Me confieso incompetente para analizar y comprender los datos y cifras que emitiera el presidente Medina en su discurso de Rendición de Cuentas, que para muchos, incluso para él, no son más que revisión  cuentos con los que pretende seguir envolviéndonos en una extensa cortina de humo. Me causa preocupación mi pobreza mental para entender la fórmula utilizada por el gobierno para que poco más de un millón de dominicanos hayan salido de la pobreza y que la clase media se haya elevado a niveles nunca visto en nuestra democracia reciente. 

Me asombra sin embargo; el optimismo de una persona que aborda con entusiasmo el futuro y sobre esa base; afronta la realización de aquellas obras que a juicio suyo,  solo pueden ejecutarse en  el transcurso de un tiempo que nunca pudo especificar.  Como si esto significara necesariamente, retomar la arenga con la que hace poco más de dos años, justificaran la sagrada necesidad de modificar para «provecho del colectivo»  y para dar continuidad a una obra inconclusa, la Constitución dominicana y quitar el impedimento de la  no reelección del Santo Inmaculado de San Juan de la Maguana.

En su discurso, el presidente hizo énfasis en un camino largo por recorrer y expresó sin ingenuidad que falta mucho por hacer,  cosa que nuestro juicio indica el rumbo que tomará la política criolla de hoy en más. Y por consiguiente es el asomo de una crisis institucional de magnitudes colosales. Por aquello del uso indiscriminado de los recursos públicos en aras de  viabilizar la nefasta causa, por lo que el futuro para la democracia local no se percibe halagüeño.

Cabe destacar la pobreza discursiva, la inseguridad y la falta de conexión emocional que produjo la alocución de un presidente que tiene seis años dirigiendo los destinos de la nación y que no ha sido capaz de solucionar los servicios que por su naturaleza, son elementales para la sostenibilidad del desarrollo humano. Con el agravante de que olvidó que este país, quería escuchar de sus labios; lo que haría para combatir la corrupción administrativa, fibra sensible de su administración y que según informes de instituciones internacionales, ocupamos posiciones cimeras en este tema.

Danilo no fue y no será capaz de prometer una lucha contra el elemento básico de su permanencia en el poder y la que se ha orquestado en detrimento de la gente que menos puede y con la garantía de establecer un sistema en que la justicia por vía de  la impunidad,  otro factor al que tampoco hizo referencia el mandatario, esté subyugada al poder político de carroña que se ha enquistado en el Estado Dominicano.

Cierto es entonces que falta mucho camino por recorrer, en un Estado de instituciones débiles, cuyos recurso han de ser utilizados para la exaltación de un mequetrefe que se que cree dueño del país. Falta que se mejoren los servicios hospitalarios y reconstruya sobre la base de lo que establecen la Constitución y las leyes; un sistema de justicia creíble. Hay que recorrer el camino que lleva hacia el fin de la impunidad la corrupción. Debemos recorrer el largo camino que nos conduzca a tener de una buena vez y por todas, un sistema de consecuenticas para los corruptos.

Estamos obligado a recorrer el camino de la decencia política y la ejecución correcta del Presupuesto de la Nación, nos queda pendiente la educación de una policía abusadora y la eliminación de las desigualdades, que pesar de que hoy tenemos una Republica digita,l enrostran las grandes diferencias entre los que vamos a un hospital público y los que pueden costearse la salud.

Queda pendiente la seguridad ciudadana, las sanciones a los que incurren en la trata de personas y la recuperación de la confianza de los inversores internacionales, la tranquilidad de las familias, la protección de la niñez, la mujer y un estudio serio para eliminar la violencia. Si lo que ha dicho el presidente es sobre la base de esas y otras debilidades que enfrenta su gobierno, entonces estoy de acuerdo Danilo.