Érase una vez que un empresario en el 2018, expresó de forma convencida, estudiada, escrita y ponderada que el “error de Naciones Unidas” fue permitir que las mujeres salieran al mundo laboral. Y un disque político, realmente politiquero de la rama de los “chateau”, lo apoyó con vehemencia. En esta consideración todo tipo de crímenes y delitos contra las personas y la sociedad, todos los males que acompañan la cotidianidad de la sociedad estarían resueltos si las mujeres volvieran a ocupar el rol asignado desde la “predestinación biológica”, de parir y hacerse cargo de las familias.

O sea, entiéndase bien, la delincuencia común y la organizada; los delitos transnacionales y el crimen organizado; el tráfico ilícito de migrantes, armas, y estupefacientes; el asesinato; las violaciones; los crímenes de guerra y de lesa humanidad; el hambre; la corrupción; la impunidad y los curas pederastas. Y siga añadiendo, la “descomposición familiar”; la drogadicción; el embarazo en adolescentes; el incesto; el embarazo infantil forzado; la mortalidad materna e infantil; la prevaricación; el abuso; la discriminación; la explotación laboral; y todos los males de la humanidad no existieran sin ese “terrible error”. Ergo, si las mujeres “entendemos” que nacimos para ser “madres”, asumir las labores de la “reproducción” y nos quedamos en casa, aportaríamos grandemente a su solución. Nótese la ironía, por favor.   

¿Qué tontería es esa? ¿Las mujeres no tenemos derecho al libre desarrollo de la personalidad? Estos hombres, ni siquiera tienen la posibilidad de entender y darse cuenta, que, con sus expresiones, están admitiendo que consideran que “su mundo ideal” funciona sobre la base de negar la igualdad y la libertad de las mujeres.

El arraigo y la radicalidad del machismo se sigue imponiendo. Sus convicciones responden a la dicotomía: los hombres son de “la calle” y mujeres de “la casa”; y deben actuar y ser de unas formas determinadas. Evidentemente, a pesar que en los últimos días los discursos de odio y subordinación, validados en Trump y Bolsonaro, hacen pensar a los negadores de derechos que sus “deseos” son legítimos; hay un quiebre, y una gran proporción de la sociedad no esta dispuesta a celebrar esos dislates. Posiblemente por precaución en función de las reglas de las multinacionales que representa, el empresario se vio obligado a retractarse de sus planteamientos, aunque hasta eso quiso presentarlo como si le “malinterpretaron” en sus “bien intencionadas” palabras; lo bueno de este hecho lamentable, es que nos hizo saber que hay mucha gente que no esta dispuesta a tolerar tanta arrogancia y negación de derechos.

Los estudios sobre la subordinación de las mujeres hace mucho tiempo que lograron una ruptura epistemológica, el conocimiento de la realidad social se amplió, incluyó a la mitad de la población que había sido invisibilizada. Como dice Judith Astelarra, “solo las personas más retrogradas siguen creyendo que la desigualdad tiene sustento natural, y que deban existir diferencias sociales basadas en el sexo”.

Lo personal es político dice una de las principales consignas feministas, así que lo político es personal, y no, no es cierto que nuestra salida al mundo público, sea la causa de “todos los males de la humanidad”. Muy al contrario, está evidenciado, que la participación de las mujeres, abre las perspectivas del desarrollo, hace la democracia más efectiva, contribuye a una sociedad más justa, equitativa e igualitaria, y permite definir políticas públicas integradoras, propiciando cambios culturales en beneficio de la humanidad.

Sin mujeres no hay democracia, la participación y representación de las mujeres en la vida política es fundamental y básica, desde una cuestión de derechos y desde una visión de lo social que reconozca la pluralidad y la diversidad de la humanidad.

No puede existir democracia política legitima, si se excluye a la mitad de la población.  Ahora bien, si en un ejercicio de libertad, no condicionado, no inducido, no presionado, usted lo que quiere es quedarse en su casa a cargo de la educación de sus hijas y sus hijos, y tiene los medios para hacerlo, bien, felicidades, está viviendo su opción. Solo tenga mucha claridad en las cuentas… Averígüese lo que les paso a muchísimas mujeres en este país en la época de los “divorcios a vapor” y me va a comprender…

En fin, que, si realmente queremos apostar a un mundo mejor, tendrá que ser en uno, en el que la dignidad, la libertad, la justicia y la igualdad, no sean abstractos filosóficos, sino verdad exigible, como dice nuestra Constitución.

Las mujeres deberíamos poder construir nuestro mundo en libertad y pensarnos personas, y mujer, sin miedo a que por serlo nos discriminen.