Recuerdo que durante mi infancia eran frecuentes las disputas que se generaban en las fiestas de cumpleaños en las que me tocó estar como invitado unas veces y otras como anfitrión. El problema siempre era el mismo: todo el mundo se enfocaba en el suspiro y no en el bizcocho.

Y cuando recuerdo esto, de alguna manera veo reflejada la clase política que se ha encargado de dirigir los designios de nuestra nación, tanto en su vertiente tradicional y dominante, como las susodichas fuerzas emergentes que se dice que hay y que no han tenido oportunidad de gobernar.

Mucho se ha discutido y analizado sobre la necesidad de transformar la sociedad dominicana, de darle un giro copernicano, hasta el punto que se ha convertido esta idea en una cuestión axiomática, no sujeta a controversias. Indudablemente,la República Dominicana tiene que ser cambiada, tiene que iniciar ese camino pendiente por recorrer desde su fundación.

Con esta visión, mucho se ha dicho sobre la necesidad de que surjan fuerzas emergentes que se opongan a la partidocracia tradicional y a los sectores dominantes que se encuentran detrás y al lado de esta. Y cuando han surgido-si es que lo han hecho- esa mayoría anhelante de tal suceso se pregunta por qué estás fuerzas-si es que lo son- no crecen, no empatizan con el pueblo y no logran impactar de manera positiva en el proceso de transformación que precisa la sociedad dominicana.

Múltiples razones se exponen y casualmente todas convergen en el punto de que la culpa de tal desgracia sigue siendo de la partidocracia dominicana y de los sectores opresores. Pero, en mi opinión esas conclusiones quizás son un poco inocentes y porque no, hasta poco responsables. No dudo que haya mucha culpa en esos sectores, es evidente, que la resistencia a que cambie el status quosupone pues, un obstáculo para que se desarrollen -repito si es que las hay- las fuerzas emergentes.

Quizá el meollo del asunto sea menos teórico de lo que parece; tal vez la causa de lo descrito sea identificable en la situación que de mi infancia he reseñado: el enfoque está en el suspiro y no en el bizcocho, en proponer soluciones superfluas y no estructurales, en adoptar un discurso que cabalga sobre la coyuntura generada por las fuerzas dominantes , coyunturas que, muchas veces, emerge de temas eternos que fluctúan en la agenda nacional, como si tuviesen vocación de entretenimiento.

Carlos Gaviria, jurista y políticocolombiano, decía recientemente que en las sociedades democráticas en que se dice que vivimos son más bien simulaciones y no verdaderas democracias, posición con la cual coincido. Las fuerzas emergentes- si es que las hay- deben entender que en el espacio donde “juegan a la política” no es realmente democrático, sino más bien una ficción utilizada para manipularnos. Deben entender, como decía Gaviria, que para que haya democracia, debemos construir el sujeto de la democracia (el pueblo).

Superar las situaciones vergonzosas en la que nuestra sociedad esta inmersa implica sin lugar a ninguna duda, conocer los orígenes, las causas y el alcance de los problemas que afectan a nuestro país. Asumir esta premisa como cierta, entraña entonces que para resolver los problemas que precisan ser resueltos, debemos hacerlo sobre la base de una lógica distinta a la lógica propia del status quo, la cual al final de cuentas y ante su posición de preferencia conduce hasta un despeñadero hasta el más puro propósito.

Hay que comenzar hablarle al puebloy no así mismos, pues cuando se haga esto, que a mi juicio es lo que se tiene que hacer, podremos entonces comenzar atacar los problemas fundamentales y estructurales que afectan a nuestra sociedad. Es hora de que comencemos a comer más bizcocho y menos suspiro, pues ya estamos bastante grandes para eso.