Las mudanzas son enemigas del animal normal. No hay sosiego para sentarse a disfrutar de un cigarrillo. Después de verificar la hora de llegada de Apolo Carga, miro las cajas todavía vacías y me siento en la cama todavía con sábanas.

Lo primero que hago es romper un espejo con marco de mimbre para salir de eso, aprovecho y también rompo un plato. Un apagón me ayuda a decidir qué hacer. Agarro todo y lo meto en las cajas sin clasificación ni periódicos, lo que se va a romper se va a romper.

El día anterior fui a limpiar el aparæstudio. Eché agua para llenar una piscina. Lavé las ventanas; trapié el piso; desempolvé con cuidao dejando en paz las telarañas del techo, recordando los versos de un aganitaleño:

"Una ciudad donde las telarañas
Son consideradas sucio".

Me da mucha pena destruir esa elaborada arquitectura de seda de esas criaturas hilanderas que lo único que hacen en la vida es trabajar el día entero con la esperanza de atrapar moscas y mosquitos. Creo que todas las casas deberían tener sus arañas, mascotas independientes aportando mucho más que los perros y Salud Pública en la lucha contra el dengue.

Apolo Carga llegó como a las ocho y pico. Como tengo pocos muebles solo tuvieron que dar un viaje en el camioncito; le tomó pocos minutos al borracho cargador decorador de interiores decidir el lugar apropiado para el sofá, las sillas y la mesa, cambió la cama de sitio como siete veces. En mi carro llevé la ropa y las cosas que me importaban. Me resultó curioso que las cosas consideradas importantes fueran tan pocas: la laptop, un caracol de Las Terrenas, una foto de la familia de hace muchísimos años, una tortuga de coco seco y un cuadro pintado por mi sobrina de un atardecer en una playa de Marte.

Ya a las diez de la noche estába sentando en la cama, miraba las cajas comprendiendo que iba a pasar mucho tiempo antes de que tomara cada objeto innecesario y le asignara un lugar propio. Es muy posible que muchas de esas cosas se queden en cajas para siempre, y sin nadie que las mire su único destino será desaparecer.

Este nuevo hábitat
no tiene pinos ni cayenas en las aceras
los perros vecinos ladran por turnos
extraño la salamanqueja del insomnio
la lavandería a crédito ahora lejos
en lugar de pajaritos cada mañana me despiertan
los carros madrugadores que entran al túnel
a enfrentar el duro trabajo diario primero que yo.