Hay textos que pasado un buen tiempo, replican sus imágenes de vuelta a la vivencia de nosotros en el ámbito de la memoria; unos los hacen con vital pasión y otros con reflexión de aprendizaje pausado y experiencia para el sentido de la vida. Llegan a mi mente como un aluvión de frescura para recomponerse sus ideas en la tardanza de la madurez que conseguimos con el tiempo. Así sonoro se planta en mi conciencia  " Querer es Poder", de Orison Sweet Marden, que apenas desde aquellos años del Bachillerado recuerdo, pero impactó mi mente con tanta fortaleza que me impregno de regocijante aliento por los estudios hasta los actuales días. De igual manera, fue parte intrínseca del aprendizaje de la generación de aquellos tiempos, la obra: " Hacia una Moral sin Dogmas", del insigne argentino José Ingenieros, totalmente ignorado por las nuevas camadas de jóvenes del mundo virtual. El autor supo con ejemplos paradigmáticos trazar la ruta positivista que debían orientar a los bisoños que buscaban horizontes de cambios. Leía estos trabajos porque me intrigaba desde ya muy joven, como todavía, el tema de la moral con inusitada pasión que termine estudiando Filosofía, ejerciendo esa práctica pedagógica y epistemológica. Aún me encuentro con nuevos matices de la problemática con la irrupción de las Redes Sociales y su impronta en la conciencia mundial. El asunto de la moral continúa muy orientado por los sectores gobernantes y por su pinta social y cultural.

En La Genealogía de los Valores, Federico Nietzsche, alemán, nos propone la idea acerca del origen de los valores, sus raíces originarias; la trasmutación de los valores en función de las clases o grupos que la sustentaron y como el cristianismo impuso su moral. El Imperio Romano lo sacrifico porque vino a transgredir sus valores, los buenos ahora no eran los emperadores, príncipes y nobles; los cristianos, para él, se auto proclamaron como los "buenos", como los que llegaron para redimir a la humanidad.  Y se quedaron. Tan lejos va la crítica mordaz de Nietzsche en sus obras filosóficas que afirma de los cristianos lo siguiente: " ….los sacerdotes inventan la religión, inventan la metafísica hostil a los sentidos, inventan el "otro mundo". ( La Genealogía de la Moral, P.11).De ahí pasa a profundizar la fuente de la nueva valoración: el resentimiento y la venganza, para concluir que el cristianismo no es la religión del amor, sino del odio( dice de los sacerdotes, de los judíos); esa es la transvaloración de todos los valores. Como podemos ver, su tesis se asocia al sentido social y de dominio que clases y sectores que conforman la cultura de lo moral.

Con motivo de acoger con un Doctorado Honoris Causa la Universidad Autónoma de Santo Domingo al intelectual español Ignacio Ramonet este pasado 1 de mayo en acto solemne, como es protocolar, este dicto una conferencia en respuesta a sí investidura que verso sobre la Pos verdad y las Redes Sociales. Nos predico  acerca de la influencia que tienen las Redes Sociales particularmente en las grandes masas y los jóvenes que usan más las pantallas de los móviles, que las pantallas de la T.V. Cuestión que corrobore al otro día con mis estudiantes al levantar las manos y de 30 presentes sólo cuatro estudiantes aceptaron ver T.V, los restantes se pasan viendo la pantalla del móvil. Constituye esto una verdadera revolución, entonces en consecuencia las Redes están moldeando toda una nueva generación de cibernautas, que se agitan de una masa de informaciones. El análisis de este problema lo aborda con interrogantes interesantes el escritor Ignacio Ramonet del Le Monde Diplomátic, de Francia, con la tesis de que para estos jóvenes y adultos hay muchas verdades, según su percepción diferenciada: es la Pos verdad o el post-factum; así que debemos esforzarnos por encontrar la verdad mediante el estudio, la investigación. Y es aquí un verdadero problema del tema moral, donde se cuestiona en encuestas si la corrupción y el robo tienen incidencia en los procesos comiciales, dado a que el clic a un like en forma masificada se hace más interesante que fijarse en los hechos, imponiéndose la dialéctica de la falsedad como una verdad.