MOTORA – MOTOR

“Está al lado de una MOTORA. . .”

Esta “motora” es la señora esposa del “motor” dominicano. Hay que despejar esta incógnita para quienes no navegan en diferentes variantes de español antillano.

La motocicleta que es femenina, en el español dominicano cambia de género; se hace masculino y se conoce con el simple nombre de “motor”.

En Puerto Rico, como son conscientes de que ese medio de transporte es femenino, motocicleta, no desean mudarle el género y la llaman de motora. Al añadirle una letra A /a/ a la primera parte se soluciona el asunto.

Es probable que todo esto sea resultado de la economía que también rige en el lenguaje con la “ley del menor esfuerzo”; esto es, ahorrar espacio, tiempo y energía.

El acortamiento que se hace de la larga palabra motocicleta es justificado si se piensa que de cinco sílabas logra reducirse a dos o tres

Otro asunto que puede haber influido en estos apodos para el medio de transporte motorizado de dos ruedas es que en inglés lo acortan con el sobrenombre de moto.

En otros países americanos llaman de moto al vehículo automóvil de dos ruedas y le asignan el género femenino, sin tomar en consideración que la última letra es una O /o/ que es indicativo de masculino, pues en la lengua común existen otras excepciones que confirman la regla.

El acortamiento que se hace de la larga palabra motocicleta es justificado si se piensa que de cinco sílabas logra reducirse a dos o tres. Además, ese “cleta” parece más bien despectivo; sobre todo si se recuerda que “ciclo” en palabras de esta familia se refiere a rueda.

PUGILATEO

“. . . ante el desolador estado de la cultura en este tiempo de abuso y PUGILATEO”.

La voz del título es más interesante de lo que esta sugiere a primera vista. Esto así porque reviste algunas particularidades que la caracterizan de modo inequívoco.

No es algo difícil de intuir que la voz tiene relación con la palabra puño. De la familia de pugnus el español junto con otras lenguas indoeuropeas ha desarrollado o derivado muchas palabras que el hablante puede vincular fácilmente con el vocablo puño. Entre esas palabras pueden mencionarse, empuñar, puñal, apuñalar, empuñadura, puñetazo, puñetero, puñeta.

Pugnare, del latín, era en esa lengua equivalente al español “pelear, luchar”, que suavizó su uso hacia “esforzarse, porfiar”. Entraron en el español culto los vocablos pugnar, pugna. La palabra púgil llegó al español a principios del siglo XVII, de la misma raíz, pugnus, y con ella pugilato registrado en el diccionario de la Academia en el siglo XIX.

El pugilateo antillano no conlleva violencia física, por eso se reduce a gestiones, a tristeza; o simplemente, a afanes cotidianos como se sugirió más arriba.

Ahora bien, ¿y del pugilateo? Esta voz no la reconoce el diccionario oficial de la lengua española. No obstante, deriva de pugilato que es lucha de púgiles, de aquellos que se enfrentaban “a puño limpio” en épocas pasadas.

El diccionario que ha recogido el pugilateo moderno del español americano es el Diccionario del español americano (2010), con dos acepciones. Una para Cuba, “Conjunto de gestiones que se hacen para conseguir algo” y otra para Puerto Rico, entre jóvenes, “Problema que causa tristeza a alguien”. Ese mismo diccionario ofrece la palabra pugilato con el valor de sinónima para pugilateo. No aparece en ese diccionario la acepción cubana “discusión acalorada entre dos o más personas” que asienta el Diccionario del español de Cuba (2000:439). Otros diccionarios del español de Cuba consignan esa acepción también.

Los dominicanos en su habla diaria acostumbran a preguntarse unos a otros cómo está la vida; esto lo hacen de muchas maneras diferentes. Una respuesta usual y usada es responder, “aquí, en la luchita”. En otras palabras, aquí, en el afán cotidiano.

En la cita que se utiliza a manera de ilustrar el uso, el pugilateo aparece al lado de la palabra abuso. Esto hace que la interpretación se incline hacia considerar que se la emplea con el valor de contratiempo.

Si se desea puede aceptarse que este pugilateo en el español dominicano y en el estilo de quien redactó la frase copiada hay que admitirlo en tanto sinónimo de la “luchita”, pero en un registro más elevado, más culto, refinado.

El pugilateo antillano no conlleva violencia física, por eso se reduce a gestiones, a tristeza; o simplemente, a afanes cotidianos como se sugirió más arriba. De esa diferencia es que donde derivó que no es pugilato, sino pugilateo. No hay puñetazos como asienta la Real Academia para pugilato.

La evaluación expresada en el último párrafo es un juicio que obedece al criterio del redactor de estos comentarios acerca del habla de los dominicanos. Se llega a esa conclusión después de descartar las acepciones que posee pugilateo en las demás hablas.

*INCEPCIÓN

“. . .Y la importancia que han adquirido estas instituciones desde su INCEPCIÓN hace menos de . . .”

En algunas ocasiones los articulistas y analistas se empeñan en introducir voces nuevas que representan conceptos innovadores; claro, al hacer esto se aventuran en campos que no son los de su especialidad. Esto equivale a decir que trascienden de su campo de especialidad al campo de la semántica sin ser lingüistas y por eso caen en errores.

Eso que se ha descrito en palabras que tratan de ser elegantes es lo que parece que ha sucedido con la palabra “incepción” en el texto citado. En el desarrollo de esta exposición se analizará lo que quiso expresarse y de donde procede la extraña palabra. Se propondrán, además, palabras patrimoniales del español que funcionarían a la perfección en este contexto.

Las palabras del acervo hispánico que se proponen para reemplazar la voz intrusa, son, “inclusión, incorporación, integración, introducción”.

Se llamó de extraña la voz incepción en español porque no aparece entre las reconocidas por las autoridades de la lengua internacional. En otras palabras, no figura en el Diccionario de la lengua española de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Una voz muy parecida existe en inglés, inception, que en esa lengua significa más o menos, “acto, proceso o instancia de comenzar”. El origen de la voz se remonta hasta el latín, cuya escritura era idéntica a la del inglés, que derivaba del verbo latín incipere.

Además de lo anterior puede añadirse que la voz del título no aparece considerada entre las que se incorporarán a la próxima edición del mencionado diccionario académico.

Las palabras del acervo hispánico que se proponen para reemplazar la voz intrusa, son, “inclusión, incorporación, integración, introducción”. Cualquiera de estas palabras acompañada de un toque de modificación de la redacción, o sin este, puede transmitir la idea sin inconvenientes.