“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, origen o religión. La gente debe aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, se les puede  enseñar a amar, porque al amor viene más naturalmente al corazón humano que su contrario.”

El mundo está de luto por la pérdida de uno de sus líderes más importantes y emblemáticos: Nelson Mandela.  Mandela es el símbolo de la libertad y de la paz mundial. Este hombre logró unir a una nación que estaba segregada de blancos y negros debido al Apartheid, que significa “separación” en Afrikáans. Este sistema de segregación racial cuyo propósito era otorgar el poder exclusivo a una minoría blanca, conservando el poder, puede ser considerado un bullying extremo, ya que clasificaba a la población de acuerdo a la apariencia, la aceptación social, o la ascendencia. Nelson Mandela sufrió en carne propia las consecuencias de tan terrible rechazo y luchó con todas sus fuerzas hasta su abolición.

En su autobiografía llamada “El largo camino hacia la libertad”, este escribe “Mientras cruzaba las puertas hacia el umbral que me llevaría a la libertad, supe que sino dejaba mi amargura y odio atrás, estaría encadenado de por vida… el resentimiento es como beber un veneno y después esperar que el mismo mate a tus enemigos.”

Uno se pregunta, como un hombre, después de estar encarcelado por 27 años puede llegar a ser presidente, abolir el Apartheid, unificar una nación con grandes diferencias raciales y sociales, y encaminarla hacia la ruta del progreso y el desarrollo? De qué esta hecho este hombre?! Que corazón tiene este individuo que tiene la capacidad de perdonar a tal extremo del olvido y de canalizar sus energías, en ayudar a transformar su país hacia un gran futuro?

Una mañana de febrero en 1990, Nelson Mandela salió libre de una cárcel en Sudáfrica, dándole esperanza al mundo entero. Esa escena erradica nuestra incredulidad de que la naturaleza humana nunca puede cambiar y que al final el bien no prevalece. Sin embargo, la humanidad perecería sin esperanza, y de vez en cuando algo sucede o alguien surge que cambia todo esto y renueva nuestra fe para inspirarnos a creer que no siempre tiene que ser así; que nuestra especie puede llegar a ser mejor; la humanidad puede superarse a niveles donde el bien, la justicia, la bondad y la solidaridad guíen su caminar. Como un milagro,  como un héroe aparecen seres como Nelson Mandela.

Mandela fue uno de esos líderes inusuales que persisten y luchan a pesar de todo. Cambió el curso de la historia humana de tal manera que será recordado y honrado por todos alrededor del mundo.

Nunca dejó caer su espíritu en la perspectiva del fracaso y siguió creyendo contra todo obstáculo que su sueño de unificar a su nación era posible.  A diferencia de otros líderes, las ambiciones de Mandela no eran buscar el poder para beneficio propio, sino para lograr la dignidad y el bienestar de todo su pueblo. Esto lo hizo merecedor del Premio Nobel de la Paz.

Aunque su verdadero nombre es Rolihlahla, que significa “aquel que atrae problemas hacia sí mismo”, Mandela se convirtió en un héroe poco común en la historia de la humanidad, y difícilmente imitable. Su historia de vida parece un cuento donde la fe y la tenacidad son las reinas; donde la humildad y la empatía son las princesas. Este demostró, al igual que Gandhi y Martin Luther King Jr., que el usar la resistencia pasiva como arma también puede ser efectiva y victoriosa.

Cuantos líderes como Mandela necesita el mundo en este momento? Aquellos que tengan no solamente talentos pero corazón de león donde la nobleza, la integridad,  la fe y la justicia guíen sus acciones. Necesitamos esa semilla de grandeza para que florezcan y surjan lideres que estén capaces de sacrificarlo todo por el bienestar común.

Nelson Mandela, descansa en el cielo.