Un grupo de organizaciones de la sociedad civil dominicana ha convocado a una caminata-protesta contra la impunidad el domingo próximo 22 de enero. El reciente escándalo Odebrecht, que implicó sobornos millonarios para obtener contratos de obras públicas, ha generado una indignación a nivel internacional.
Una de las características de nuestra sociedad –y de Latinoamerica- es la existencia de una atmósfera de alienación donde las personas socialmente excluidas no se sienten sujetos de derechos y deberes, sino desheredados de la fortuna. Como las mismas no relacionan su situación de pobreza con el ejercicio corrupto del poder y sienten que no se puede hacer nada como colectivo para solucionarlo, aspiran a una solución personal de sus necesidades.
Entonces, se inicia una dinámica donde la sociedad se llena de grupos apandillados que defienden intereses particulares contrarios al bien común y se sospecha de todo proyecto que sea proclamado como dirigido al bienestar colectivo
Por otro lado, el Estado, creador de un modelo de desarrollo económico excluyente, aprovecha la situación de exclusión para obtener lealtades a través de programas clientelistas de asistencia social y empleos en las instituciones públicas. De este modo el principal responsable de la problemática social es visto como el solucionador de la necesidad personal, creando un círculo vicioso que contribuye a sostener el estado general de injusticia
Por tanto, es necesario romper este círculo con la creación de espacios de resistencia. Las movilizaciones sociales pueden abrirlos, siempre y cuando se organicen a partir de un programa y cuidándose de los sectores oportunistas que intentan aprovecharse de la construcción de espacios de resistencia para llevar a cabo su propia agenda partidaria.
Estamos ante un momento que puede convertirse en una acción banal de ciertos segmentos de las clases medias o en un punto de giro que, combinándose con otras formas creativas de resistencia pueden contribuir con la democratización de una sociedad prisionera entre las redes de familias oligárquicas y un “Estado-partido” cada vez más depredador.