73,928,  pero solamente llegaron a los tribunales un total de 1,609 casos, lo cual corresponde al 2.17 %. Cabe destacar, que de estas denuncias 8,634 fueron por violencia de género, 58,553 por violencia intrafamiliar y 6,741 por delitos sexuales. Y, en el 2016 el Ministerio Público registró 88 feminicidios y 79 homicidios de mujeres, para un total de 167 muertes asociadas a violencia de género. Lastimosamente, estas cifras demuestran que la mujer dominicana no necesita salir de su casa para ser violentada.

Para concluir, todo tipo de violencia basado en el género y que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer,  así como la amenaza de tales actos, la coacción, o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la vida privada, debe de  parar. Esta realidad tiene que cambiar. La violencia contra las mujeres constituye tanto una violación a sus derechos fundamentales como un grave problema de salud pública. Toda vez que es una causa de muerte o lesiones contra la mujer y además, representa un factor de riesgo para numerosos problemas de salud física y mental. Además, es de suma importancia adoptar métodos de enseñanza que promuevan la sensibilización respecto a este tema y la igualdad de género, en los lugares de trabajo, centros educativos y universitarios y a través de los medios de comunicación.  Así, como implementar políticas que vayan dirigidas en el empoderamiento de la mujer.