Se debe a la hora, todavía te queda sueño en la cabeza. A ese sobrante que sale de un momento a otro se le llama alucinación. Lo anterior es una pincelada que se desprende de la novela Mudanza de los sentidos, de la multifacética autora dominicana Ángela Hernández. ¿Quién es Ángela? Desde que empecé a inmiscuirme en los asuntos escriturales de mi propio país, escuché su nombre retumbar por la callejuela de la palabra. Sí, callejuela por no decir callejón. El oscuro, caliente y sugerente medio en el que nos toca trabajar y que muchas veces terminamos replicando en nuestros textos. A esta novelista la conocí primero como poeta y escuchar su nombre la asociaba a escritores como José Mármol o Soledad Álvarez. Cuando se haga un estudio de ese momento en nuestra literatura descubriremos coincidencias felices en las maneras en que estos escritores se definen, como construyen la ciudad y valoran sus alrededores. Como la conocí primero como poeta voy a compartir con ustedes mis pensamientos alrededor de algunos versos de la autora. Mírense qué tamaño título tiene este poema, Lo que tengo es un pulmón cerrado como piedra. Este es un buen poema para leer en estos tiempos en que la violencia, un cáncer lento que hemos ido trabajando como sociedad, se confunde con la pandemia del Coronavirus. Estás en casa, o encerrado en la calle, oprimida por el dolor o el odio. Dice Hernández, la poeta, Ojo móvil. Terco sobre el día vulnerable. Ventolera. Festín de insinuaciones. Cosas de acá y de allá. De acá y de allá claro porque estamos sufriendo en Santo Domingo tanto o más como se sufre en el Bronx. Creo que no es nada más Estados Unidos, sino el mundo, que se ha tomado muy a pecho el linchamiento de George Floyd en las calles de Minneapolis. La desigualdad social se traduce en la vulnerabilidad, la fragilidad del día, como dice la poeta. Es por esto que creo que este es un buen poema para leer en este momento. Para leer este momento. Viene verso: Lo que tengo es un dedo de Dios (…) Lo que tengo es el punzón de siempre (…) Un vestigio en forma de serpiente. Necedad de furia. Bailoteo. Frío de ser. Los poetas que se preocupan por el ser siempre me han parecido interesantes. Lo hizo en su momento Pedro Mir cuando escribía sobre el amor, que es también el político, digo, pregunto, ¿cabe la política en el amor? Doña Aída, Aurora Arias, ambas también han trabajado el ser. Aunque fue el profesor Miguel Ángel Fornerín en Puerto Rico, que un día en clases propuso la lectura del ser en cuanto a la traducción de verbo To Be. Hicimos bastantes ejercicios cambiando la fórmula del ser por el estar en mucha poesía. Arrebatado ser. Estar arrebatado. Ser del arrebato. Estar arrebatado. Ahora que estoy en Chicago y leo este poema de Ángela Hernández y releo y acaricio mi copia de Mudanza de los sentidos, pienso en lo interesante que puede ser estar enamorado de la obra de una autora sin saberlo, por tanto tiempo. Estos libros que tengo de ella aquí me han acompañado siempre, como un ojo móvil, que es definitivamente una referencia a su otra manera de hacer poesía: la fotografía. Más poesía: Lo que tengo es el vivo de los barrios. La culebrilla feliz de los mercados míseros. Boca del alma rota por el vino. El tempranero empeño del que trueca la eternidad por alimentos. La incertidumbre que nos aprieta el día a día no es cosa ligera. Miedos, miedos, miedos tan rotundos que pueden ser estudiados como pieza de museo. Miedos que pueden estudiarse como el extremo de los centros.
Hay que leer y estudiar la obra de Ángela Hernández. Cuando digo esto lo que implico es que es una obra lúcida que merece atención, que puede sugerir conversaciones interesantes para entender los cambios en nuestra realidad reciente. Interactuar con la obra de una autora que como muchas de las que vengo mencionando hace poco, construye un mundo y un lenguaje poético propios, siempre con un interés multi-interdisciplinario. En el caso de Ángela es la fotografía. Hay que hacer ensayos en donde uno pueda involucrar esta obra con las propuestas de Susan Sontag y Roland Barthes en cuanto a la idea de la cámara, la poesía y la imagen. Hay también que ampliar o retomar el estudio de Charamicos, de la estructura práctica y de la propuesta post-estructuralista de la misma. Tanto Mudanza como Charamicos, para evaluar a fondo y desde la escritura, nuestros más recientes cambios sociales. Termino diciendo que me agrada haber escrito este bienmesabe. Que es bueno tener los libros de Ángela Hernández alrededor. Libros que si no leo al menos acaricio. Mis palabras son también botellas con mensajes que viajan de una ruina a otra, entre la belleza salvaje y el espanto.