El pasado martes una niña de blusa rosada, pantalones oscuros y baja estatura entró al área de espera del Ministerio de Salud Pública. Su mirada de inocencia tronchada, sus gestos de madre improvisada y el afán con el que caminaba dejó perplejos a todos los presentes. La niña de 13 años de edad ya había alumbrado una criatura que apenas podía llevar en sus brazos. Tristemente, esa desgarradora realidad afecta un creciente número de niñas en nuestro país.
Mientras las madres adolescentes improvisadas se multiplican, la nueva campaña de Profamilia en favor de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes encuentra antagónicamente a sectores liberales y conservadores de la sociedad dominicana. De hecho, La Vicaria Pastoral Familia y Vida junto a la Pastoral de la Salud de la Arquidiócesis de la Salud incluso sometió un recurso de amparo por entender que la campaña publicitaria de Profamilia incita a los niños a mantener relaciones sexuales a temprana edad. Mientras la discusión se desarrolla, es menester observar someramente qué nos dicen los datos sobre el costo social de no tener una política coherente de planificación familiar que priorice la educación sexual.
En tal sentido, según estimaciones del instituto Guttmacher en 2008 58% de los embarazos en América Latina fueron no deseados. De esa proporción se estima que aproximadamente la mitad terminan en abortos inducidos y un 28% en nacimientos no planificados. Este alto porcentaje de embarazos no deseados contrasta negativamente con la de Europa occidental que para el mismo año fue de un 42%.[1]
El mismo reporte destacó que si bien el creciente uso de métodos anticonceptivos ha ayudado a reducir los embarazos no deseados, aproximadamente 140 millones de mujeres en el mundo en desarrollo no usaron ningún método anticonceptivo en 2008. Sumado a ello, el Centro para el Control de Enfermedades del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica (CDC por sus siglas en inglés) ha reportado en reiteradas ocasiones que la baja educación formal es un factor que eleva la probabilidad de embarazos no deseados.[2] Entonces ¿por qué no educar a nuestros niños?
No debemos ignorar la necesidad de promover la educación sexual tanto en el núcleo de la familia dominicana así como en nuestras instituciones de educación formal y sociedad civil. La educación sexual es una herramienta poderos para evitar que aumenten los casos de embarazos infantiles, un factor de riesgo que incide negativamente en la tasa de mortalidad materna nacional. Así lo confirma la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando señala que las adolescentes enfrentan un riesgo más elevado de complicaciones y muerte como consecuencia de embarazos que las mujeres adultas. [3]
Por ello no debería extrañarnos que el índice de mortalidad materna en la República Dominicana sea preocupantemente alto en relación a la media de América Latina. En efecto, las estimaciones agregadas del Banco Mundial para 2010 nos revelan que más de 140 de cada 100,000 partos en nuestro país culminan con la muerte de la madre mientras la media en América Latina es de solo 80.[4]A pesar de ello, sectores de la sociedad dominicana intentan tapar el sol con un dedo: más allá de las discusiones antagónicas entre liberales y conservadoresque la campaña de Profamilia pudiera suscitar, hay una realidad que debemos enfrentar con acciones concretas.
Los méritos legales del amparo incoado en contra de Profamilia son más que cuestionables por muchas razones. Una de ellas es que el mismo bloque de constitucionalidad al que hacen referencia los accionantes nos obliga a considerar la jurisprudencia constante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos la cual sostuvo en el caso Artavia Murillo y otros Vs. Costa Ricaque un elemento esencial del derecho a la vida privada es la autonomía reproductiva y la protección del derecho a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva.[5]
Quizás como consecuencia de la ley de las consecuencias imprevistas, el intento de callar a Profamilia usando la espada de Temis probablemente termine beneficiando una campaña mediática que muchos no habían si quiera notado hasta hace pocos días. Sabias fueron las palabras del poeta irlandés Brendan Behan cuando señaló que no hay tal cosa como mala publicidad excepto cuando se trata de tu obituario. Es momento de trabajar para que los obituarios de nuestro país incluyan menos madres adolescentes víctimas de embarazos de alto riesgo.