La facilidad con la cual se digieren las noticias de crímenes contra mujeres y las consiguientes conductas suicidas de los agresores, tras asesinar parejas y ex parejas, delante de niños, en noches de luna, interrumpiendo el sueño de los vecinos, sigue llenando el mes de noviembre de tristeza y preocupación.

¿Qué ha pasado en nuestra población que los hombres están tan desesperados? Hay muchas explicaciones e interpretaciones de supuestas investigaciones. La temática pareciera estar en boga, en las instituciones estatales, ONGs, organismos internacionales e investigadores independientes que hablan del “descontrol del hombre dominicano frente a la mujer”. Mientras las mujeres siguen muriendo en manos de hombres, que las amaban o que creyeron amarlas alguna vez.

Las explicaciones suelen partir de que somos una sociedad de violentos, machistas, gente sin educación, y deformados por unos patrones culturales, que dan poco interés al valor intrínseco de la mujer. Terminando todo en un machismo aberrante, donde el poder masculino no nos permite relaciones afectivas sanas entre parejas. Variables todas que inciden en un fenómeno pluricausal en pleno proceso evolutivo. Que  encierra y define el tipo y las características de ser humano que está produciendo nuestra sociedad.

El tema es preocupante, porque los Estados no tienen respuestas a uno de los problemas más graves que afecta las sociedades modernas – la violencia en todas sus variables, pero en especial la violencia de parejas, siendo los celos el leitmotiv de la agresión, si bien siempre han existido, como lo plasmó Shakespeare.

Es significativo observar como en un mundo de diversas opciones sexuales, de parejas abiertas, tradicionales o de inesperada liberación sexual, las personas viven mal la infidelidad.

Hoy día, el fenómeno toma dimensiones alarmantes en varios países latinoamericanos, encontrándose RD entre los primeros 5 de ellos – con 71 mujeres asesinadas en lo que va del año, 10 en noviembre. Siendo un fenómeno novedoso no solo por lo desagradable del crimen, sino por la tipología de la agresión,  elementos que envuelven la presencia de niños, el trauma familiar de por vida, y la fijación del agresor, tras intentos fallidos de acabar con su víctima, para finalmente suicidarse.

El hecho que cada vez sea más frecuente, que los agresores se suiciden ,nos ha llamado poderosamente la atención, porque si el suicidio -como analizó el sociologo EmileDurkheim (1897),es un acto puramente personal resultado de la profunda infelicidad de los individuos-, es un hecho social, influenciado por factores sociales, existiendo fuerzas sociales ajenas al individuo que influyen y tienen un papel decisivo en el comportamiento del suicida .Siendo necesario encontrar las causas reales que subyacen en la sociedad, que están llevando a nuestros hombres a asesinar mujeres.

La conducta suicida debe ser estudiada de manera rigurosa, se debe partir de un análisis  pluridisciplinario donde la explicación sociológica no pueda ser evadida por la sociedad, que ha sido calificada de enferma y anomíca – si entendemos por anomia:

“Estado de desorientación y desesperación provocado por los procesos de cambio del mundo contemporáneo, que hacen que las normas sociales pierdan influencia sobre el comportamiento individual”. Como lo señala el sociólogo Anthony Giddens.

Asumiendo para los fines de este trabajo, sobre todo ,lo que tiene que ver con la pérdida de las normas sociales en nuestra sociedad y la laxitud de las autoridades ante todo tipo de transgresión social, la impunidad y sus efectos devastadores en la  construcción del tejido social ,de una población que crece y se desarrolla sin sanción ,sin respecto hacia sí mismo y hacia el otro, lo que de alguna manera hacen del acto  suicida un fenómeno que puede tener sus vertientes ,que van desde que el agresor sea consciente de la falta cometida ,merecedor de todo el peso de la ley, o existe una pérdida -si alguna vez, se tuvo- de la dimensión de la vida banalizada, como si la muerte no fuera para siempre. O se es suicidad antes de ser feminicida, y en el acto suicida se arrastra a la mujer.

Estamos frente a un fenómeno de sociedad alarmante y novedoso,ya que el agresor no tiende a suicidarse en otros países. Aquí, es altamente significativo el número(13 sin contar los que intentaron), y lo que implica la conducta para el desarrollo de la familia que arrastra ya una serie de patologías que se inician con  el abandono de los padres y las agresiones sexuales (98% son familiares )No podemos obviar que son nuestros hombres, que amaron, tal vez mal, pero que amaron, son padres, hijos, hermanos, ciudadanos dominicanos desesperados o seres humanos enfermos, que terminan con sus vidas tras terminar con la de la mujer, objeto de la pasión .Estamos en una sociedad enferma donde el evento de la violencia, es una de las patologías a sanar.

Debemos repensarnos como sociedad, preguntarnos como formamos los seres humanos en el proceso de socialización; qué trasmitimos en nuestras familias, escuelas y universidades, en los medios de comunicación; qué están aportando nuestras instituciones para contribuir a la formación de individuos tan frágiles e inseguros.  seres humanos más sanos, con capacidades de tolerancia, capaces de amarse y amar responsablemente, enfrentando el desencuentro como parte del hecho de vivir.

Generándose en nosotros una serie de interrogantes que queremos compartir: ¿Acaso arrastran estos hombres una patología social vinculada a sus orígenes violentos, que les ha acelerado la decisión de acabar con la frustración de no ser correspondidos?¿Y/o es a través de la mujer que enfrentan la incapacidad de resolver sus problemas  existenciales?¿O sólo son enfermos imitadores de conductas disfuncionales, que salen a asesinar por mimetismo?¿Cuál es la cuota de responsabilidad que nuestra sociedad tiene en esta conducta de matar y matarse?

Nosotros pensamos que los agresores suicidas que presentan los asesinatos de mujeres, ex parejas y parejas, son individuos que además de sus frustraciones afectivas, identidades masculinas erráticas, arrastran una serie de daños producidos por la sociedad. Se trata de un problema social integral, global, que puede ser una alerta, de que al interno de esta sociedad, vienen pasando cosas en la conducta de los hombres que van más allá del gesto de la eliminación del otro, pues pareciera que en ese intento de eliminar el objeto del sufrimiento, que viene de fuera, la mujer es parte simbólica, es el chivo expiatorio de la frustración y desesperación que produce la anomia  en un nuestros hombres.

Ponencia presentada el 28 de Nov. 2019 en el Seminario MUJER, HOMBRE, FAMILIA Y SOCIEDAD. Organizado por la PUCMM con la participación de expertos internacionales.