La marcha verde del 16 de julio de 2017 es una de las movilizaciones más numerosas de la historia dominicana. Lo que lograron ese día los verdes se recordará por mucho tiempo como una auténtica proeza. Como un paso gigantesco hacia la construcción de un nuevo tiempo político-social en el país que supere la desmovilización, la resignación y la indiferencia de unas mayorías todavía presas, en gran medida, del clientelismo y la cooptación del partido hegemónico. Sin embargo, también debemos hablar de las debilidades del movimiento. Así las cosas, reflexionemos sobre lo que hemos denominado los éxitos y limitaciones del Movimiento Verde.

Los éxitos

En primer lugar, me parece se debe destacar la capacidad de mantenerse vigente y relevante en el tiempo de los verdes. Son ya unos seis meses, desde la primera marcha, en la que este movimiento ha logrado sostener, a nivel mediático (medios tradicionales y redes sociales fundamentalmente) y de las calles, su demanda de fin de la impunidad y sometimiento de los corruptos. La corrupción es un tema que siempre ha estado presente en la discusión pública dominicana (desde Balaguer ha sido un asunto recurrente en las quejas ciudadanas). Pero nunca ha logrado movilizar multitudes ni situarse por encima de las lógicas partidistas; por cuanto siempre ha sido ensombrecido por el partidismo siendo que las personas, tras quejarse de la corrupción del gobierno de turno, terminan adhiriéndose a sus lealtades partidarias. De ese modo, el corrupto termina siendo, únicamente, el del otro partido. Y si “todos son ladrones” pues unos “son peores” que otros. En ese contexto, el debate de la corrupción no unía, sino que más bien era factor de división. Los verdes han unido amplios sectores a partir de la demanda contra la corrupción sin que la lógica partidista imponga sus nefastos criterios.

De otro lado, el reclamo contra la impunidad ha devino una suerte de significante vacío en sentido laclausiano (Ernesto Laclau) que aglutina diversos sentimientos de malestar. Ha servido de enlace-pegamento de demandas diferentes, provenientes, a su vez, de grupos distintos en el esquema social dominicano, haciendo que la diversidad se encuentre en un movimiento donde caben todos. Con lo que se ha constituido, el movimiento verde, en un bloque generador de identidad en el que confluyen gente, e intereses, muy distintos hacia un horizonte/objetivo común. Ello ha creado las condiciones de posibilidad para que se comience a atisbar un cambio cultural harto significativo en la mentalidad del dominicano. Lo cual se ve explícitamente reflejado en el manifiesto que se leyó el 16 de julio donde se reclamó el sometimiento de Danilo Medina y otros ex presidentes y altos dirigentes. Así, vemos cómo el pueblo dominicano comienza a empoderarse de tal manera que, de pronto, se vuelve algo normal, y respaldado socialmente, que gente común (en una sociedad tan desigual, clasista y jerarquizada) exija se enjuicien figuras otrora inalcanzables para los simples mortales. Se va generando, así las cosas, una perspectiva, asumida por las mayorías, de horizontalidad donde el poder es visto, por los de abajo, como algo susceptible de desafiar si se incumplen las normas del contrato social entre gobernados y gobernantes.

Acontece en el mundo un cambio de época. Signado éste por la irrupción de nuevos paradigmas, actores sociales y significantes con los que la gente da sentido a la realidad y operativiza sus movilizaciones. El cuestionamiento del sistema de representatividad (asumido por mucho tiempo como lo único posible en el marco de lo democrático y “racional”) y de la financiarización de la economía mundial (que ha provocado un enorme distanciamiento entre las élites y los pueblos pues las primeras ahora generan gran parte de sus riquezas fuera de los sectores productivos tradicionales vinculados a la gente) hacen visible el cambio de época. En el contexto dominicano, ello se manifiesta en el agotamiento del sistema político imperante. El cual surgió de consensos entre las élites económicas (dominantes) y las élites políticas (dirigentes), y que, dado su anquilosamiento y contradicciones, cada vez es menos capaz de satisfacer/apaciguar las demandas ciudadanas. La gente, entonces, busca nuevos espacios de organización y concreción de sus reclamos. El movimiento verde ha sido el espacio por excelencia para esto último.

Finalmente, el movimiento verde es una aportación de altísima importancia de cara al futuro. A mi entender todavía no se dan las condiciones históricas, geopolíticas, culturales y estructurales para que, en un país de las características de República Dominicana, haya cambios de fondo en las relaciones de poder internas, de tal modo que se puedan sustituir las clases dominantes y dirigentes actuales, así como sus esquemas de control social y bases materiales, por algo nuevo. Pero ello no quiere decir que no se haga nada ni que nos sentemos a esperar. Al contrario, los cambios históricos se van construyendo en el tiempo. Así, se van creando las estructuras nuevas que luego sustituirán las viejas. Me parece que el movimiento verde es parte, pues, de un proceso ya iniciado por las fuerzas sociales dominicanas hacia la creación de lo nuevo.

Las limitaciones

Las limitaciones del movimiento verde son propias de una fuerza social joven, en medio de procesos de cambios y crisis, operando en un país todavía bajo control de los mismos sectores dominantes de siempre. Las virtudes de los verdes son mucho más grandes que sus debilidades. No obstante, para completar el objetivo de este trabajo vamos a mencionarlas.

Primero, el reclamo de fin de la impunidad y corrupción, tal como se plantea por el movimiento verde, tiende a naturalizar aún más la perspectiva de que solo en la clase política hay corrupción. Dejando la corrupción de los grupos económicos dominantes en la invisibilidad. Lo cual puede crear el escenario para que discursos despolitizantes y socialmente perniciosos se abran paso en el país. En cuyo contexto no sería sorpresa que aparezca un personaje de la gran empresa, respaldado por su apellido y “prestigio”, que el pueblo convierta, en medio de la confusión, en el instrumento con que las mayorías castiguen la clase política corrupta. Y que mediante una propuesta moralista, elitista y vacía de contenido social un señorito privilegiado llegue al poder a cambiar cositas para que todo siga igual. Haciendo “cambios” que no tocan problemas de fondo tales como la concentración de riqueza, la desigualdad, los privilegios de minorías y la exclusión estructural de mayorías. Hay que tener mucho cuidado con no permitir, desde la ingenuidad política, y en medio del río revuelto, que esto suceda.

Lo otro es que el movimiento verde, al estar atravesado por tantos sectores e intereses (desde grupos de la gran empresa hasta organizaciones barriales) puede verse limitado en cuanto a lograr cambios reales. Esto porque hay, evidentemente, intereses metidos en las marchas que no precisamente quieren, ni les conviene, que se den transformaciones estructurales en el país por el simple hecho de que, en el marco de lo que hay, les ha ido muy bien. Esos intereses deben mantenerse al margen o, en su defecto, tratarse mediante diálogos realmente políticos (político no en sentido partidista), inteligentes y anclados en una ética muy definida.

Esas son, a mi entender, las dos más visibles limitaciones del movimiento verde. Las cuales, como vimos, no son insalvables ni disipan las grandísimas virtudes del movimiento. Invito a los verdes a seguir marchando y hablando al país. Las bocinas del gobierno, los viejos partidos y los que no quieren que nada cambie harán su ruido. Como tienen dinero y privilegios lograrán posicionar algunos criterios con que atacar los verdes. Pero ellos son el pasado. Mientras que el movimiento verde es presente que ya hace futuro. ¡Adelante hermanos!